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¿Cuál dirías que es el lugar más contaminado de una casa? Seguramente te responderás que el sanitario y tendrás razón. ¿El siguiente? No lo dirías nunca pero... ¡es la nevera! Así lo certificó un estudio de 2010 sobre higiene en los hogares. El mismo analizó 180 hogares en Australia, Canadá, Alemania, India, Malasia, Arabia Saudita, Sudáfrica, Reino Unido y Estados Unidos. Los resultados revelaron que el 70% de las tapas de sanitarios estaban contaminadas en algún grado. También que el 40% de las neveras tenían poblaciones bacterianas o moho con capacidad para afectar a los alimentos conservados.
Por supuesto, muchos de los propietarios de dichas neveras no eran conscientes de tal percance y creían que sus frigoríficos estaban inmaculados. Pero no siempre funciona la máxima de “si no lo veo es que no existe”, y en no pocos casos las poblaciones contaminantes se escondían en los lugares más recónditos, se alimentaban de pequeños restos olvidados o nadaban en diminutas charcas de líquido segregado por alguna carne, fruta o verdura mal guardada. ¿Estás seguro de que en tu frigorífico no anidan también estos pequeños enemigos de la salud humana?
Una flora y fauna variada y sorprendente
Entre los patógenos más frecuentes en neveras se encuentra la bacteria fecal Echerichia coli, que suele venir del exterior mediante la contaminación de las bolsas de plástico que guardan el alimento, y especialmente si estas han estado en contacto con bolsas de la compra reciclables. El estudio arriba citado constató un alto índice de poblaciones de esta bacteria en ellas, ya que no suelen lavarse tras transportar los alimentos, algo que sí debería hacerse.
Otra bacteria común en los espacios fríos es Aeromonas hydrophila, que prospera en el pescado y el marisco cuando comienzan a segregar líquidos... También Listeria monocytogenes es feliz en el queso fresco, los embutidos, las carnes y la leche que pasa demasiado tiempo abierta. Finalmente, Yersinia enterocolitica se puede dar en productos cárnicos como el cerdo. Todas ellas generalmente se encuentran en cantidades bajas y es raro que nos puedan generar algo más que una noche de dolor de tripa.
Sin embargo, conviene no cederles terreno, ya que su acción acelera la descomposición de los alimentos y por tanto hace a la nevera menos eficiente en su función de conservarlos. Adicionalmente pueden causar, junto al moho de las rebanadas de pan inglés olvidadas, o el ácido butírico de la mantequilla rancia, los característicos malos olores que atacan nuestro olfato al abrir de golpe algunos frigoríficos poco higiénicos, léase la 'clásica nevera de piso de estudiantes'.
Pero no acaban aquí las invasiones bárbaras, y conviene citar todo tipo de larvas que se encuentren en productos incorrectamente manipulados y que resisten las bajas temperaturas arropados por el calor de la carne, el pescado o los embutidos. Luego nos extrañamos si al abrir la nevera salen moscas volando... Para rematar este elenco de horrores, habría que añadir los pobladores de la parte trasera, por donde el compresor expulsa el calor que se extrae de la nevera. Allí habitan felices las cucarachas germánicas, la variante más pequeña y alargada de este insecto que deja sus huevos justo debajo de nuestro frigorífico.
Y bien: tras este repaso, quizá es el momento de plantearnos no esperar a que la UNESCO declare nuestra nevera 'Reserva de la Biosfera' -tampoco al 15 de noviembre, Día Mundial de la Nevera Limpia- y lanzarnos ya a por los trapos y fregonas para darle un buen repaso a nuestro frigorífico. La tarea es sencilla, pero no tanto como parece, y conviene tener en cuenta el protocolo que a continuación se relata.
Limpiar la nevera en ocho pasos
- Desenchufaremos el aparato de la corriente. Al menos lo desconectaremos parcialmente dejando el frigorífico en funcionamiento. De este modo podremos trabajar cómodamente sin gastar energía y sin el estresante pitido que nos avisa de que la puerta lleva demasiado tiempo abierta.
- Dispondremos una solución de vinagre aguado y varios trapos limpios. Se usa este producto porque es natural y no deja restos tóxicos ni sintéticos en la nevera tras su limpieza. Si por culpa de manchas o incrustaciones nos vemos obligados a usar amoníaco o lejía, inmediatamente después empaparemos la zona con agua y vinagre y luego la secaremos bien. También debemos evitar el estropajo que usamos en la cocina, que suele estar bastante contaminado. Aunque podremos usarlo si lo metemos durante dos minutos en el microondas.
- Empezaremos abriendo la puerta de la nevera y estudiando el estado de las gomas. Es muy importante fijarse en ellas y limpiarlas con abundante agua y vinagre, pues son la principal barrera a la entrada de calor en el frigorífico. Unas gomas sucias tenderán a resecarse y corroerse, con lo que perderán su elasticidad y eficiencia.
- Tras dar un buen repaso a las gomas, pasaremos a vaciar el frigorífico. Aprovecharemos para hacer tareas de arqueología doméstica: las mermeladas con más de seis meses, a la basura; los ajos que compramos en junio y que ya apuntan flor, fuera; eso verde que un día fue una hermosa naranja, a la cesta de orgánicos. Y lo mismo con el Ketchup, la mostaza, etc. Sí decidimos que alguno de estos productos puede volver adentro tras la limpieza, es fundamental lavarlos bien por su cara exterior con agua y vinagre y secarlos, de modo que eliminemos las excrecencias de los tapones y las tapas, ya que son una fuente contaminante. También, los frescos que regresen deberán hacerlo ordenadamente, limpios, secos y separados en bolsas transpirables o tuppers.
- Una vez vaciado el frigorífico, desmontaremos, estantes, hueveras, cajones y cajas de lácteos. Si tenemos un lavavajillas a mano y caben, genial; nos asegurará un lavado higiénico y a fondo. En caso contrario, los limpiaremos con un trapo limpio aplicando vinagre aguado y los secaremos con otro seco, que destinaremos exclusivamente a los secados.
- Mientras los elementos desmontables se secan, nos meteremos a fondo con vinagre. Procuraremos repasar todos los rincones de la nevera que no se nos antojen lo bastante blancos. Después los secaremos a conciencia. Es mejor evitar estropajos para no dañar la superficie y dejar microsurcos donde podrían asentarse nuevas civilizaciones microbianas.
- Ya limpio el interior, volveremos a colocar todos los elementos en su sitio adecuado y cerraremos.en su sitio adecuado Antes de enchufar de nuevo, daremos un repaso a la cara exterior, sobre todo a las asas de apertura, que es donde va la contaminación de las manos. Aquí sí podemos usar productos de limpieza estándar.
- Después desplazaremos el frigorífico un poco para comprobar que no haya debajo huevos de cucaracha. Si los encontrásemos, deberemos dar la vuelta al aparato -siempre estando desenchufado, pues de lo contrario puede estropearse- y mirar en la parte trasera. En caso de encontrar una población próspera de cucarachas, la mejor solución es aplicar algún plaguicida que vendan en ferreterías o llamar a un profesional.
Para terminar, indicar que deberemos repetir este ritual como mínimo cada tres meses si es que realmente queremos presumir de frigorífico impoluto. Si así lo hacemos, siempre podremos introducir nuestra compra con total tranquilidadnuestra compra.