Paz por territorios. Así han ventilado los socios del Pacte del Botànic el diseño de los Presupuestos de la Generalitat Valenciana para el próximo 2022, el año en que la Unión Europea regará a cada Estado miembro con los fondos de la recuperación económica por la pandemia de la COVID-19. La vicepresidenta primera, Mónica Oltra, ha forzado a sus socios a negociar el diseño de las cuentas del Ejecutivo autonómico en un estadio previo al proceso estrictamente institucional de aprobación de los presupuestos en las Corts Valencianes.
Así, un nuevo órgano de discusión negociará las líneas principales de los próximos presupuestos, tras el enfrentamiento que afloró con la anulación de un encuentro este jueves entre Oltra y el responsable de Hacienda, el socialista Vicent Soler. Se trata de “una comisión política para llegar a un acuerdo político en lugar de una negociación radial”, según la definición que ha dado Oltra tras el pleno del Consell de este viernes. La vicepresidenta aboga por “alterar las prioridades”. “Lo administrativo no determina lo político”, ha dicho la vicepresidenta.
El inicio de la etapa de negociación de los presupuestos saltó por los aires antes incluso de que se celebrara la reunión exploratoria. Aunque, cada año por estas fechas, es el titular de Hacienda quien concentra las bofetadas por los contenciosos del Pacte del Botànic, la situación evidencia la distancia entre el PSPV-PSOE y Compromís. O, más concretamente, entre el Palau de la Generalitat y el Palau de Valeriola, sede de la vicepresidencia segunda.
La relación entre Oltra y Puig, razonablemente buena en los inicios de la andadura del gobierno progresista, se ha ido resintiendo año tras año, como la mayoría de los matrimonios. El punto de inflexión fue el adelanto electoral convocado por Puig en 2019. Aunque se salvó el modelo valenciano, casi por los pelos, ni los socialistas subieron tanto como esperaban ni Compromís bajó demasiado, y aunque Podemos perdió apoyo, no fue tanto como para abrir el paso a una mayoría de derechas en las Corts Valencianes.
En un momento dado, en los conciliábulos de la Presidencia de la Generalitat se especulaba con la posibilidad de un pacto con Ciudadanos para quitarse de encima a los molestos socios a su izquierda, pero los números no daban para ello. Puig y gran parte de su equipo se criaron en la época de Joan Lerma, cuando el PSPV-PSOE alcanzaba en solitario la mayoría. Pero la crisis del bipartidismo y el surgimiento de un potente valencianismo político desbarataron todas las ilusiones de retomar el poder autonómico en solitario.
La espectacular crisis de Ciudadanos abortó de facto cualquier veleidad de alianza con ese partido naranja. Puig ya no toma café con Toni Cantó, exlíder de Ciudadanos en la Comunitat Valenciana y ahora en la órbita del PP madrileño, con sueldo y oficina incluidos. Sin embargo, lo que no ha cambiado son las reticencias hacia Compromís, y singularmente hacia Oltra, con quien los socialistas están condenados a entenderse.
En tercera fila, aparece un nuevo invitado al Pacte del Botànic. El vicepresidente segundo, Héctor Illueca, recién aterrizado tras la crisis en Podem por la salida de Rubén Martínez Dalmau, se reunió con Soler en su primera visita al Palau de L'Almirall, sede de la Conselleria de Hacienda. A falta de que el representante de Podem encaje en el Ejecutivo, con el lastre de la complicada vida interna de esa formación, Compromís continúa copando el espacio situado a la izquierda del PSPV-PSOE. Un espacio más amplio de lo que puede parecer a simple vista a los analistas del Palau de la Generalitat.
El año pasado ya hubo un conato de batalla a cuenta de la elaboración de los Presupuestos. Con una solución cuando menos creativa, el departamento de Hacienda presentó una larguísima corrección de errores —199 páginas— a la sección 16, la que corresponde a la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas que dirige Mónica Oltra, tras haber negado la vicepresidenta que las cuentas que había presentado Soler fueran las suyas.
Después del adelanto electoral y la reyerta por las cuentas, Oltra y Puig afrontaron la realidad con una suerte de proceso de paz en un contexto pandémico que condiciona todo. Una cierta tranquilidad, al menos aparente, llegó al Consell. Entre medias, la apocalíptica debacle de Ciudadanos y el estreno del flamante nuevo líder del PP valenciano, Carlos Mazón, un hombre que luce siempre un moreno zaplanista.
Pero la inopinada caída del exministro José Luis Ábalos y, por tanto, del abalismo en Valencia, ha puesto a Puig en una senda en la que es fácil encastillarse en palacio y alejarse de la realidad. El líder socialista afronta así el primer congreso del PSPV-PSOE sin demasiados jaleos desde la era de Joan Lerma. Además, Puig se ha erigido como una suerte de referente a escala estatal de una vía federalista, con la vista puesta en Catalunya. De vez en cuando la idea sale a relucir en la prensa menos conservadora de Madrid y de Barcelona. Los palos a Isabel Díaz Ayuso y su modelo fiscal salido de la Escuela de Chicago también han reportado cierta fama a Ximo Puig.
Primero fue el encuentro bilateral en Palma entre el valenciano y su homóloga balear, Francina Armengol. “Eje azul”, llamó Puig al invento. A la cumbre, el socialista se llevó a representantes del empresariado con los que mantiene excelentes relaciones y que tienen pocas simpatías por los socios de Compromís. Mucho menos por los de Unides Podem. También se llevó a dos actores que esta semana no han podido llegar a la cita que tenían agendada: Vicent Soler y Mónica Oltra. La vicepresidenta y el presidente valencianos casi no se dirigieron la palabra durante las dos jornadas en Palma.
Durante el reciente encuentro institucional con el presidente de la Generalitat de Catalunya, Pere Aragonès, Puig entonó de nuevo la lírica federalista, en los días previos a la mesa de diálogo entre Catalunya y el Gobierno de Pedro Sánchez. Oltra, alérgica a todo lo que tenga que ver con la política catalana reciente, se mantuvo al margen.
Así las cosas, la vicepresidenta ha anunciado en su comparecencia tras la reunión del Consell de este viernes que los dos socios proceden a fumarse la pipa de la paz de cara a la elaboración de los Presupuestos, con el trasvase de los fondos europeos como trasfondo. “Últimamente tengo sueños en technicolor muy intensos, pero ninguno sobre un adelanto electoral”, ha dicho Oltra en uno de sus siempre ingeniosos comentarios. (Hace tres años la pesadilla del adelanto se convirtió en realidad; al fin y al cabo no deja de ser una atribución exclusiva del presidente).
Aun así, y aunque parezca mentira, el Pacte del Botànic ha sido razonablemente estable. Con un escudo eficaz —los numerosos exmiembros del PP investigados, procesados o encarcelados por corrupción— y una gestión de la crisis sanitaria bastante efectiva, Puig y Oltra afrontan la enésima batalla (o batallita) entre dos líderes políticos condenados a entenderse.