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Los gatos están estresados. Al menos, más de lo que solemos pensar. No es extraño que problemas veterinarios como la dermatitis, cistitis y los daños renales resulten cada vez más frecuentes en nuestros felinos, y normalmente todos ellos están relacionados (aunque no solo) con el estrés.
El problema: los gatos pueden sufrir en silencio; de hecho, a la mayoría de quienes viven con un felino les cuesta reconocer los síntomas incipientes de ansiedad en sus compañeros felinos.
El motivo está en sus genes: recuerda que tu gato (como todos) procede del Felis silvestris lybica, un cazador solitario, que depende de sí mismo para sobrevivir. En otros maullidos: sencillamente, tu felino está programado para ocultar su estrés y su dolor.
Eso sí, hasta que inevitablemente acaba por explotar en algo que sí es obvio para ti. Puede que no reconozcas las señales más sutiles del estrés en tu gato, pero definitivamente lo sabrás cuando tu amigo empiece a hacer pis en tu cama. O en tu ropa. O en cualquier otro sitio, menos en su arenero.
¿Por qué mi gato sufre ansiedad?
No lo hace por rencor, ni porque esté enfadado contigo. De hecho, los gatos nos quieren, y mucho, como ya se ha encargado de demostrar la ciencia. Al contrario: estas orinas fuera del arenero resultan una señal frecuente de que algo va mal en el mundo del gato; un llanto territorial de estrés e inseguridad.
Y, sí, lo has adivinado: ni los castigos ni los gritos ni el pulverizador van a hacer que tu amigo se sienta más tranquilo. Todo lo contrario: solo lograrán empeorar las cosas.
Y aunque te coja por sorpresa, mi experiencia como etóloga felina me dice que tu gato te ha estado lanzando señales de su estrés mucho antes de mojar tu cama. No es poca cosa: el estrés crónico afecta a la calidad de vida de tu felino: le impide ser feliz; incluso puede provocarle enfermedades.
Un estudio de 2013 concluyó que las situaciones estresantes (técnicamente, llamadas estresores), como la llegada de un cuidador que tu gato no conoce, retrasos en la hora de la comida o menos tiempo de juego, pueden provocar problemas médicos y de comportamiento en los gatos.
E incluso los gatos sanos, sin problemas previos de salud, empezaron a vomitar, cambiaron sus hábitos de comida (comen más, hasta el sobrepeso; o, todo lo contrario, dejan de comer), e incluso dejaron de utilizar su arenero.
Tu gato es territorial y le gusta la rutina
Pero, ¿por qué los gatos se estresan con tanta facilidad? En parte, seguramente, porque les exigimos demasiado. Aun así, los gatos pueden ser difíciles de leer, cuando no tenemos experiencia.
Mientras que algunos gatos estresados se pasan el día debajo de la cama, otros actúan de forma completamente distinta, y se muestran ansiosos e incluso hiperactivos. O muerden y arañan. No es nada personal: sencillamente, es una reacción innata al miedo. [Aprende qué te pide tu gato cuando te maúlla.]
Cierto: algunos gatos son más ansiosos que otros
Te habrás dado cuenta: mientras que algunos gatos pasean por el mundo confiados y llenos de seguridad (y salen a la puerta a saludar hasta al mensajero cuando nos trae un paquete), otros son más asustadizos. Tiene sentido: tanto su personalidad como sus experiencias previas en la vida explican por qué cada gato es diferente.
Exactamente como nos ocurre a los humanos: algunos gatos son más dados (y sensibles) a padecer ansiedad que otros. Ello se debe, en parte, a su genética; es decir, algunos felinos pueden nacer algo más propensos a padecer ansiedad.
También su socialización, y habituación, durante su etapa de cachorro (sobre todo, de las dos a las ocho semanas de vida) determina cómo será de sensible un gato a determinados estímulos, como el estrés.
Por este motivo, es importante que un cachorro reciba muchas caricias y contacto con distintas personas, animales, manejos y experiencias: estas experiencias le ayudarán a aceptar mejor los cambios cuando se haga mayor.
Cómo ayudar a tu gato con estrés
Igual que nos ocurre a los humanos, todos los gatos quieren sentirse seguros, en control de su entorno, y con opciones y alternativas para decidir dónde pasar su tiempo y cuándo interaccionar, o no, con los humanos y con otros animales.
Nunca castigues a tu gato: sencillamente, no entiende lo que le dices, y solo empeorarás las cosas. Al contrario: intenta jugar más con tu amigo peludo y organizar una rutina de comida interesante: le ayudarás a sentirse más seguro.
Gatificar tu casa, o crear un entorno mentalmente estimulante para tu gato, también ayudará. Añade zonas altas y algún poste de rascado más en el salón. Y no te olvides de proporcionar juguetes felinos, incluidos rompecabezas de comida.
En el mismo sentido: asegúrate de que tu gato tiene sitios tranquilos y seguros donde refugiarse o escapar cuando algo que le dé miedo. Y si necesitas ayuda o te preocupa hacer feliz a tu gato, acude a unas consultas de comportamiento felino. Ah: ¡y no te olvides de limpiar su arenero!
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