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Fútbol y pelotazos urbanísticos

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No hay que hacer grandes esfuerzos para comprobar el enorme impacto social que tiene el fútbol en algunos países, y en particular en España. Junten fútbol y sociología en Internet y les aparecen innumerables referencias, muchas de ellas académicas en forma de trabajos de investigación que analizan esta realidad.

Vemos lo que ha ocurrido estos días en Bilbao, en plena campaña para las elecciones vascas, con esa singular forma que tienen los seguidores del Athletic Club para celebrar sus grandes triunfos. Los bilbaínos han organizado una cabalgata con la Copa por la ría, con centenares de miles de aficionados asistentes, que ha obligado a algunos candidatos a hacer equilibrios con los votantes de las otras dos provincias vascas.

En la ciudad el fútbol necesita equipamientos ad hoc, de los que el estadio es el más potente. Hay que recordar que la mayoría de esos grandes coliseos se encuentran paralizados la mayor parte del año, pues ya sabemos que el fútbol tiene un calendario muy limitado.

No digamos cuando esos grandes estadios van destinados a celebraciones extraordinarias como unos juegos olímpicos o un mundial de fútbol, y no sabemos qué hacer con ellos pasados los fastos. Por cierto, recordemos que en el horizonte de 2030 se vislumbra un mundial futbolero, una de cuyas sedes recae en España. Todo ello, si antes no estallan algunas instituciones federativas a causa de la carcoma que parecen llevar incrustada.

Ese impacto social que tiene el fútbol está cuidadosamente mimado por las administraciones públicas y en especial por los gobiernos municipales, que difícilmente se resisten a las peticiones urbanísticas de sus equipos locales, incluyendo fuertes subvenciones, hoy algunos de ellos en manos privadas. Dejemos a un lado el entramado de favores y corruptelas a que se presta ese mundo, demasiado tiempo fuera de control, y al margen de los aficionados y de los jóvenes que tanto disfrutan con este hermoso deporte. Un deporte al que las mujeres han aportado un fresco aire renovador.

Una de las fórmulas habituales ha sido la recalificación de terrenos deportivos adscritos a diversos clubs de fútbol. Recordemos, en urbanismo, recalificar significa cambiar el uso que se fijó en el plan para un terreno: de ser huerta…y sin que hayan crecido ladrillos… pasa a ser edificable por la magia del lápiz recalificador.

En 2001, por citar un caso sonado, Florentino Pérez consiguió vender para otros usos unos terrenos calificados como deportivos al Ayuntamiento de Madrid, un pelotazo que marcó época y generó no pocos conflictos políticos. El Real Madrid obtuvo 500 millones de euros que utilizó para construir el equipo ‘galáctico’.

Más recientemente, asistimos a  la remodelación de los respectivos estadios, del Madrid y del Barça, para ampliar la recalificación de uso deportivo a terciario. En ambos casos, denunciados en su momento por asociaciones vecinales, pero con la práctica unanimidad de los grupos políticos. Además de la discrecionalidad que suponen estas actuaciones, los impactos   sobre la ciudad no son despreciables: aumenta la especulación en el entorno, suben los alquileres por encima de la media, se incentiva la movilidad motorizada…

Ya que hablamos de pelotazos, ese mismo distrito madrileño ha sido el escenario de la llamada Operación Chamartín, operación calificada por ciertos movimientos cívicos y ecologistas con el título de máximo culebrón de la historia urbanística española, un pelotazo denominado Madrid Nuevo Norte, sobre suelo mayoritariamente público. Pero esa es otra historia no vinculada directamente con el fútbol.

Mestalla y el urbanismo de excepción

En nuestra ciudad, también podemos calificar de largo culebrón la operación Mestalla, que incluía la recalificación de los terrenos del viejo estadio para viviendas y la construcción de uno nuevo en suelo que estaba destinado a equipamiento público deportivo para los barrios de la zona. Previo trato de favor al club, las obras, iniciadas en 2007, están paralizadas desde hace tiempo.

Nuestra ley de urbanismo de 2014 introdujo un nuevo concepto jurídico, la ATE (Actuación Territorial Estratégica) “pensada como una vía-turbo para aprobar proyectos urbanísticos a la medida de determinados promotores, si el Consell declaraba que, por su interés general, requerían «un procedimiento de tramitación específico y acelerado». Vicente Torres desarrolló este concepto en un artículo publicado en 2016 en nuestra tribuna crítica.

Siguiendo a Torres, “un trámite excepcional para «superar» los procedimientos legales de evaluación, participación y salvaguardia ambiental, impuestos a la legislación española por las directivas europeas”. Es decir, “se trata de hacer un ‘traje a medida’ para un proyecto privado, al cual se le aplica un trato de favor, que incluye la suspensión de los procedimientos legales que se imponen a cualquier otra iniciativa, lo cual implica, de entrada, una discriminación respecto a sus competidores”.

Así que la operación Mestalla se acogió a esta bicoca urbanística. Pero los interminables líos con la gestión económica y deportiva del club han complicado las cosas. La reciente resolución del TSJCV de caducar anticipadamente la ATE del Nou Mestalla por los incumplimientos del club, lleva a pensar que habrá que buscar otro apaño urbanístico. Todo hace prever que se sacrificará lo que sea necesario para que esté disponible para 2030. Mientras tanto, al menos, cabría exigir la reposición de los equipamientos deportivos de uso público que se prometieron en su momento.

No hay que hacer grandes esfuerzos para comprobar el enorme impacto social que tiene el fútbol en algunos países, y en particular en España. Junten fútbol y sociología en Internet y les aparecen innumerables referencias, muchas de ellas académicas en forma de trabajos de investigación que analizan esta realidad.

Vemos lo que ha ocurrido estos días en Bilbao, en plena campaña para las elecciones vascas, con esa singular forma que tienen los seguidores del Athletic Club para celebrar sus grandes triunfos. Los bilbaínos han organizado una cabalgata con la Copa por la ría, con centenares de miles de aficionados asistentes, que ha obligado a algunos candidatos a hacer equilibrios con los votantes de las otras dos provincias vascas.