Es cierto que muchos perros comen hierba, posiblemente el nuestro también de vez en cuando se para a olisquear los brotes verdes de césped de un prado o un parque y selecciona con los dientes algunos de ellos para arrancarlos y masticarlos delicadamente. ¿Es buena esta práctica o se trata de un vicio adquirido, tal vez muestra de ansiedad o aburrimiento?
Un 'vicio' ancestral
En general los veterinarios coinciden en que más que discutir si es una práctica buena o mala, hay que determinar a qué se debe este repentino interés por el pasto que sufre nuestro perro. El 80% de los perros suelen comer brotes tiernos de vez en cuando y este comportamiento puede deberse a varias circunstancias. La primera, y menos preocupante, es que simplemente busquen suplementarse con fibra adicional o minerales.
Aunque ya tengan una dieta debidamente equilibrada, es bastante habitual que los perros se coman los brotes tiernos de gramíneas cuando los descubren; se trata de una especie de impulso genético heredado del lobo, que sí tiene esta costumbre por la natural incertidumbre respecto a cuándo encontrará una presa que devorar. En este sentido, la ingesta de hierba en el perro puede ser un resto hereditario de su ancestro.
En este caso el hábito no tiene mayor problema que vigilar que el pasto que ramonee nuestro perro sea conocido y de hecho nos conste que no haya sido fumigado con sustancias tóxicas como plaguicidas o herbicidas que podrían causarle una intoxicación.
El veterinario y nutricionista Carlos Alberto Gutierrez explica que hay varias teorías sobre los beneficios de la hierba para los perros: “Dicen que es una forma de desparasitarse, pero sin duda alguna [las hierbas] contribuyen al enriquecimiento y alimento de la microbiota de un perro; por otra parte, dicen que lo hacen para ingerir fibra”.
Según Gutierrez, esta hierba, de una u otra forma, sirve para limpiar su sistema digestivo: “unos la vomitan, cosa que no es grave, y otros la defecan; en ambos casos recorre el sistema digestivo hacia la boca o hacia el ano con un efecto de 'barredora'.
Ojo con la hierba como purgante
Precisamente esta última consecuencia, el vómito, es la que suelen buscar algunos perros cuando de repente se ponen a comer hierba compulsivamente. El motivo es que algún alimento o algún objeto que han tragado les ha sentado mal y les está provocando un malestar digestivo. Por lo tanto, de manera también instintiva, comen hierba para irritar las paredes del estómago, aumentar la secreción de ácidos gástricos y finalmente provocarse un vómito que expulse el elemento que les ha sentado mal.
Como muchos perros son auténticas aspiradoras, es normal que de vez en cuando muestren este comportamiento por haber comido algo que les cause malestar. Ahora bien, si esta ingesta compulsiva -a diferencia de cuando la arrancan de una manera más eventual- se repite a menudo deberemos preocuparnos. Es posible que en tal caso nuestro perro esté sufriendo de algún problema gástrico que nos haya pasado desapercibido y que corra el peligro de convertirse en crónico.
En tal caso deberemos acudir a un veterinario para que le observe o bien nos aconseje cambiar de pienso, ya que tal vez el actual no sea de la calidad suficiente o quizá contenga algún alimento que a nuestro can le siente mal. A este respecto, el doctor Gutierrez explica que el ramoneo “es muy común entre los perros alimentados con pienso, ya que al ser una alimentación tan pobre, carente de tantos elementos que sí están presentes en los alimentos frescos, salen como aspiradoras en busca de nutrientes”.
Eventualmente, deberemos estar alerta ante enfermedades más graves. “Muchos perros que llamamos 'destructores' y que tragan todo lo que encuentran, hierba incluída, además de la pésima y pobre alimentación que reciben a través de los piensos -por muy 'premium' que sean-, pueden ser enfermos digestivos o con enfermedades inmunomediadas”, explica Gutierrez.
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