El bote más grande no siempre sale más barato y otras claves para no pagar de más en el supermercado

ConsumoClaro

3 de octubre de 2023 22:14 h

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Según un estudio reciente de la Asociación de Fabricantes y Distribuidores (AECOC), la patronal del sector de los supermercados, el gasto medio en estas grandes superficies por compra se sitúa en los 33,69 euros. No obstante, en total, en 2022 el desembolso en alimentación y droguería ascendió a 105.000 millones de euros en España, estableciendo una cifra nunca antes superada. En gran parte debido a la inflación, que afecta especialmente a los productos alimentarios, pero no solo.

Por otro lado, el Informe del Desperdicio Alimentario en España 2021, que elabora el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, asegura que cada español tiró en ese año cerca de 28,21 kilos de alimentos de media a la basura. Un total de 1,2 millones de toneladas o litros de alimentos sin consumir tirados en España cada año en el hogar.

Una cifra que seguramente no haya cambiado demasiado y que, combinada con el gasto especificado en el primer párrafo, puede llevarnos a reflexionar sobre si buena parte del dinero que gastamos cada vez que pagamos en el supermercado, en la frutería, la carnicería o cualquier otro comercio podríamos ahorrarlo racionalizando la decisión de compra.

La respuesta es que sí, al menos sobre el papel, ya que para ello necesitamos una serie de estrategias que nos permitan anteponer la cabeza fría a los impulsos de compra y estratagemas potencialmente engañosas que en ocasiones usan vendedores y distribuidores.

De la reduflación al pack de ahorro

La reduflación consiste en mostrar al consumidor el mismo producto de siempre con el mismo precio pero con una excepción: la cantidad de producto que este contiene, aunque el aspecto de la caja o la bolsa tenga su volumen habitual, es menor.

Es decir, en realidad compramos menos y pagamos más, o más bien pagamos lo que decreta la inflación, pero esta se nos oculta. Es una práctica fea que Francia quieren prohibir, pero no es ilegal siempre que el fabricante o distribuidor indique el peso neto del producto en la etiqueta. De este modo, la primera estrategia de nuestra nueva filosofía de ahorro debe ser buscar el peso neto del producto a lo largo de las consecutivas semanas y ver si desciende. Y si lo hace, constatar que también desciende su precio. De lo contrario habremos detectado un caso de reduflación.

Otro aspecto sobre el que incidir es el de los denominados packs de ahorro: las ofertas 2x3, los “llévate dos y paga uno”, etc. En primer lugar, debemos poder comprobar el precio de cada unidad individual y establecer si el pack sale realmente más barato. Si no nos ofrecen unidades separadas para comparar debemos sospechar, aunque la inmensa mayoría de las veces estos packs de ahorro suelen ser honestos y realmente suponen el citado ahorro.

Ahora bien, y es aquí donde aplicamos la siguiente estrategia: ¿necesitamos realmente tres unidades en lugar de dos o de una? Si se trata de cepillos de dientes, la oferta es interesante, pues los iremos gastando con el tiempo. Pero si se trata, por ejemplo, de latas de pimientos del piquillo o cualquier producto que no consumamos habitualmente o con frecuencia, seguramente una o dos terminarán olvidadas en la alacena o la nevera. Aparte de que no sabemos si en un futuro el precio por unidad será incluso más bajo.

Otro aspecto a vigilar: las presentaciones o envasados de mayor volumen o peso. Tendemos a pensar que saldrán más baratas que las más pequeñas, ofreciendo más cantidad de producto, algo que con frecuencia ocurre porque es más barato fabricar un envase grande que varios pequeños. No obstante, a veces, si no miramos la referencia de los euros por kilo o litro, nos podemos encontrar con que el bote grande resulte más caro.

Es por tanto fundamental mirar la relación entre precio y cantidad, generalmente euros por kilo o litro, ya que nos servirá no solo para destapar triquiñuelas como la descrita arriba, sino también para poder comparar presentaciones de un mismo alimento entre distintas marcas. Por ejemplo, tarros de atún en conserva. La ley obliga a incluir esta referencia.

La lista de la compra, mejor en el papel que en la cabeza

Pero la estrategia que mejor nos ayudará a defendernos del exceso de gasto superfluo es, sin duda, elaborar una lista de la compra antes de acudir al supermercado. A poder ser, mejor sobre el papel. De este modo adquiriremos especial conciencia de los productos que apuntamos en la misma e inconscientemente haremos un triaje entre los necesarios y los que no lo son tanto.

En dicha lista deberemos apuntar, en primer lugar, el presupuesto de compra que tenemos con la cantidad máxima en euros que estamos dispuestos a gastarnos. En segundo lugar, siguiendo a este presupuesto, anotaremos los productos que nos disponemos a comprar. Para ello, pondremos en primer lugar los que nos resulten más necesarios o urgentes. Así, acudiremos a la nevera y la alacena y revisaremos qué existencias se están agotando y deberíamos reponer.

También haremos un repaso en el armario de los productos de limpieza, así como en los baños, para revisar las reservas de papel higiénico, desodorante, pasta de dientes, champú y otros enseres necesarios para la higiene personal diaria, e iremos anotando en nuestra lista aquellos que nos parezca que se han terminado o estén cerca de hacerlo.

En tercer lugar reflexionaremos sobre cuáles son los productos alimentarios que creemos de mayor necesidad, ya sean vegetales, carnes, legumbres, productos lácteos, etc. Y miraremos si todavía tenemos existencias de ellos y si no es así, o creemos que necesitamos más, los anotaremos por orden de importancia en nuestra lista de la compra.

El objetivo es acudir al supermercado con esta lista en papel frente a nosotros, no para evitar comprar cualquier producto que nos parezca apetecible o interesante y que se nos presente en el lineal, sino para ser conscientes de que dicho producto no está en nuestra lista de prioridades ni necesidades inmediatas y que, por lo tanto, es una compra sobre la que conviene reflexionar.

Adicionalmente deberemos mirar cuánto se sale de nuestro presupuesto la adquisición de dicho producto, así como la de la mayoría de productos, e ir llevando la cuenta de cuánto superamos, o cuánto nos queda para alcanzar, el presupuesto establecido. Una idea alternativa que podemos poner en práctica es la de realizar partidas presupuestarias; dividir el presupuesto entre las distintas áreas para tener claro lo que queremos dedicar a fruta, a carnes, etc. Tener estas partidas definidas nos puede ayudar a escoger entre las ofertas de distintas marcas, siempre teniendo claro que debemos mirar la relación entre euros y kilos o euros y litros.

Y finalmente, también podemos hacer un esbozo de los menús que vamos a hacer a lo largo de la semana, con el fin de tener claro qué alimentos vamos a necesitar y así poder comprar solo los necesarios y evitar excesos que terminen en desperdicio alimentario.

Poner en práctica todos estos consejos y estrategias puede parecernos tedioso a priori, pero no nos llevará mucho más de media hora y si nos lo tomamos en serio y vamos viendo cómo evoluciona nuestro gasto medio semanal en supermercados, tal vez podamos observar una mejora importante.