Como podemos apreciar en muchas teterías, cafeterías y hasta supermercados, hay numerosos tipos de tés, aunque todos proceden de la camellia sinensis, una planta originaria de China que se ha ido expandiendo por Japón, India, Sri Lanka, Kenia y Turquía.
Dado que cada país (e incluso cada productor) ha ido aplicando distintos procesos a las hebras u hojas del té, como la fermentación, la oxidación o la fijación, hoy en día, en todo el mundo, podemos disfrutar de cantidad de tés con cualidades organolépticas y propiedades de lo más diverso.
Entre las cuales destacan sus beneficios para la salud, por nombrar algunos que tienen todos en común: su poder metabólico, antioxidante y estimulante, que responden a sus composiciones químicas, principalmente, la teína que les es consustancial; por eso el rooibos no se puede considerar té, sino infusión, dado que no lleva teína.
Ahora bien, como no todos los tés tienen las mismas virtudes ni valen para todo, vamos a especificar uno por uno cómo son y qué características definen a los tés más extendidos y fáciles de encontrar, si no en supermercados, en tiendas de té especializadas, que en todas las ciudades hay alguna que se ha sumado a la tendencia.
El té verde
Es el que más te sonará y destaca por su bajo grado de oxidación, pues sus hojas solo pasan, tras su secado, por un ligero tostado al vapor, en el caso de Japón, donde saben más vegetales. O en un wok, en el caso de China, donde saben más florales. En cualquiera de ellos encontrarás frescor, ligereza; un buen maridaje desde el desayuno hasta una bandeja de sushi.
Entre sus propiedades, es de los más nutritivos en antioxidantes, minerales y vitaminas, es bajo en teína, previene enfermedades hepáticas, cardiovasculares, infecciones de oídos y resfriados, el Parkinson y el Alzheimer.
Ayuda a fortalecer los huesos, a combatir el colesterol, el envejecimiento y el sobrepeso, incluso las caries y la artritis. Entre los japoneses, el que más propiedades tiene es el Matcha, aunque el de diario es el Sencha. Y entre los chinos, son famosos Gunpowder, Longjing y Biluochun.
El té rojo
También conocido como Pu- erh o Hei Cha, es el té de los emperadores, según sus productores chinos, que lo descubrieron intentando hacer más longeva la conservación del té verde mediante su fermentación. Y, como su cultivo es muy selecto en zonas muy concretas de la provincia china de Yunnan, el auténtico se rige por las normas de una especie de Denominación de Origen.
Lo puedes hallar crudo o madurado, pero en todo caso son terrosos, con un sabor como a hongo o a pescado ligeramente pasado. Como matiz, ojo, que en Occidente hemos intercambiado los nombres del rojo y el negro con respecto a cómo los llaman sus productores, los asiáticos.
El té negro
Pasa por una oxidación más larga, por eso fue el primero en aguantar su exportación de China a Europa. Es el más intenso en aromas, en sabores a tostado, a cacao y a malta; y se cree que contiene más cafeína que los demás, por lo cual es perfecto para estimular todos los procesos inmunológicos y cerebrales, desde la atención y la concentración pasando por la memoria y el análisis de la información.
Además, es diurético y aligerará tu sensación de pesadez estomacal. De su familia india son el Darjeeling o té moscatel y el Assam. Y de procedencia china son Lapsang Souchong, Dianhong y Keemun. También hay mezclas especiadas como el Earl Grey británico y el Chai Tea.
El té blanco
Es un té de sabor suave, el menos procesado y más delicado de todas las variedades; su proceso es mínimo, pues solo pasa por el secado tras su recolección de las hojas más selectas y grandes del té. Curiosamente, en China se le atribuía no solo el poder de la eterna juventud sino incluso el de la inmortalidad, por su elevada carga de antioxidantes.
Pero como mortal te puedes conformar con que te proteja de enfermedades hepáticas, cancerígenas y cardiovasculares, ya que cumple con las mismas virtudes del té verde, te ayude a bajar de peso y a subir el ánimo. Algunas de sus variedades son Aguja Plateada o Peonía Blanca.
El té azul u oolong
Lleva un proceso de semifermentación y sus hojas pueden tener más o menos tiempo de oxidación, lo cual cambia los sabores, dejándolo a medio cambio entre el té verde y el rojo. Los tés azules, cuanto menos se oxidan, más dulces y florales resultan. Y viceversa, cuanto más tiempo de oxidación, más intensos. Por eso es un té para ya iniciados, porque te revolucionará el paladar con diferentes matices.
En cuanto a sus beneficios, como la mayoría de tés, acelera el metabolismo, aminora el coelsterol LDL en sangre, y por lo tanto, protege de enfermedades cardiovasculares, es antioxidante y mejora la epidermis, además de la digestión. Variedades suyas son Da Hong Pao, Tieguanyin y Jinxuan.
El té amarillo
Es una rara variedad china que surge de una baja oxidación en paquetitos de papel y tela, humedecidos por un tratamiento con vapor, de forma que queda amarillo y más suave y ligero que el verde, más sutil, por lo cual es más caro. Te ayudará a concentrarte y a estudiar, es rico en flúor, diurético, revitalizante y antioxidante. Tiene derivados como Junshan Yinzhen y Huoshan Huangya.