Sí, todos aseguramos preocuparnos por la ecología y la sostenibilidad del planeta, y algunos incluso somos seguidores de Tristram Stuart y su movimiento contra los descartes de comida. Pero lo cierto es que la conciencia va por un lado y la coherencia por el otro en muchos de nosotros. Lo que pensamos, no lo practicamos y nos dejamos las luces encendidas por doquier, ponemos el router donde no toca, con lo que derrochamos wifi, o simplemente nos pasamos la vida tirando alimentos que hemos dejado pudrirse o caducar por una especie de negligencia forzada por el ritmo de vida que llevamos.
Y bien: ¿es que acaso podemos hacer algo por remediarlo? Vivimos atrapados en una matriz de obligaciones, falta de tiempo, cansancio y responsabilidades que nos superan; solo falta que nos preocupemos por el estado de los tomates... Pues sí, de los tomates y de otros muchos alimentos, porque en el fondo es bien sencillo evitar tener que tirar alimentos por podridos o caducos. A continuación te proponemos once sencillos trucos que te ayudarán tanto a ahorrar como a ser más consecuente con tus ideas y comer alimentos con mejor salud.
1. El pan, al congelador
¿Compras pan a diario? Es un ritual bonito que a muchos nos gusta por el olor de las panaderías y la sensación de que todavía hay costumbres que no se han perdido. Pero, claro, no todos los días nos comemos una barra de pan, o dos... Siempre sobran ruscos más o menos uniformes que acaban en la basura.
¿No es mejor cortar las porciones a cuchillo, calculando la que vamos a comer y dejando de forma limpia lo que creemos que nos sobrará? Ese sobrante se pone en una bolsa de plástico y se mete en el congelador. El día que lo necesitemos, basta con dejarlo que se descongele y vuelva a su estado natural.
2. El vino, tapado al vacío y al cuarto oscuro
Sí, siempre nos sobra ese culo y medio de botella que ya no nos apetece beber. Y bien, el vino español es barato, pero también muy bueno y somos muchos los que pensamos que es pecado mortal tirar lo que podría ser otro día una deliciosa copa. Así que mejor nos hacemos con tapones de goma y una bomba manual de vacío, que nos quitará el aire de la botella paralizando su oxidación, y tapamos el recipiente.
Después lo metemos en un armario oscuro e incluso en la nevera si se trata de un blanco o un clarete. Siempre podemos sacarlo una hora antes de su consumo y dejar que coja la temperatura. Tendremos el vino en condiciones casi iguales que cuando lo cerramos.
3. Comprar la verdura y la fruta en pocas cantidades
La verdura, en general, tiene dos grandes enemigos: el tiempo y las neveras. Los tomates, los plátanos, las ciruelas, los melocotones o aguacates jamás deben entrar en ella, pero fuera se pasan rápido. Las manzanas, judías, acelgas, espinacas, berenjenas, pimientos y otros, aguantan mejor el frío pero no pasan de la semana sin mostrar esa pastosidad de podredumbre y el aspecto de resecas.
Por lo tanto, no compremos para tirar. Calculemos lo que vamos a consumir en dos o tres días, acerquémonos a una frutería y seleccionemos lo más fresco. Podremos dejarlo todo incluso fuera de la nevera, ya que nuestro paladar lo agradecerá, e ir preparando los platos con la tranqulidad de que no se nos pasarán. A los tres días volvemos a pasar por la verdulería y compramos de nuevo.
4. Comprar varias veces por semana
Este apartado, que se aplica al anterior, aquí se hace extensivo a otros alimentos. De acuerdo, los huevos bien conservados aguantan varias semanas en frío, pero los yogurts, si son de verdad yogurts con bacterias vivas dentro y no derivados lacteos esterilizados, aguantarán menos de una semana. Y lo mismo pasará con otros alimentos naturales, como las bolsas de lechuga cortada. Por lo tanto, si somos carne de súper, evitemos los 3x2 de yogures y las bolsas de ensalada XXL. Siempre que no seamos familia numerosa, claro. Calculemos para consumir en una semana.
