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¿Se calienta la oficina más rápido cuando pongo el termostato al máximo?

Foto: Herman Miller

Jordi Sabaté

Ignacio, socio y lector de eldiario.es, nos escribe la siguiente queja: “trabajo en una oficina de tamaño medio, que funciona con una calefacción de aire. El problema es que ahora en invierno, cuando hace mucho frío en Madrid, los compañeros de algunas áreas la ponen muy alta porque creen que si ponen el termostato al máximo, les llegará el calor antes que si lo dejan al valor de la temperatura ideal. Yo creo que esto no es así y se lo digo, pero no me hacen caso y siempre hay el típico que tiene frío y pone el termostato al máximo, con lo que el resto nos asamos. ¿Hay alguna manera de solucionar esto? Lo digo porque en verano pasa exactamente lo mismo con el aire acondicionado...”

El problema que nos describe Ignacio es muy común en los grandes espacios abiertos de las oficinas, ya que normalmente se suelen usar aparatos distribuidores de aire caliente/frío conocidos como bombas de calor. Estos, tienen diversas salidas más o menos distribuidas por todo el espacio racionalmente para que el aire llegue al último rincón. El problema suele ser, por un lado, que en una oficina se producen diversos ambientes: por ejemplo, en un lado da el sol y por tanto se calienta solo, con lo que el extra de aire caliente se percibe como una molestia.

Por otro lado, en las zonas más escondidas donde él sol nunca da o estén mal aisladas, se puede tener mayor sensación de frío y suele suceder que el estándar de calor para el resto de la oficina allí es insuficiente. Solo en la zona donde esté el termostato -es decir el aparato con sensores de temperatura que la regula en función de esta si hay que dar más o menos calor- se estará realmente a la temperatura deseada. Por eso nadie suele estar contento en las oficinas. Para colmo, los que se sientan cerca de los distribuidores de aire, pasan calor en invierno y frío en verano.

¿Se calienta la oficina más rápido cuando pongo el termostato a 27 que cuando lo pongo a 22?

Otra cosa son aquellas personas que no saben que los grados que se fijan manualmente en el termostato son a los que llegará la temperatura y la que se mantendrá artificialmente a costa de dar aire caliente, pero que ello no influye en la velocidad de calentado. Así, si subimos el termostato al 27, la temperatura ambiente subirá a 27ºC a base de aire caliente a piñón fijo. Luego no bajará de ahí. El resultado es que se disparará el gasto energético, asfixiaremos a la mitad de la oficina y tendremos que ir a trabajar en camisa hawaiana o pareo playero.

Este comportamiento suele venir de la percepción en muchas oficinas de la leyenda urbana que dice que si ponemos el termostato a tope, la oficina se calentará antes, y si lo ponemos al mínimo en verano, el aire acondicionado enfriará más rápido. Esto no es así: si lo ponemos al 22, dicha temperatura se alcanzará a la misma velocidad que si lo ponemos al 27, por ejemplo, solo que se detendrá a los 22ºC y se mantendrá ahí.

Si creemos que subiéndola al 27ºC la oficina se calentará más deprisa y llegaremos antes a los 22ºC deseados, nos equivocamos. Lo que pasará es que llegaremos igual de rápido pero la bomba seguirá enviando aire hasta llegar a los 27ºC. Y si no nos acordamos de bajar la temperatura en el termostato, los de la zona soleada morirán deshidratados, así como los de la zona del termostato, y los únicos que quizá estén un poco más contentos sean los de las regiones frías.

¿Cómo uniformizo el calor en la 'ofi'?

Lo lógico y sensato es poner el termostato a unos 22ºC y tener paciencia hasta que se caliente toda la oficina. Adicionalmente, una solución poco estética pero que puede ser efectiva, aunque supone un gasto extra en energía, es poner ventiladores que muevan el aire de las zonas más calurosas a las más frías. De este modo se alivia a los que pasan calor y se acelera la convección del aire, logrando calentar las zonas desfavorecidas sin necesidad de subir la temperatura del termostato.

Ahora bien, lo mejor es que los propietarios de la oficina se avinieran a renovar las instalaciones y cambiarlas por una inteligente, donde el termostato fijo se comunica por wifi o bluetooth con otro termostato portátil, similar a las estaciones meteorológicas digitales que ponemos en casa. De este modo, cuando llevamos el termostato portátil a la zona más fría, pasa una orden al fijo para que impulse más aire en esta zona.

Si lo llevamos a la zona donde más da el sol, da la orden al termostato fijo de que impulse menos aire o se pare, pues hay exceso de calor. Normalmente estas instalaciones domóticas modernas suelen estar basadas no en conductos de distribución de aire sino en bombas de calor colocadas en distintos puntos y que se activan según requerimiento del termostato inteligente.

Tienen la ventaja de que, aunque los aparatos son caros y si la superficie a calentar es grande se requerirá de más de un compresor, la instalación no precisa hacer un falso techo de obra para los conductos. Además, nos ahorramos tener que usar de aislante la siempre polémica lana de vidrio, por no citar los problemas de limpieza de los conductos, que suelen ir cargados de polvo y ácaros y requieren un mantenimiento.

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