Ir a comprar los alimentos de la semana, o del día, puede ser una tarea entretenida, algo que nos distrae de los problemas cotidianos para concentrarnos plenamente en la elección del mejor género, precio más atractivo, etc. Sin embargo, aunque disfrutemos de este 'momento mindfullness', no debemos relajarnos en extremo, porque menospreciar ciertas pautas puede comportarnos algún que otro problema.
Como consumidores, somos el último eslabón de la cadena alimentaria y, como tal, tenemos nuestra responsabilidad final. Las claves están, fundamentalmente, en la planificación y el orden. De nada servirá que los productores y vendedores hayan seguido con minuciosidad las normas de seguridad alimentaria que están obligados a cumplir si nosotros, como consumidores, no continuamos con el control.
En el momento que adquirimos un alimento, pasamos a ser responsables de su seguridad. Y esta responsabilidad empieza justo antes de la compra. Si planificamos bien lo que necesitamos, será más fácil seguir los pasos convenientes para un mayor control. Tal como admitía el Ministerio de Sanidad, Servicios Sociales e Igualdad en 2014, a la hora de hacer la compra es fundamental tener presentes los siguientes puntos básicos:
1. Elaborar una lista con todo lo que vayamos a necesitar
Para ello, el Ministerio de Sanidad aconseja hacer tres columnas:
- Una para los alimentos que no requieren frío.
- Otra para los que sí necesitan estar refrigerados.
- Una tercera para los congelados.
Cuando hagamos la compra, seguiremos este mismo orden, para dejar así para el final los alimentos que necesitan temperaturas de refrigeración o congelación. Cuando vayamos a guardar los productos en bolsas, deberemos tener presente que los alimentos se deben mantener lejos de los productos de limpieza y que la carne y el pescado no deben colocarse encima de otros alimentos, por el riesgo de que pierdan jugos y estos vayan a al superficie de otros alimentos.
2. Comprobar el estado de los alimentos
Cuando compramos ciertos productos frescos, como la carne o el pescado, es muy importante fijarnos en que mantienen todas sus propiedades organolépticas.
- Para la carne, por ejemplo, nos fijaremos en que no tenga pérdidas de líquido, el envase esté intacto y limpio y no gotee y además tenga toda la información que ha de llevar: denominación de venta, clase o tipo de canal y denominación comercial, entre otra información.
- En el caso del pescado, nos fijaremos en aspectos como que tenga un color brillante, ojos negros y brillantes, carne firme y elástica, escamas adheridas y agallas de color vivo y rojizo.
- En el caso de frutas y verduras, comprobaremos que no tienen restos de suciedad o polvo y sí poseen una piel limpia.
- Los productos congelados no deben tener escarcha.
- Las latas de las conservas no deben estar oxidadas ni deformadas, con golpes.
3. Leer bien las etiquetas
Entender qué nos dicen las etiquetas es fundamental. Debemos demandar productos que nos ofrezcan, además de unas adecuadas garantías higiénico-sanitarias, una información veraz, comprensible y completa sobre el alimento que nos ofrecen. Es importante que dispongamos con detalle y de manera legible de las fechas de caducidad o de consumo preferente y las condiciones de conservación una vez lleguemos en casa.
4. El transporte, cuanto más rápido, mejor
Llevar la compra desde la tienda a casa debe hacerse en el menor tiempo posible. Mantener los alimentos refrigerados o congelados a temperatura ambiente durante mucho tiempo es someterlos a factores de riesgo innecesario. Es aconsejable llevar bolsas isotérmicas para poner los alimentos congelados y los refrigerados y así asegurar que no se producen fluctuaciones de temperatura extremas que pongan en riesgo el producto.
No debemos olvidar que las bacterias responsables de las intoxicaciones alimentarias crecen bien a temperaturas de entre 36ºC y 37ºC y que, temperaturas de entre 5ºC y 65ºC favorecen el crecimiento bacteriano. Por tanto, cuanto menos tiempo estén los alimentos a estas temperaturas, mejor. Evitaremos dejar las bolsas en el coche durante mucho tiempo, ya que, sobre todo en días de sol, el interior puede alcanzar altas temperaturas sin mucho problema.
5. Ordenar bien los alimentos en casa
Lo primero que guardaremos una vez en casa serán los alimentos congelados y los refrigerados. Los que no necesitan frío y, por tanto, van a la despensa, pueden esperar. En todos los casos, la norma básica es “lo que entra primero, sale primero”, es decir, los alimentos que acabamos de comprar los pondremos detrás de los que ya tenemos, para así consumir antes los que hace más tiempo que esperan en la despensa o en la nevera.
En la despensa, los alimentos deben almacenarse en recipientes que cierren bien, las latas deben están en buen estado y deberemos mantener la despensa limpia para evitar que aparezcan insectos. En la nevera, deberemos comprobar que la temperatura es la adecuada y que cada alimento está en la zona adecuada:
- En los cajones pondremos frutas y verduras.
- En la zona más baja, que es la más fría, pescado y carne.
- En la zona media, lácteos y embutidos.
- En la zona más alta, huevos o alimentos envasados.
- En la puerta, bebidas, mermeladas o mantequilla.
6. Limpiar las bolsas reutilizables
Cada vez más, utilizamos bolsas reutilizables para hacer nuestras compras. Pero, si no usan bien, pueden ser un gran aliado para las bacterias. Es fácil que se nos derramen jugos o se nos ensucien con polvo u otras sustancias. Por tanto:
- Deberemos prestar atención a su estado higiénico y lavarlas periódicamente para eliminar bacterias como Salmonella o E.coli.
- Cuando vayamos a lavarlas, deberemos tener presente que, antes de guardar, nos aseguraremos de que están del todo secas. Dejarlas húmedas puede convertir la bolsa en un caldo de cultivo para bacterias.
- El lugar donde las guardemos también es importante, ya que es recomendable que estén lejos de fuentes de contaminación como productos químicos o animales domésticos.
- Tampoco es recomendable guardarlas en el coche.
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