5. Comprar la fruta todavía verde
Comprar la fruta algo verde tiene sus ventajas. En primer lugar, evita tener que meterla en la nevera para que nos llegue al final de la semana. En segundo, implica que se puede dejar tranquilamente en una fresquera o en el frutero para que madure bien. Hay alimentos como el tomate, el aguacate o el plátano que no pueden ir a la nevera pero maduran rápido. Comprarlos un poquito verdes nos da libertad para consumirlos cuando queramos.
6. Aprender qué debe y qué no debe ir a la nevera
Como ya se ha comentado, hay ciertas frutas y verduras que se estropean en la nevera, por lo que meterlas por sistema ahí dentro es sinónimo de que acabarán en la basura y además ensucien los cajones. El aguacate se cuaja, el plátano se quema, el tomate pierde su sabor -excepto variedades ácidas como el raf- y los embutidos y quesos se resecan y agrian.
7. Los productos embolsados, a los tuppers
De acuerdo: las bolsas de cortados para ensalada y otros alimentos, como quesos rallados -vigilemos que lo sean realmente- son muy útiles para cargar y manejar y protejen de la sequedad en la nevera. Pero puede que se forme dentro de la bolsa un ambiente de hormonas de maduración, o de excesiva humedad con bacterias, que adelante la putrefacción.
Es mejor sacar de la bolsa el producto, en caso de ser verdura darle un lavado y escurrido y meterlo en un tupper seco. Luego lo podremos meter en la nevera y mejorar su conservación. Es lo que hacen los profesionales en los restaurantes serios.
8. Usar los tuppers para guardar los quesos y los embutidos
En realidad el embutido y el queso pueden ir en la nevera, pero siempre que estén en un ambiente controlado, con una cierta humedad que no se da en las actuales neveras frost. El tupper es el remedio perfecto y prolonga su buen estado semanas e incluso meses.
9. Usar los tuppers para guardar las raciones sobrantes
De nuevo los tuppers son los reyes de la cocina moderna. Si hacemos comida de más y sobra en la bandeja una buena porción, pensemos dos veces antes de mandarla a la bolsa de basura de orgánicos. ¿Qué tal si la metemos en un tupper y la pasamos al congelador? Puede ser una ración que nos apetezca algún día.
10. Buscar recetas para reciclar las sobras
Internet anda lleno de recetas para cocinar cosas estupendas con las sobras de una comida. Desde macarrones a canelones, pasando por múltiples purés, trinchados y ropas viejas, la cocina tradicional siempre ha aprovechado las sobras para hacer ricos manjares. Pero podemos extender nuestro reciclado a ese tomate que se ha casi licuado y que podemos rallar y congelar para una salsa, o a la fruta medio pocha que, cortando lo marrón, servirá para una excelente macedonia al vino rancio. Y así, tirando de ingenio, hay mil posibilidades.
11. La carne y el pescado, directos al congelador en unidades aisladas
Bueno, esto que parece tan obvio, no siempre se cumple: la nevera casi vacía y el congelador casi lleno. Dejamos la compra en la nevera porque cremos que nos la zamparemos en tres o cuatro días, pero luego surgen comidas y cenas con la familia o los amigos, y acaba por oler rarito... Mejor separar los filetes y los peces, el lomo y el calamar, envolverlos en bolsas individuales y directos al congelador.
Luego, si resulta que llega la hora de comer y tenemos todo congelado, no nos apuremos: hay tácticas para descongelar de golpe sin que el producto sufra daños. La mejor es poner a calentar agua hasta los 50º centígrados, no más. Entonces sumergimos la bolsa con el congelado en el agua hasta que notemos la carne blanda, que vendrán a ser unos dos o tres minutos; la sacamos y abrimos la bolsa. Lista para cocinar.
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