Aquí va un pequeño secreto: es posible tener verduras y hasta flores en tu balcón o en tu huerto urbano sin coger una sola azada. Si la has tenido en la mano, lo sabes: voltear la tierra en una huerta es el mejor modo de romperte el lomo.
No solo eso: además, esta tarea consume buena parte del tiempo que dedicamos al huerto casero o urbano. La buena noticia: puedes cultivar tu propia comida sin coger una sola azada. Eso es lo que dice una corriente creciente de jardineras y jardineros unidos bajo el lema del cultivo #nodig; es decir, del cultivo sin arado.
La tarea más “rompelomos” de la huerta no es necesaria, según dicen sus partidarios. Es más, puede que remover la tierra en profundidad (unos 50 centímetros, según dicta la horticultura tradicional) con el fin de airearla, añadir abono o para retirar esos hierbajos que compiten con tus tomates sea perjudicial.
Los beneficios del método #nodig o cultivo sin arado se resumen en tres, según Charles Dowding, uno de los gurús del movimiento: “Ganas tiempo, es más fácil y obtienes una productividad mayor en un espacio de tierra más pequeño”. Dowding es autor de Sin arar: una casa y un jardín orgánico (No dig, organic home & garden, 2017).
Incluso la ciencia apoya a quienes quieres librarse de la azada. Según varios estudios recientes de la Universidad de Washington, voltear la tierra no siempre consigue los beneficios que promete: airear, aumentar la fertilidad o librarnos de las malas hierbas.
A veces, incluso, produce el efecto contrario. Es más, la mayoría de estos estudios concluye que aplicar una capa de compost o abono de unos tres centímetros (cm) al año, o de entre 10 y 15 cm, si es la primera vez, permite obtener un mejor resultado.
¿El motivo? Esta cubierta de materia orgánica se descompone de forma natural con la acción de las bacterias. Después, acaba entrando en el suelo gracias a la ayuda de las lombrices. Este gesto ayuda a mantener la población de estos importantes organismos en tu suelo, que, además, están haciendo el trabajo de arar la tierra por ti.
¿Cómo empezar tu huerta sin azada? Pon cartón
Si empiezas de cero, lo primero es extender cartón corrugado en la tierra donde quieras crear tus jardineras, tu bancal o tu cama de cultivo. Eso sí, te será más sencillo cuanto más grandes sean las cajas. La buena noticia: puedes lograrlo totalmente gratis si lo pides en tu supermercado o en una tienda al por mayor; también vale si vas guardando todas esas cajas de tus compras online.
No te importe si tienes malas hierbas. Esto te servirá como una cubierta para eliminarlas. Por mucho que cueste creerlo, no son inmortales. Como cualquier otra planta, ellas también necesitan luz para crecer; y el cartón impide que la obtengan.
Por lo que, pasado un tiempo, sencillamente se agotarán, y dejarán de intentar crecer. Siégalas al ras del suelo, cúbrelas con cartón, y vencerás. Después, y sobre el cartón, necesitas una cubierta profunda de sustrato para tus plantas; de unos 15 cm. Vale el compost que hagas en casa (si está bien maduro) o, si no tienes, puedes comprar un sustrato de jardinería ya preparado.
Esto creará una capa rica que, una vez asentada, resulta perfecta para plantar tanto tus verduras como tus flores (aunque para flores, no necesitas que la capa sea tan profunda). A partir de aquí, las lombrices harán el trabajo de arar por ti. Y tú podrás olvidarte de la azada.
La acción natural de las lombrices y de otros microorganismos del suelo, como los hongos, crean los complejos estructurales del suelo (técnicamente llamados complejos órgano-minerales) y los canales finos de circulación del aire que tus plantas necesitan para crecer sanas; y que, sin embargo, el arado severo destroza.
En unos meses, el cartón también se habrá descompuesto. Pero para entonces, tus camas de flores o de verduras (como unos ajos) ya estarán bien asentadas. Además, la mayoría de las raíces traspasan sin mayor problema el cartón para adentrarse en la capa inferior de suelo. Ahora ya sin competidores.
Deja que el suelo y sus organismos trabajen por ti
No es tan amable con el planeta, pero también funciona. En lugar de cartón, puedes utilizar un plástico grueso negro de polietileno para realizar la misma función: evitar que las malas hierbas reciban luz. En este caso, el compost o sustrato va directamente sobre la tierra.
Después, se coloca la planta y, por último, se cubre la tierra con el plástico al que antes le habrás tenido que hacer unos agujeros, uno por planta. Para que no quede tan expuesto, puedes cubrir el plástico con algo de abono o unas virutas de madera.
Tener tu propia verdura en la huerta urbana o el balcón sin partirte el lomo suena muy tentador. Y tanto el suelo, como tu espalda te lo agradecerán.
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