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Claves para que el perro acepte sin problemas al nuevo bebé en casa

Las mascotas son una presencia especial en cualquier casa, y lo son sobre todo para los niños. Según un estudio sobre Niños y animales publicado en 2015, el 94 % de los niños se siente mejor con un animal cerca. El documento -publicado por la Fundación Affinity, una organización dedicada a difundir los beneficios de la convivencia con animales para la salud y el bienestar de las personas, aunque dependiente de una empresa de piensos- destaca que lo que los pequeños más valoran es la compañía, la alegría, la diversión y el cariño que las mascotas proporcionan.

De cada diez niños, nueve dijeron que dedicarían parte de su tiempo a cuidar a sus mascotas, ocho que darían su juguete por ellas y cinco que renunciarían a jugar con sus amigos a cambio de estar con sus animales. No solo eso: las mascotas ayudan a los niños incluso antes de que estos sean conscientes de ello. De acuerdo con una investigación de científicos finlandeses, el contacto con perros y gatos durante el primer año de vida fortalece el sistema respiratorio.

Los niños que han tenido compañía animal durante sus primeros doce meses sufren un 44 % menos de infecciones de oído y necesitan antibióticos en un 29 % menos de los casos. Así lo refieren las conclusiones del trabajo, que analizó los casos de 397 niños y fue publicado en la revista especializada Pediatrics.

El caso es que esa convivencia entre bebés y mascotas no siempre resulta fácil. La llegada de un nuevo miembro a la familia (a la manada, desde el punto de vista del animal) puede ser difícil de asimilar, sobre todo para los perros. ¿Cómo hacer para que el perro acepte al bebé y se adapte sin mayores problemas a la nueva situación? A continuación se detallan algunos consejos.

Preparar al perro antes de la llegada del bebé

Lo conveniente es que el trabajo con el perro comience antes de la llegada del bebé. En primer lugar, hay que observar sus conductas y valorar si pueden o no ser problemáticas cuando se agrande la familia: si saluda con demasiada efusividad y podría lastimar al niño, si es demasiado inquieto y le cuesta obedecer, si carece de un espacio propio, etc. Si es posible corregir tales hábitos, los nueve meses del embarazo son el momento oportuno para hacerlo.

En esta instancia también es posible prever qué cosas que se hacen con el perro deberán interrumpirse (al menos de forma temporal) a partir del nacimiento. Para evitar los cambios demasiado bruscos, se puede aprovechar ese lapso para cambiar la rutina poco a poco. También se puede procurar que el animal se adapte de manera gradual a los nuevos sonidos, sobre todo al llanto del bebé. Es posible hacer que el perro escuche algún lloro grabado, para que reducir el número de nuevas experiencias a las que tendrá que acostumbrarse cuando el bebé por fin esté en la casa.

Otra recomendación -apuntada por la veterinaria y etóloga Gabriella Tami en un artículo publicado por la Fundación Affinity- consiste en acostumbrar al perro a las manipulaciones. Y es que el niño, nada más empiece a explorar el mundo que lo rodea, tenderá a tocar y tironear las orejas, la cola, el pelo y otras partes del cuerpo del perro. El instinto del animal puede interpretar estos gestos como agresiones. Por eso, es aconsejable preparar al perro, casi como un juego, a este tipo de contactos.

Por lo demás, es bueno saber que los beneficios que los perros proporcionan a la salud del niño comienzan ya desde el embarazo. Un estudio publicado en 2017 por científicos de la Universidad de Alberta, en Canadá, basado en el análisis de 746 bebés, comprobó que la compañía de animales durante la gestación reduce el riesgo de que esos niños padezcan alergias y sobrepeso e incluso neumonía y meningitis. ¿Por qué? Debido a que la presencia de perros y gatos hace que las embarazadas desarrollen en mayor cantidad unas bacterias intestinales llamadas Ruminococcus y Oscillospora, bacterias que pasan luego a sus hijos y fortalecen su sistema inmunitario de estos.

Con el bebé ya en casa

Tras el embarazo llega el momento crucial: el bebé en casa. El perro, como el resto de la familia, debe adaptarse a su presencia. En esta situación es normal dedicar al perro menos tiempo y atención que antes, pero conviene tomar algunos recaudos para evitar malos ratos. Lo más importante es que el perro pueda asociar al niño con buenos momentos para él.

Hay que evitar desentenderse de la mascota o regañarla en exceso cuando el bebé está despierto y solo ocuparse de ella cuando el niño duerme. Por el contrario, conviene que, aun cuando el bebé está despierto, el animal siga recibiendo caricias, juegos y otras muestras de cariño, además -por supuesto- de que se atiendan sus necesidades básicas: dos o tres paseos diarios, comida y atención veterinaria, si la necesita.

Tal como le sucederá al niño más adelante, el perro tendrá sus propias necesidades de exploración. Su forma de conocer al nuevo habitante de la casa será a través de la vista y sobre todo el olfato. Hasta es posible que quiera lamerlo. Hay que evitar regañarlo por este deseo de acercamiento y, siempre con la supervisión de un adulto, permitírselo: es importante que el animal sacie su curiosidad. Incluso en ocasiones se puede acercar al perro, antes de que se acerque por primera vez, alguna prenda que haya usado el bebé para que empiece de ese modo a familiarizarse con su olor.

Es bueno que el perro pueda correr y realizar mucha actividad cuando lo saquen a pasear. El gasto de energías lo ayudará a reducir el estrés y la ansiedad, propios de situaciones de cambios como la llegada de un nuevo miembro a la familia, y luego le costará menos el descanso, más allá de los ruidos y los ajetreos en la casa. De esta manera, también habrá menos posibilidades de que manifieste los síntomas más común del estrés en los perros: romper cosas para llamar la atención, mostrarse demasiado irritable o tener comportamientos agresivos que no hubiera manifestado hasta entonces.

Por cierto: un estudio del año pasado confirmó que, para que los perros nos hagan caso, el recurso más eficaz es hablarles de forma similar a como se habla con los bebés y los niños pequeños. Según los científicos del Reino Unido autores del trabajo, ese tipo de discurso refuerza el vínculo entre humanos y mascotas. Un dato que, para las familias con un bebé en casa, puede ser práctico e interesante.

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