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Varias de las especias de consumo más común en Europa se venden -en un alto porcentaje- adulteradas. En particular el orégano: casi la mitad de lo que se comercializa bajo ese nombre en el continente es una mezcla de tal producto con otras sustancias.
Esa es la principal conclusión de un estudio reciente llevado a cabo por el Centro Común de Investigación (CCI), dependiente de la Comisión Europea. Además del orégano, fueron analizados la pimienta, el comino, la cúrcuma, el azafrán y el pimentón o guindilla.
Los investigadores examinaron 1885 muestras de esos seis condimentos, que son los que habían registrado un mayor número de alertas por supuestos problemas de autenticidad (es decir, que no fueran exactamente lo que decían ser). Los casos “sospechosos” de adulteración sumaron 323: un 17% del total.
Pero no todos los productos estaban contaminados por igual. Como se ha mencionado, el orégano (Origanum vulgare) es el que presentó una mayor proporción de muestras adulteradas. El 48% de ellas no contenían orégano puro, sino mezclado con algún otro material, por lo general hojas de olivo.
El segundo condimento más adulterado -según el informe del CCI- es la pimienta (Piper nigrum): en el 17% de los casos incluía alguna otra sustancia. Luego vienen el comino (Cuminum cyminum), con un 14%, y la cúrcuma (Curcuma longa) y el azafrán (Crocus sativus), con un 11% en cada caso.
La especia con menos muestras contaminadas por otros productos fue el pimentón o guindilla, que se obtienen de la misma planta, la Capsicum annuum. En este caso, el 6% de los ejemplos analizados presentaban adulteraciones. Un cifra que parece baja comparada con las anteriores, pero que de todos modos resulta significativa.
Un fraude a los consumidores
El CCI analizó muestras de estos seis tipos de hierbas aromáticas y especias provenientes de 23 países del continente (21 miembros de la Unión Europea y también Noruega y Suiza). España fue el segundo país que mayor cantidad de muestras aportó -143-, solo superada por Alemania, que envió 156 casos.
Aunque el total fue de 1.885 productos, cada uno fue sometido a varias “técnicas analíticas complementarias de última generación”, como explica la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Debido a eso, la cantidad de análisis ascendió a 9.926.
La mayoría de las muestras adulteradas contenían otros productos vegetales, por supuesto no declarados, como las ya citadas hojas de olivo en el orégano. En un 2% de los casos, además, las especias incluían colorantes no autorizados.
Esa cifra es mucho mayor en el caso del azafrán: 12 de las 141 muestras llevaban esos colorantes indebidos, es decir, el 8,5% del total. Si se tiene en cuenta el precio de este condimento (entre 8 y 10 euros el gramo, es decir, hasta 10.000 euros el kilo), parece lógico exigir que se venda en las mayores condiciones de pureza.
Pero esa exigencia, en definitiva, corresponde a todos los productos, más allá de su precio. Cualquier adulteración equivale a un engaño para el consumidor, quien acepta pagar un precio por un artículo al que supone de unas determinadas características y en realidad su calidad es inferior.
El riesgo de las alergias alimenticias
El engaño a los consumidores no es el problema mayor. La presencia de sustancias no declaradas en los productos representa un importante riesgo para la salud de las personas sensibles o alérgicas a esas otras especies botánicas.
De hecho, en general somos cada vez más alérgicos, y las especias y hierbas aromáticas están entre los más de 170 productos alimenticios que pueden provocar reacciones de esa clase. Las alergias alimentarias afectan a más de 17 millones de europeos.
La mostaza y los distintos tipos de pimienta son las dos especias más “riesgosas” en este sentido, pero también la canela, la vainilla, el clavo de olor, la manzanilla, el azafrán, el jengibre, el sésamo, la cúrcuma y una variada cantidad de otros productos resultan potenciales alérgenos.
Si una persona alérgica a uno de esos productos lo consume sin saber que lo está haciendo, mientras cree consumir solo otros ingredientes, las consecuencias pueden ser de suma gravedad. A eso hay que añadir que el consumo de especias en nuestro país ha aumentado de forma exponencial en los últimos años. Algo que se debe sobre todo a dos motivos.
Por un lado, la difusión cada vez mayor de comidas originarias de otras regiones del mundo, como el sudeste asiático, la India, México y otros países de Latinoamérica. En general, en los platos de esas culturas, las especias están mucho más presentes que en la dieta mediterránea.
Por el otro, el aumento en el consumo de alimentos precocinados, que suelen incluir numerosas especias en sus fórmulas y -en muchos casos- no detallan en su etiquetado de qué especias se trata, entre otras cosas porque la normativa no lo exige.
Más allá de las falencias y vacíos legales que todavía existen en relación con los etiquetados, la tendencia actual es que la información en los envases de los productos sea cada vez más clara y precisa. Teniendo en cuenta ese hecho, las adulteraciones de las especias descubiertas por el estudio del CCI aparecen como una infracción flagrante.
¿Quién adultera las especias?
¿Sobre quién recae la responsabilidad de estas adulteraciones? El informe destaca que la cadena de suministro es compleja, pues “incluye muchos pasos antes de llegar a los consumidores finales”. Debido a eso, “existen múltiples oportunidades para adulterar las hierbas y especias y, de esa manera, mejorar la ganancia económica”.
Con el fin de identificar en qué parte de esa cadena de suministro se producen manipulaciones fraudulentas con mayor frecuencia, los autores de la investigación tomaron muestras de distintas fases de la producción, desde la cosecha hasta la venta minorista, pasando por procesadores, envasadores, distribuidores, etc.
Sin embargo -y pese a tratarse del mayor estudio de este tipo llevado a cabo hasta ahora- las conclusiones puntualizan que “no se pudo observar una tendencia específica en relación con la tasa de posibles manipulaciones fraudulentas a lo largo de la cadena de suministros”.
Eso se debió, entre otros motivos, a que para ciertas etapas el número de muestras fue insuficiente para obtener comparaciones significativas. Por lo tanto, serían necesarias nuevas investigaciones para determinar las responsabilidades con mayor precisión.
En cualquier caso, lo cierto es que el “volumen de fraude detectado es elevado”, como enfatiza la OCU. Por eso, esta organización “pide a las autoridades nacionales que se refuercen los controles tanto en aduanas como en el mercado interior”. Un reclamo que, en definitiva, es el mismo que se desprende de las conclusiones del CCI.
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