Se agota el mandato ciudadano de 2015 y la gestión de los últimos meses no debe impedirnos que comencemos a evaluar resultados y sobre todo, a planificar qué proponemos para el nuevo periodo 2019–2023.
Las políticas públicas requieren de ciclos largos para consolidarse. Las existentes a nuestra llegada, depredadoras con la vida e hijas del capitalismo de amiguetes que vive de lo público loando a lo privado, han tenido décadas para consolidarse. Requerirá de un ciclo mayor a cuatro años virar muchas de esas políticas. Consolidarlas, aún más. De lo que no hay ninguna duda es de la importancia transcendental que tiene la “herramienta institución” y gobernar para utilizarla al servicio de las personas.
Recuerdo una reunión que tuve con el alcalde hace unos meses cuando ya conocía los entresijos del Ayuntamiento. Cuando pasamos a la parte informal, le dije “Joan, para mí el mayor robo que ha podido realizar el PP no se puede medir en mordidas y sobres, el mayor robo es cómo han dejado nuestras instituciones.”
Lo supuestos adalides de la buena gestión las han llevado en estos años al borde de la quiebra. No sólo la económica, también la técnica. Muchos técnicos nos trasladan, “no podemos gestionar más recursos”. Esto es criminal. Significa que incluso cuando conseguimos más dinero, como es el caso de proyectos europeos, la destrucción de lo público dirigida por el PP impide hacer política e invertir más y mejor en las personas.
Mucho se ha trabajado por revertir la situación en estos cuatro años. Se han puesto las bases para parar la sangría que nos llevaba al colapso técnico. Se ha puesto el dique, pero si no tenemos un plan para transformar la administración, puede que dé igual que tengamos el mejor modelo de ciudad posible para las valencianas y valencianos.
Para poder transformar, el antídoto a la mala gestión, a las malas praxis y el camino hacia más y mejores políticas públicas es la innovación. Sin embargo, no vale cualquier innovación. Debe responder previamente a la pregunta clave “¿para qué queremos innovar?” La respuesta es clara, para mejorar la calidad de vida de las personas.
Para conseguirlo, debemos anticiparnos a los cambios del entorno, transformar la organización del Ayuntamiento de Valencia y aprovechar el talento de las cinco mil personas que trabajan en él. En definitiva, necesitamos una innovación social, urbana y pública que ponga a las personas en el centro de todo lo que hacemos. Con una mirada de largo alcance que señale los retos a los que nos enfrentaremos en los próximos 15 años.
Esta innovación y no otra, debe ser política pública fundamental y transversal al Gobierno del próximo mandato. Bien liderada en lo político y en lo técnico pero sobretodo, respaldada por todo el equipo de Gobierno.
Probablemente al lector no se le haya escapado que escribo usando la primera persona del plural. Lo hago de forma intencionada. Porque esta innovación debe darse mediante el sistema de 4 hélices ya implantado en Las Naves, el gran centro de innovación social de la ciudad.
En este sistema administraciones públicas, sector privado, mundo académico y sociedad civil valenciana colaboran y construyen de la mano. Porque juntos, en equipo, podemos conseguir una verdadera transformación, centrada en las personas.
*Berto Jaramillo es inscrito en Podemos y concejal del Ayuntamiento de Valencia y diputado provincial por València en Comú.