El chupete ha sido desde hace mucho años, y sigue siendo, objeto de controversias. Con mucha frecuencia se han destacado las posibles consecuencias negativas que su uso -sobre todo si es prolongado- podría causar en los niños. Pero también hay quienes defienden su empleo, sobre todo a partir de que, hace algunos años, el chupete comenzara a mencionarse como posible factor preventivo contra el síndrome de muerte súbita del lactante (SMSL). ¿Qué dicen los expertos?
Se debe destacar, en primer lugar, que el chupete satisface uno de los instintos básicos del bebé durante sus primeros meses de vida: el reflejo de succión. La función de este reflejo, por supuesto, es que el niño pueda succionar el pezón y así poder recibir el alimento del pecho materno. Además de permitirles alimentarse, la succión brinda a los bebés consuelo y tranquilidad.
Como explica la Asociación Española de Pediatría (AEP) en un documento sobre Uso del chupete y lactancia materna, el chupete “calma el llanto del bebé, ayuda a conciliar el sueño y reduce el estrés y el dolor, situaciones que provocan preocupación y ansiedad en los padres”. No es casual que la palabra en inglés para denominar a este adminículo sea pacifier, algo así como “pacificador”.
El reflejo de succión es el que hace que muchos bebés se lleven el dedo a la boca, incluso desde antes de nacer: algunos incluso nacen con un callo en el pulgar, debido a la intensidad con que lo chupan. En tal sentido, se suele decir que el uso del chupete es positivo, ya que se le puede quitar al bebé en cualquier momento, a diferencia del dedo, que el niño siempre sabrá dónde encontrar.
Por otra parte, si bien -como se verá- uno de los riesgos del uso del chupete es que se produzcan deformaciones en la boca del niño, estas se corrigen de manera espontánea si el chupete se abandona antes de los 3 años de edad. Por lo tanto, hasta que el pequeño cumpla esa edad, esta tampoco sería una objeción válida.
Cuándo ofrecer el chupete a los bebés
¿A partir de cuándo dar chupete al niño? En este sentido, la AEP es taxativa: se debe evitar durante los primeros días de vida en los recién nacidos amamantados. La razón es, como la forma de succionar el chupete es diferente a la de succionar el pecho: el uso del primero “hace más difícil que el bebé aprenda a mamar de forma eficaz”. Al bebé le cuesta más agarrarse al pezón, lo cual tiene dos consecuencias negativas: que no obtenga toda la leche que necesita (y que, por ende, no gane peso o incluso lo pierda) y que los pezones se agrieten, causando dolor.
Cuando la lactancia ya se ha establecido -entre las 4 y 6 semanas de vida del bebé-, el chupete no se desaconseja, “aunque es de esperar que prefiera a su mami calentita que huele tan bien a leche, antes que a un pedacito de plástico”, afirma el Comité de Lactancia Materna de la AEP en su apartado de preguntas frecuentes.
El chupete, ¿enemigo de la lactancia materna?
Por otra parte, un artículo del mismo Comité, publicado en la revista especializada 'Anales de Pediatría', apunta que muchos estudios han hallado una asociación entre el uso del chupete y una menor duración de la lactancia materna. Esto ha sido atribuido a tres factores diferentes. En primer lugar, el hecho de que “al satisfacer la necesidad de succión con el chupete, disminuye el estímulo y el vaciado del pecho materno”.
Esto conduce a una reducción de la producción láctea que podría condicionar un destete precoz“. Debido a ello, el chupete debería relegarse -aseguran los pediatras- a situaciones aisladas, como cuando la madre está ausente, conduciendo, etc. El segundo, el síndrome de confusión entre los diferentes modos de succionar el chupete y el pezón. El tercero, que en realidad el chupete no sea causa del destete, sino solo ”un marcador de dificultades en la lactancia o de una escasa motivación para lactar“.
El hallazgo de una asociación entre el uso del chupete y una más baja probabilidad de síndrome de muerte súbita del lactante llevó a revisar algunos de los cuestionamientos en contra del empleo de este artículo. Según los expertos de la AEP, “se desconoce el mecanismo por el cual el uso del chupete puede reducir el SMSL, o su falta de uso aumentarlo”. Pero especifica que “la evidencia científica disponible ha mostrado una asociación” entre ambos factores, “sobre todo durante el sueño”.
Por ello, se recomienda el uso del chupete, en particular los niños lactados de manera artificial y mientras duermen, hasta los doce meses de edad. Es durante ese primer año cuando es mayor el riesgo de SMSL, así como la necesidad del pequeño de succionar.
Riesgos del uso prolongado del chupete
Uno de los mayores riesgos del uso del chupete más allá del tiempo recomendado son las deformaciones en la boca del niño. Si este hábito se extiende hasta los seis años de edad, los problemas son variados: los dientes centrales inferiores se desvían hacia dentro, mientras que los superiores se separan y desvían hacia fuera.
Además, las arcadas dentarias inferior y superior pierden la alineación correcta y dan lugar a una mordida alterada, cruzada o abierta. Y también el paladar se deforma y estrecha. Así lo especifica el pediatra Domingo Barroso Espadero, miembro de la Sociedad de Pediatría de Atención Primaria de Extremadura.
Otros investigadores han señalado otros riesgos, como posibles trastornos en el habla. Según un trabajo realizado por científicos de Estados Unidos y Chile, los niños que usaron chupete durante tres años o más tuvieron hasta el triple de probabilidades de padecer dificultades para pronunciar ciertos sonidos o palabras. Tales problemas se debieron, según la hipótesis de los investigadores, a que la presencia del chupete (o de un dedo) impidió que algunos músculos de la boca se desarrollaran con normalidad.
También se ha señalado como un posible riesgo del uso del chupete la aparición de otitis media. Un estudio estimó que las posibilidades de padecer este problema serían de un 20% a un 30% superiores en los niños que usan chupete en relación con los que no. Sin embargo, esta afección es muy infrecuente durante el primer año de vida, por lo cual, si se tiene en cuenta el consejo de los pediatras de no llevar más allá de los doce meses de vida el uso del chupete, este riesgo aparece como improbable.
En suma, los riesgos se asocian sobre todo con el uso del chupete en momentos en que no corresponde: antes del afianzamiento de la lactancia materna y después del año de vida, y en particular después de los tres años. En cualquier caso, se debe procurar, como pide la AEP, que los padres cuenten con información equilibrada y no sesgada respecto de los beneficios y perjuicios del uso del chupete. Ellos son, desde luego, los responsables en último término.
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