La pandemia nos trajo nuevas costumbres, entre ellas el pedir la compra por Internet durante el confinamiento, algo que hemos seguido haciendo cada vez más. El comercio electrónico de alimentación se disparó un 175% en España hasta 2021, frente a un crecimiento del 21% del comercio electrónico general. Las grandes cadenas de distribución han aumentado sus ofertas de entrega a domicilio y han surgido muchas empresas de mensajería que se ofrecen a traernos la compra a casa.
Aquí es cuando surge una inquietud. ¿Es sostenible el reparto a domicilio? A cambio de la comodidad de recibir nuestros alimentos en casa, ¿estamos aumentando las emisiones de CO2 y la contaminación en mayor medida que si fuéramos a comprar con nuestro vehículo particular, o estamos ahorrando y ayudando a reducirlas? Afortunadamente, hay estudios científicos al respecto.
En una investigación de la Universidad de Washington en 2012 se midieron las rutas, distancias recorridas y emisiones de los distintos vehículos, comparando las furgonetas de reparto con los coches particulares. En su análisis, descubrieron que los camiones del servicio de reparto producían entre un 20 y un 75 por ciento menos de dióxido de carbono que los correspondientes vehículos personales que hacían un viaje de ida y vuelta al supermercado.
En el estudio también se puso de manifiesto que las empresas ahorraban tiempo y combustible, y por tanto emitían mucho menos (entre un 80% y un 90% menos de dióxido de carbono), si hacían las entregas siguiendo rutas que agrupaban a los clientes, en lugar de atender a las peticiones individuales de los hogares con horarios de entrega específicos.
Tendemos a pensar que los camiones y furgonetas de reparto tienen consumos de combustible y emisiones mayores que las de un automóvil particular, y en efecto, así es.
Sin embargo, las empresas de logística optimizan sus rutas lo más posible usando sistemas informáticos para ahorrar costes, y esto hace que el número de kilómetros recorridos sea mucho menor, como muestra el gráfico que acompaña al estudio.
Otro estudio de la Universidad de Harvard encontró que el uso de los servicios de entrega una vez por semana semana podía disminuir las emisiones en la llamada “última milla” del transporte en un 50% en comparación con conducir para hacer la compra, y que solo con remplazar un tercio de los viajes a hacer la compra por una entrega a domicilio se reducían las emisiones un 20%.
A menudo que pasa por alto que un supermercado consume mucha más energía que un almacén central para el reparto. En las tiendas hay que mantener una temperatura de 20 grados para que los clientes estén cómodos en invierno y en verano, mientras que los alimentos tienen que permanecer refrigerados a cinco grados en mostradores abiertos con enormes pérdidas que consumen mucha energía.
Menos desperdicio de alimentos
La entrega de alimentos a domicilio también reduce la cantidad de residuos alimentarios que se generan durante el proceso de compra. El motivo es que los consumidores tienden a comprar más productos diferentes cuando van a la tienda, simplemente porque los tienen delante de los ojos, y también tienden a olvidarse de cosas, lo que hace necesario un nuevo viaje para comprar.
Por el contrario, la compra por Internet requiere cierta planificación. Los investigadores de la Universidad de Michigan comprobaron que cuando se compra por Internet, es menos probable que se olviden artículos o que se compre más de lo que se necesita, que finalmente termina en el cubo de basura.
También se reduce el desperdicio de alimentos porque en el almacén de donde parte el reparto se conservan mejor y no hace falta reponerlos tanto como en la tienda, donde los compradores los tocan y estropean más.
El reparto de alimentos a domicilio también tiene sus problemas. Uno de ellos es el llamado embalaje secundario para la entrega, como las bolsas adicionales, como las de entrega de congelados, y el material de embalaje.
Se trata de inconvenientes que pueden corregirse con embalaje reciclable, como cajas de cartón, y furgonetas refrigeradas que hagan innecesario reembalar los alimentos congelados.
Otro inconveniente es que los centros de distribución más grandes consumen más energía y están más lejos de las zonas de reparto. Por el contrario, los microcentros de distribución situados cerca de los consumidores podrían reducir las emisiones de última milla entre un 17% y un 26%, según Accenture.
El uso de sistemas de inteligencia artificial para consolidar trayectos y trazar “rutas inteligentes” también proporcionan ahorros, aunque a menudo chocan con el deseo de los compradores de tener ventanas de entrega más estrechas o incluso recibir sus pedidos a una hora exacta.
También hay consideraciones éticas relacionadas con los trabajadores de los almacenes, como evidencian las recientes protestas en el centro de Amazon en Madrid y la crisis de los 'riders', trabajadores por cuenta propia que a menudo usan vehículos propios más contaminantes (excepto los repartos en bicicleta en las grandes ciudades), y sufren condiciones precarias y baja remuneración.
Determinar el impacto medioambiental del comercio electrónico es complicado. La respuesta a si la compra es más ecológica por Internet requiere indagar un poco más en las prácticas de la empresa que hace el reparto, pero en general, podemos preguntarnos lo siguiente:
- ¿Las entregas provienen de un gran almacén lejano o de un centro de distribución pequeño y cercano?
- ¿Quién hace las entregas? ¿Los trabajadores autónomos en sus propios vehículos o los empleados en vehículos de la empresa?
- ¿Entregan en contenedores reutilizables o reciclados?
- ¿Entregan en franjas horarias amplias o estrechas?
- ¿Cómo se trata a los empleados de reparto?
Tanto si compras en persona como por Internet, es una buena idea hacer toda la compra en un solo viaje, por ejemplo, una vez por semana. Eso sí, hay un sistema de entrega imbatible por sus bajas emisiones y sostenibilidad: ir a hacer la compra andando.
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