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Nuevo gatito en casa: cómo lograr que tu primer gato lo acepte

Foto: Photochur

Eva San Martín

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Hay una broma recurrente entre la gente de gatos: la casa es de nuestro minino (o mininos), nosotros solo pagamos el alquiler. Esta máxima adquiere todo su sentido cuando te planteas aumentar la familia peluda y adoptar un nuevo minino. Lo sabes: tu gato es una criatura de costumbres, capaz de exaltarse con el crujido de una puerta o con el ruido de una silla. Imagina con cambios más significativos: pueden convertirse en traumáticos.

Más aún la llegada de un nuevo minino a su casa. No es nada personal: Travis solo está siendo un gato. Tu minino no ve el mundo como tú. Si te parece buena idea adoptar a un segundo (o tercer, o noveno) gatete, entiende que tu felino no es una especie naturalmente sociable, como el perro o como nosotros. Recuerda: tu compi ronroneante ha evolucionado a partir de un cazador solitario, el norafricano Felis silvestris lybica.

Y eso deja marca en los genes. Para tu gatucho, la seguridad consiste en disponer de un territorio predecible: es decir, tu casa. Perdón: su casa. Y se siente seguro cuando conoce su espacio físico al dedillo y ha marcado (a veces donde no querías, como tu sofá) e impregnado con su propio olor todo el lugar. Y de pronto le pides que comparta su hogar con el minino Billy, un completo extraño.

Un evento, en potencia, muy estresante para una criatura tan apegada a su territorio. Aunque tú estés preparado para recibir con los brazos abiertos a tu nuevo gatete y considerarlo sin parpadear parte de tu familia, tu minino no. En la escala humana, sería como si al volver de la oficina te encontraras un tipo velludo y sudoroso despatarrado en tu sillón favorito. No hace ni maldita gracia.

Piensa en gato, y usa la nariz

Si el roce hace el amor, en cuestiones ronroneantes, como entre Travis y Billy, más que el tacto lo que importa es la nariz. De hecho, tu gatito entra dentro de la categoría de lo que llamamos especies socialmente flexibles: tiene la habilidad de formar relaciones sociales con otros mininos (o humanos, perros, cabras, etc.). Pero el que lo logre (o hasta dónde lleguen en su relación) dependerá de su personalidad y sus experiencias previas. Cada gato es un mundo. Por eso los queremos.

La adorable nariz de tu minino tiene la llave para establecer y mantener esos lazos sociales. No es de extrañar que su sentido del olfato sea entre 1.000 y 10.000 veces más potente que el tuyo. Mientras que nosotros reconocemos a quienes queremos, amigos y familia, sobre todo a través de la vista y del sonido de su voz, tu gato usa su olfato: lo que le importa es cómo olemos. En este caso, cómo huela el nuevo minino.

Travis y Billy no solo generan olores que nosotros no reconocemos. Además, producen unas señales químicas llamadas feromonas, moléculas especiales que los gatos utilizan para comunicarse entre ellos. Estas feromonas son, ante todo, faciales, segregadas por las glándulas que tienen en la barbilla, en las mejillas, justo detrás de los bigotes, y en esas áreas más clareadas, sin tanto pelo, entre sus orejas y los ojos. No, no son calvas.

Por eso, lo primero: cuando traes al gatito o gato adulto, digamos de una protectora o rescatado de la calle, necesita una habitación cerrada toda para él: con su cama, un sitio para esconderse (una caja para el gato va genial), arenero, rascador, comida, agua y juguetes. Todo nuevo o que ya fueran suyos: no puedes usar accesorios de tu otro gatito aquí. Y una de las primeras cosas que puedes hacer para que se conozcan es intercambiar sus camas cuando el nuevo gatucho ya haya dormido en ella; porque estará impregnada de su olor felino característico.

También puedes acariciar con un guante de tela o trozo de algodón (vale una camiseta o un calcetín viejo) las áreas que segregan sus feromonas faciales para que se impregnen de su olor característico y personal. Si tú hueles la tela, no distinguirás nada. Pero si la colocas en la habitación donde está el otro gatito, Travis será más que capaz de detectar la presencia de Billy; como si estuviera justo a su lado.

Nariz con nariz, saludo peludo

Cuando Travis y Billy se hayan acostumbrado al aroma del otro y parezcan felices con ello (esto es, ni bufan ni reaccionan mal), y se han escuchado a través de la puerta, podremos pasar al saludo peludo: “nariz con nariz”. Si te preguntas qué es esto: cuando los gatitos se conocen, suelen olisquearse la nariz a modo de saludo. En esta etapa, ya deberían reconocerse por el olor. Travis ya no debería pensar: “Grrrr, quién es este este tipo peludo que se ha metido en mi casa”. Porque, cuando vea a Billy por primera vez, reconocerá su olor característico.

Aun así, como medida de seguridad, utiliza alguna separación, como una barrera infantil, una jaulita o una valla pequeña, cuando se encuentren las primeras veces en la misma habitación. Hay que asegurarse de que no pueden interactuar físicamente cuando lleguemos al “nariz con nariz peludo”: en la misma habitación, pero protegidos el uno del otro. Así se acostumbran de manera gradual a la presencia del otro sin miedo a llevarse un arañazo.

De hecho, sabemos por estudios científicos que si dos gatos se pelean durante su primer encuentro, será muy difícil que logren llevarse bien más adelante. El primer encuentro resulta crucial. No les pidas más: un olisqueo de narices o un roce ligero es un buen principio para dos gatos. Poco a poco irán a más, e incluso se harán amigos.

Si tienes dudas, contacta con un o una especialista en comportamiento felino que esté certificada. Además de mejorar su bienestar, pensar como un gato te ayuda a forjar una relación de amistad duradera entre tus dos mininos, calmada y llena de amor. Travis y Billy te lo agradecerán a ronroneo limpio.

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