Cecilia, socia y lectora de eldiario.es, nos escribe el siguiente texto: “me interesa mucho el tema de los plásticos, más ahora mismo que está en todos los medios y por las noticias tan terribles de los mares y sus animales tan afectados por este material. Una cosa que me parece muy importante e interesante, y que no se habla de ello, es que todas y todos compramos, usamos, tiramos constantemente bolsas de la basura; por ningún lado he oído o leído si son biodegradables y podrían informar si son buenas para seguir usando. ¿Hay en algún mercado bolsas de basura biodegradables?”
Lo cierto es que en algunos supermercados, en efecto, se pueden comprar bolsas con distintos niveles de biodegradabilidad según los materiales de los que estén hechos. Las hay desde las fabricadas con fibras de materiales vegetales, que se degradan en apenas 18 meses y pueden entrar en la cadena trófica marina, a otras que destruyen el plástico en microfibras merced a contar con determinados aditivos, o bien las clásicas bolsas reutilizables y lavables que tienen numerosos usos.
Sin embargo, la mayoría de asociaciones ecologistas parecen estar descontentas con estas alternativas y las consideran solo soluciones a medias cuando no aseguran que pueden incluso incrementar la huella ecológica. Así lo cree la propia ONU. Veamos a continuación los pros y contras de cada una de las opciones.
1. Bolsas biodegradables
Están fabricadas con materiales orgánicos y degradables como almidón de patata o de maíz, que se entremezclan con fibras o bien sintéticas degradables o bien con fibras de petróleo. En el primer caso las bolsas son bastante más ecológicas, pues se degradan en el espacio de 18 meses de manera efectiva y total, no afectando al medio acuático, que es donde van a parar la mayor parte de los plásticos que no se reciclan o se incineran.
En el segundo caso su valor ecológico, según se denuncia en la página rciclo.es, es mucho más relativo, ya que la fracción que corresponde a fibras derivadas el petróleo no se degrada en cientos de años, pero sí permite que el plástico en sí se descomponga en microplásticos, cuya presencia es en apariencia menos devastadora pero que van a parar a la cadena trófica, con sus consiguientes problemas de bioacumulación de metales pesados, ya que los derivados del petróleo son ricos en ellos.
Un problema adicional es que el fabricante no suele distinguir entre un tipo y otro y el consumidor no sabe por cuál está optando, solo que tienen una base de fécula o de maíz, etc. Los ecologías tampoco ven estas bolsas como la alternativa ideal debido a que un salto drástico a su uso supondría dedicar gran cantidad de hectáreas al monocultivo de los vegetales que les sirven de base, con el consiguiente consumo de recursos de agua, pesticidas, herbicidas, etc. Así lo explican los activistas de la página vivir sin plástico.
2. Bolsas compostables
Son quizás la alternativa menos dañina para el medio si no tenemos en cuenta lo que supondría su uso masivo. Están casi completamente fabricadas con materiales biodegradables que además se degradan a una mayor velocidad en una planta de compostaje, pasando en su totalidad a ser compost, que sirve para abonar campos donde se podría general nuevo material vegetal para seguir el ciclo.
El problema es que no hay una política clara de las redes municipales de reciclaje para lograr que estas bolsas lleguen a las plantas de compostaje. Lo normal sería que las utilizáramos para los restos orgánicos y lanzáramos estos en el contenedor correspondiente, ya que son residuo orgánico. Pero la confusión con otras bolsas no compostables, frecuente según se denuncia por culpa de una correcta política de etiquetado, provoca que se mezclen y se estropeen partidas enteras que no llegarán a la planta de compostaje.
3. Bolsas degradables
No se trata de bolsas biodegradables sino que son de los plásticos comúnmente usados (tereftalato de polietileno, cloruro de polivinilo, etc.) pero llevan añadidas algunas sustancias que aceleran su degradación a la luz solar, el oxígeno, etc. Se descomponen en microfibras de plástico que cuando son menores a 5 milímetros, se denominan microplásticos. En Diez preguntas sobre los microplásticos que conviene aclarar ya explicamos sus muchos inconvenientes.
Dentro de este grupo se encuentran las oxo-degradables, que cuentan con el aditivo d2W, que puede aparecer en el etiquetado, para degradarse a mayor velocidad. Muchas de las bolsas que los supermercados denominan biodegradables son realmente de este tipo de plástico que proviene de materias primas no renovables y que seguramente acabarán convirtiéndose en microplásticos.
4. Bolsas reutilizables
Son bolsas de polietileno más gruesas y sólidas, que permiten su lavado y su empleo de nuevo por una media de unas 15 a 20 veces. El problema que tienen es que una vez gastadas, al ser más gruesas contienen más polietileno y su degradabilidad es muy lenta, con lo lo único que hacen es reducir el número de plásticos pero el problema de su acumulación.
5. Bolsas de tela
Se pueden utilizar numerosas veces porque se pueden lavar a no ser que se expongan demasiado a productos muy ácidos. La idea es tirar la basura y conservar las bolsas, que se lavarán en casa. Por otro lado, al ser de algodón, se degradan -aunque no con la rapidez deseada- siempre que no contengan fibras de petróleo o bien demasiados estampados que aporten tintas con plomo, disruptores endocrinos u otros metales pesados.
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