Una idea circula con fuerza desde hace tiempo y suele ser citada en muchas conversaciones y artículos sobre la comunicación en tiempos digitales: las personas “reaccionamos igual” ante la sonrisa de un emoji que ante otra proveniente de un rostro humano. ¿Es verdad? ¿De dónde surge tal afirmación? El origen de esta noción radica en un estudio realizado hace algunos años por científicos australianos, que llegó a la conclusión de que, cuando una persona ve un emoticono de sonrisa, se activa la misma área cerebral que cuando ve la expresión sonriente de una persona real.
De modo que, en cierto sentido, la afirmación sería correcta. Pero hay que tener en cuenta varios matices. Los investigadores compararon la actividad cerebral de una veintena de personas cuando eran expuestas a imágenes de sonrisas reales, por un lado, y a emoticonos de sonrisa, por el otro. Hay que aclarar que los emoticonos no son lo mismo que los emojis: estos últimos son los pequeños dibujos que se han difundido sobre todo a partir del uso de Whatsapp, mientras que los emoticonos son las meras combinaciones de símbolos que representan una expresión.
Lo que se usó para el estudio fue el emoticono de sonrisa, es decir, la combinación dos puntos, guion y paréntesis de cierre :-) Ambos tipos de imágenes en su posición correcta activaron el área occipital y temporal del cerebro, y lo mismo sucedió con las imágenes invertidas de caras reales. En cambio, el emoticono presentado al revés (-: no generó el mismo efecto.
Esto se debe a que los emoticonos son creaciones culturales y, por lo tanto, no generan una “respuesta neutral innata”, según explicó Owen Churches, director del estudio. El mismo fue publicado en 2014 por la revista especializada Social Neuroscience. El científico añadió que, antes de su uso masivo, “no había razón para que el símbolo :-) activara las áreas sensibles de la corteza cerebral, pero ahora lo hace porque hemos aprendido que esto representa una cara”.
La riqueza del lenguaje corporal
Ahora bien, ¿es esto suficiente para asegurar que las reacciones ante las sonrisas humanas y las de los emoticonos o emojis son iguales? O más aún: ¿se puede decir que las conversaciones de los chats y las que transcurren cara a cara son iguales? Está claro que no. “Una conversación virtual y una que tiene lugar cara a cara son radicalmente diferentes”, explica la psicóloga y psicoanalista Carolina Álvarez Sicilia.
“Cuando dos personas se encuentran cara a cara, emiten y reciben una infinidad de mensajes corporales continuos, que suceden muy rápido y que les impactan de forma directa e inmediata”. “Por el contrario”, continúa Álvarez, “en las conversaciones a distancia, sin contacto visual, no contamos con esa comunicación que transmite el cuerpo; por lo tanto, podemos afirmar que los emojis, por su naturaleza virtual, no pueden transmitir lo que se comunica en el encuentro cuerpo a cuerpo y, en consecuencia, nada puede suplir lo que un cuerpo hace sentir a otro cuerpo”.
Los emojis también se procesan rápido, está claro. Según un estudio del Massachusetts Institute of Technology (MIT), basta con 13 milisegundos (la octava parte de un segundo) para reconocer e interpretar una imagen visual. No obstante, por muchos emojis que se empleen, no pueden suplir en modo alguno al lenguaje corporal.
Entre otros motivos, porque la mayoría de estos pequeños iconos reciben interpretaciones diferentes por parte de unos y otros usuarios, tal como lo comprobaron investigadores de la Universidad de Minnesota, Estados Unidos, en 2016. Todo esto puede producir, desde luego, confusiones y conflictos.
Matices emocionales y posibles conflictos
Este artículo no es, en modo alguno, una diatriba contra los emoticonos ni los emojis. Por el contrario: suelen resultar muy útiles, pues permiten, en infinidad de ocasiones, añadir a las palabras escritas “el matiz emocional que ayuda a interpretarlas”, como indica Álvarez Sicilia. Hay más de 3.000 y hasta existe una Emojipedia. Uno de ellos -la cara con lágrimas de alegría- fue elegido “palabra del año” por el Diccionario Oxford en 2015.
Estos pictogramas han calado tan hondo en nuestra cultura que un año después fue noticia la campaña de los usuarios de la Comunidad Valenciana para que el emoji de la paella auténtica sustituyera al de “arroz con cosas”. En varias regiones de Sudamérica, se celebra que el emoji del mate va llegando a los distintos soportes: ya está en Twitter, en noviembre se habilitará en Facebook y en diciembre se convertirá en el primer emoji latinoamericano en alcanzar Whatsapp.
Lo que conviene tener claro es que son muy buenos siempre y cuando “no se abuse de ellos”, puntualiza Álvarez. ¿Qué sería abusar de ellos? Por ejemplo, tratar con superficialidad asuntos que requerirían mayor implicación emocional, como enviar el emoji de un corazón en lugar de decir a alguien “te quiero” cara a cara. En este sentido, dice Álvarez, “los emojis serían síntoma de una incapacidad para establecer vínculos profundos y sólidos”, algo común en una época en que son frecuentes la “falta de implicación emocional” y las “relaciones fugaces y superficiales”.
Debido a eso, el chat puede ser motivo de problemas, en particular cuando las personas pretenden gestionar situaciones complejas o resolver conflictos por chat. “Intentar resolver situaciones que tienen mucha carga emocional por Whatsapp es casi invariablemente fuente de innumerables malentendidos”, señala la especialista.
Álvarez advierte de que “a veces se usa este medio en situaciones en las que quedar cara a cara debería ser la única opción”. “He escuchado muchos casos de personas que finalizan una relación por Whatsapp, o situaciones aún más brutales, en las que alguien corta a través de un escueto mensaje y luego bloquea a la otra persona”, asegura. ¿Cuál sería entonces su recomendación? “Hacer un uso sensato de los sistemas de mensajería, y no olvidar que, cuando de afectos se trata, lo idóneo es tratarlos personalmente”.
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