En cifras, según datos de Naciones Unidas, desde 2015 ya van 9.200 personas muertas, y 53.000 personas heridas (de los cuales 5.000 son niños). 8,4 millones de personas en situación de crisis alimentaria y el 50% de la población sin acceso a agua potable, lo que ha derivado en un brote de cólera sin precedentes que se ha cobrado la vida de 2.200 personas.
El conflicto armado interno se remonta tempranamente a la unificación de la República Árabe de Yemen (Yemen del norte) y la República Democrática Popular de Yemen (Yemen del Sur) en 1990, tras lo cual el norte se impondría, pasando a estar la totalidad del territorio bajo el mando de quien había sido por 12 años Jefe de Estado del norte: Ali Abdullah Saleh.
Pasarían dos décadas en situación de paz relativa hasta que, en 2011, con el estallido de la mal llamada “Primavera Árabe”, Saleh sería derrocado, pasando a asumir el cargo quien fuese el vicepresidente del país: Abbd Rabbuh Masur al-Hadi. Desde entonces, ambas personalidades se han lanzado a la conquista por el poder efectivo de las ciudades estratégicas del país.
La situación se agravaría en 2015 con la internacionalización del conflicto. En apoyo de al-Hadi, intervendría Arabia Saudí, junto a una coalición de nueve Estados, con el apoyo logístico y de inteligencia de los gobiernos estadounidense, británico y francés. Por su parte, brindaría apoyo a Saleh el rival hegemónico del reino petrolero saudí: la República Islámica de Irán.
Pero para hacer más complejo el asunto, también intervienen fuerzas tribales y últimamente ha cogido fuerza el Movimiento Sureño Al Harek al Janubi, quienes se consideran oprimidos desde la unificación de Yemen. En lo que al Ejército respecta las posiciones están dividas. Destaca la prominencia que ha adquirido el grupo político, religioso y tribal de los hutíes, quienes hasta el año pasado serían fuertes aliados –si bien de conveniencia- de Saleh. Tal sería el terreno que irían ganando, que finalmente se harían con importantes ciudades del país e incluso con su capital: Saná.
Tras ello, Arabia Saudí intervendría, bombardeando en 38 ocasiones puntos estratégicos como hospitales, centros de la tercera edad, e incluso bodas y funerales, sin respeto alguno al principio humanitario que aboga por la distinción de los objetivos militares de los civiles, y la distinción entre combatientes y la población civil. ¿El resultado? 683 niños fallecidos producto de las acciones militares desplegadas por Arabia y la coalición.
La violencia sólo engendra más violencia. Tras los bombardeos, los hutíes dirigieron un misil al aeropuerto de la capital saudí, el cual sería interceptado gracias a tecnología armamentística proporcionada por EEUU a sus aliados del reino petrolero. No obstante, serviría de precedente importante en la escalada del conflicto. El gobierno de Riad optaría por tomar medidas económicas en contra de sus enemigos yemeníes, bloqueando en primer lugar parcialmente los puertos de su país vecino y luego condenándolo a penurias y hambre por medio del bloqueo total.
Ello tuvo terribles repercusiones sobre todo para la población civil, considerando que Yemen ha de importar el 80% de los alimentos que se consumen. ¿Los sectores más vulnerables? Mujeres, ancianos y niños.
La falta de bienes de primera necesidad ha producido un desabastecimiento brutal en la región, lo que ha derivado en un alza descomunal de los precios: el maíz se ha visto incrementado hasta en un 140% en algunas ciudades. Además, la falta de combustible y la obstaculización de acceso a agua potable y servicios sanitarios básicos han engendrado el mayor brote de cólera que se ha vivido en la historia de Yemen, por no nombrar la propagación de otras enfermedades, como la malaria, la difteria o la desnutrición aguda.
La espiral de violencia no se apacigua. Hace menos de dos meses, ante el anuncio del quiebre de la alianza hutí- Saleh, el ex-presidente yemení fue asesinado el 4 de diciembre por sus antiguos aliados, quienes se sintieron traicionados ante el acercamiento de Saleh a la coalición liderada por Salmán bin Abdulaziz, rey de Arabia Saudita.
Desde entonces, la violencia ha llegado a su zenit y no se vislumbran señales de que vaya a cesar. Lo peor de todo es que el clima de inestabilidad ha propiciado el asentamiento de células terroristas, tales como DAESH y AQPA, junto con la proliferación de mafias y la trata de personas.
Se trata de la peor crisis humanitaria, un escándalo internacional que denigra la condición humana en la precaria existencia de más de 22 millones de personas. ¡Estamos hablando de casi la mitad de la población en España!
¿Qué hacemos desde Oxfam? Como Oxfam trabajamos en Yemen desde hace más de 30 años brindando ayuda a más de medio millón de personas, proporcionando agua y saneamiento, distribuyendo ganado y cupones para la compra de alimentos en los mercados locales, creando así fuentes de ingreso a las familias más afectadas.
En cuanto al cólera, junto a otras agencias internacionales hemos apoyado a casi 500.000 personas mediante el suministro de agua potable, la entrega de bidones y filtros, la construcción de letrinas y sensibilizando a los yemeníes sobre la trascendencia de las condiciones higiénicas para evitar la continuidad en la propagación de esta epidemia.
Es tal la intensificación del conflicto que hemos debido cerrar temporalmente nuestra oficina en Taiz, dados los enfrentamientos e incluso el uso de minas terrestres y la amenaza constante de proyectiles que aterrizan a 500 metros de la dependencia.
Esperamos poder reanudar nuestra labor en Yemen en cuanto podamos asegurar la seguridad de nuestro personal.
Mientras, nos reafirmamos en nuestro lema “Construyamos un futuro sin pobreza”. El lector podría preguntarse ¿qué relación guarda la pobreza con los conflictos armados, en particular, el de Yemen? Pues, tanto la pobreza como la desigualdad son unos de los mayores factores que propician y perpetúan la violencia en el mundo. Cómo será la desesperación que, pese a la guerra en Yemen, 87.000 personas provenientes del cuerno de África han cruzado el Golfo de Adén en busca de mejores condiciones de vida en territorio yemení. Debemos combatir la violencia desde sus raíces.
*Isidora J. Ramírez Garmendia, Voluntaria Equipo de Acción Ciudadana de OXFAM Intermón en Valencia. Abogada internacionalista. Máster Derechos Humanos, democracia y justicia internacional. Universitat de València