La aparición en el escenario electoral de Vox amenaza con provocar un cierto colapso en el flanco derecho de la competencia. El centro-derecha español nos tenía acostumbrados a solapar su oferta electoral bajo las siglas del PP desde principios de los noventa, por lo que la descongestión de este espacio no estará exenta de traumas.
En el partido gobernante se evalúan, a golpe de argumentario, los recientes saltos al ruedo de Movimiento Ciudadano y Vox como cuitas internas de un sector del electorado que ya se encontraría en la órbita de UPyD. Contra dicho razonamiento podría esgrimirse que el primer estirón de la formación magenta se produjo aún a expensas de la liquidación del PSOE de Zapatero y que ahora su principal vía de alimentación se nutre de deserciones del PP. Por otro lado, Esteban González Pons espetó en su día a Álvarez Cascos que “fuera del PP hace mucho frío”, con el consabido efecto disuasorio. En resumen, la unión del centro-derecha, de la que tanto se jactó José María Aznar, hace aguas irremisiblemente.
Como nos señalan recurrentemente los estudios demoscópicos desde la Transición, la mayor bolsa de votantes españoles se alinea en el centro del continuum ideológico, ciertamente escorados a la izquierda. Este caladero, de centrípeta competencia con el PSOE, es el que decide, por su magnitud, el resultado de las elecciones y en él pescan también las formaciones ambidiestras como UPyD y Ciutadans.
Sin embargo, el desafío a su target le sobreviene ahora al PP por la derecha. Y en esta ocasión no se presenta como las disidencias meramente testimoniales del PADE (1996) o Familia y Vida (2002). A la repercusión mediática garantizada por el conocido como TDT Party, se ha sumado la otorgada graciosamente por TVE, la cual contrasta con la nula atención que se prestó desde la televisión pública a la casi paralela presentación de Podemos. El caso es que la entrada en liza de Vox contribuye a forzar las contradicciones en la casa común del centro-derecha español, erosionándolo por el flanco. Inteligentemente por su parte, han echado mano de un verde corporativo que entronca con las gamas cromáticas utilizadas por los partidos regeneradores al uso, de manera que su proverbial nacionalismo español se mimetiza con una imagen más moderna de dicha ideología que la que persiste en el imaginario del ciudadano medio. En Vox huelga decir que son de derechas, aunque la palabra se encuentre proscrita en el vocabulario político hispano. El azote de los “maricomplejines” del PP. A partir de esta declaración de principios, una vuelta de tuerca más en la agenda conservadora del gobierno en temas como el aborto, el terrorismo –en ausencia de atentados- y la recentralización. Más arriesgada parece su apuesta, precisamente ahora, por la monarquía. Dios, Patria, Rey.
En todo caso, saludable costumbre la de que se funden partidos que den cobijo a la pluralidad de sensibilidades manifestada por la ciudadanía, como también ha sucedido a la siniestra con Podemos. Dolor de cabeza para el bipartidismo y, en el caso que nos ocupa, para el PP. La circunscripción única y la estructura de oportunidad para el voto de castigo que caracterizan a las Elecciones Europeas, por otro lado, suponen el banco de pruebas idóneo para el experimento.
Bienvenidos de nuevo a la fragmentación del voto. Vuelven los ochenta, ya es Primavera en el centro-derecha!