Con el otoño llega también la granada, una fruta atípica por su particular forma, distinta a las demás, aunque se asemeja un poco a la manzana, y cuyo consumo nos puede resultar divertido e incluso curioso cuando la partimos por la mitad. De esta fruta, de piel gruesa y un color que va desde el rojo al dorado y que procede del granado, un árbol pequeño, sorprende sobre todo el interior por los numerosos granos rojos, cientos, repletos de semillas.
El consumo de esta fruta, que muchos en oriente han descrito como un símbolo de la fertilidad y la abundancia, tiene una larga tradición y nos deleita con su particular dulzor y acidez. La granada nos sirve para la preparación de numerosas recetas culinarias, sobre todo como acompañante de ensaladas, de yogures, en cereales y otros platos, o también para consumir sola.
Las cualidades nutricionales más sobresalientes de la granada
Cuando abrimos una granada, lo que más llama la atención es la gran cantidad de lo que se conoce como arilos, la parte carnosa del interior, la comestible, que contiene a su vez una pequeña semilla y que comemos entera–la parte comestible es al menos el 50% del fruto, una 40% de arilos y un 10% de semillas–; y resto es la cáscara no comestible. En estos arilos es donde encontramos los nutrientes a los que la granada debe sus diversos beneficios.
Como la mayoría de frutas, si algo tenemos que destacar de la granada es su contenido en agua: un 80% concretamente, y su bajo valor calórico gracias a su escaso contenido de hidratos de carbono. Según datos de la Fundación Española de la Nutrición (FEN), por cada 100 gramos de granada el aporte es de 34 kcal. Por este bajo contenido en calorías e hidratos de carbono es por lo que se considera una fruta de consumo apto para aquellas personas que por cuestiones de salud quieren bajar de peso y para los diabéticos.
Pero si por algo más destaca la granada es por su capacidad antioxidante gracias a los betacarotenos, componentes típicos de frutas y verduras de color anaranjado y verde que contienen potentes propiedades antioxidantes y protegen contra la acción de los radicales libres de oxígeno.
También destaca la presencia de flavonoides del tipo de las antocianinas (delfinidina, cianidina y pelargonidina), antioxidantes responsables de su particular color rojo y que se relacionan con numerosos efectos sobre la salud, como sus propiedades antioxidantes, antiinflamatorias y antiproliferativas, lo que supone que pueden ayudar en la prevención de ciertas enfermedades. Entre ellas, son capaces de neutralizar los radicales libres que promueven las enfermedades y tendrían capacidad de reducir la presión arterial.
En este sentido, una revisión de 2017 publicada en Pharmacological Research mostró que el zumo de granada ayudó a reducir la presión arterial sistólica y diastólica. De ahí que los expertos consideraran prudente incluir la granada en una dieta saludable para el corazón.
Sin embargo, y pese a todos estos resultados, la Asociación Americana del Corazón sostiene que las investigaciones de esta fruta sobre sus efectos concretos en la salud del corazón aún son limitadas. Aunque el contenido de antioxidantes en las granadas podría ayudar a reducir la inflamación y promover la salud de las arterias, no se sabe con certeza cómo afecta esta fruta a las enfermedades cardíacas, por tanto, es necesario estudiar esta relación con más profundidad.
En cuanto a los taninos que contienen la granada, estos tienen propiedades astrigentes y antiinflamatorias, que ayudan en caso de inflamaciones intestinales y que son eficaces, por tanto, en el tratamiento de la diarrea. Son, además, los que proporcionan en la granada esa sensación áspera en el paladar y la lengua.
Destaca también por ser una fruta rica en potasio, un mineral que nos ayuda en la generación del impulso nervioso y la actividad muscular normal y actúa en el equilibrio de agua dentro y fuera de la célula, y en vitamina C, esencial para una buena estructura ósea, cartílagos y que promueve además la cicatrización de heridas. Asimismo, aporta cantidades considerables de magnesio, calcio, fósforo e hierro.
Una granada de tamaño mediano nos ofrece además unos 11 gramos de fibra, que encontramos sobre todo en los arilos, no solo en el jugo. Las cualidades antisépticas y antiinflamatorias se las debe también a su contenido en ácidos como el ácido cítrico, que favorece la eliminación de ácido úrico y sales a través de la orina, y málico, que le da su particular sabor acidulado. Es interesante, por tanto, para casos de gota o litiasis renal.
Cómo elegimos y almacenamos las granadas
Para disponer y disfrutar de todos estos beneficios antes tenemos que seleccionar bien la fruta. Para ello, nos ayudará saber que es preferible elegir las granadas que pesan más, ya que es un indicativo de que tienen una buena cantidad de pulpa y semillas en el interior. Por el contrario, deberemos evitar las granadas que tengan manchas negras en la cáscara.
En cuanto a la conservación, no nos será difícil mantenerlas en buen estado, ya que se trata de una fruta con una vida útil larga, siempre que el almacenamiento sea adecuado: es importante dejarlas en un lugar fresco, seco y bien ventilado, al que no le toque la luz directa. Esto nos sirve para la fruta entera.
En el caso de la fruta una vez abierta y después de haber retirado los arilos, se conservará mejor en la nevera, aunque no más de cinco días, igual que el zumo de granada.