Nos acercamos al lineal de la cerveza con el cometido férreo de hacer nuestra compra más sostenible para el planeta. ¿Cojo el botellín de vidrio o la lata de cerveza? ¿O me voy de cañas? Estilismos y gustos aparte, resulta que nuestra elección del envase le importa al medio ambiente. Y aunque las latas se han ganado la fama de ser más sostenibles que el botellín, cuando se trata de proteger el planeta, la respuesta nunca resulta tan inmediata.
Admitámoslo: todos los tipos de cerveza nos gustan. Gracias a la última memoria de la patronal cervecera (PDF), descubrimos que los españoles tomamos de media 46,4 litros al año, 35,7 millones de hectolitros entre todos que en 2016 pusieron en el mercado -y en el planeta- nada menos que 5.000 millones de envases.
Has leído bien: 5.000 millones de botellines (el 57% de los recipientes) y de latas de aluminio (el 43%) solo para conservar la cerveza, la bebida fría más consumida en la hostelería nacional. Todo esto hace plantearse si hay forma de irse de cañas y cuidar mejor del planeta.
El botellín: pros y contras cerveceros
Las botellas de vidrio pueden, en teoría, reutilizarse indefinidamente sin perder calidad; un punto importante a su favor. Y en España recuperamos el 76,5%, dice Ecovidrio. Aunque en la práctica no se producen botellas de vidrio 100% reciclado: el típico botellín o botella de color oscuro o topacio está hecho con 70% de material reciclado, dice la patronal cervecera. Un contenido parecido al que tienen las de color verde, pero las hay que contienen bastante menos: es el caso de las botellas de cerveza más claras o transparentes, cuyo contenido de material reciclado ronda entre el 10-15%.
Cuanto mayor es el contenido de vidrio reciclado del botellín, mejor para el planeta. Aunque por desgracia, esta información aún no viene detallada en los envases. Además, la botella de vidrio también contiene sílice (arena), un elemento abundante, cuya obtención en minería en principio, suele implicar un reducido impacto ambiental. Todo esto suena bien; pero ningún envase es inocuo y todos tienen su impacto en el planeta.
Resulta que el vidrio es un material pesado. Mientras que una lata de 33 centilitros pesa 11 gramos (gr), el botellín típico de 20 centilitros ya pesa 185 gr: casi 17 veces más. Y cuanto mayor capacidad tiene la botella de vidrio, más aumenta el peso del envase: el tercio o botella de 33 centilitros típico pesa 225 gramos. Por eso, transportar 1.000 botellines en un camión consume más combustible que transportar 1.000 latas; y también deja más emisiones de CO2 y otros contaminantes en la atmósfera durante el transporte.
Hay más: el vidrio también necesita un empaquetado de cartón más grueso para que las frágiles botellas de vidrio no se rompan por el camino. Todo esto hace que, de media, transportar la cerveza en botella de vidrio emita un ecoe de emisiones de gases de efecto invernadero más que la lata.
La lata de cerveza, ¿tan buena como parece?
Ya hemos visto que la lata de aluminio resulta un envase mucho más ligero que el botellín; un aspecto que reduce emisiones durante su transporte. La desventaja: para fabricar aluminio se necesita bauxita, una roca sedimentaria que se extrae con minería a cielo abierto; y cuyo proceso deja toneladas de lodo tóxico que contaminan los acuíferos, además de suponer un riesgo para los humanos, animales y todo el ecosistema.
Una lata de aluminio que contenga un alto porcentaje de contenido reciclado sería una victoria para el planeta: el aluminio es un material infinitamente reciclable -recuperamos el 86% en España- que no pierde sus características. Además, usar aluminio reciclado hace el envase más barato y resulta incuestionablemente mejor para el planeta.
Pero el porcentaje de material reciclado que contiene cada lata de cerveza parecer ser uno de los secretos nacionales mejor guardados: ni la patronal cervecera, ni Ecoembes (que gestiona estos residuos) ni los fabricantes de latas dicen conocerlo. “Puesto que el aluminio reciclado es indistinguible del fabricado con materia prima virgen, es imposible determinar ese porcentaje”, zanja Juan Ramón Meléndez, director de la Asociación de Latas de Bebidas, la entidad que engloba a los fabricantes.
Sí sabemos que, según la Asociación del Aluminio, las manufacturadas en Estados Unidos contienen de media un 70% de material reciclado. Además, el proceso de refinamiento resulta muy caro en términos energéticos. Para hacernos una idea: los expertos estiman que obtener aluminio nuevo necesita quince veces más energía que producir vidrio desde cero. Por eso, aunque la cantidad de material reciclado de la lata de aluminio resulta considerable, si comparamos los dos envases en función de la energía que precisan durante su producción, el botellín gana a la lata por goleada.
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