Hace 200 años el río Támesis que atraviesa Londres era la principal vía para el comercio y la industria de la ciudad. También era donde se vertían sin control desde los excrementos del alcantarillado hasta los residuos químicos de las fábricas, convirtiendo el río en una cloaca.
En 1854 la ciudad padeció una epidemia de cólera que mató a más de 600 personas en un par de días. En 1858, durante un verano excesivamente caluroso, el olor era tan insoportable que obligó a cerrar algunas oficinas gubernamentales de la ribera.
Aquel verano se ganó el apodo de “el Gran Hedor”. Así siguió durante un siglo, hasta que en 1957 el Museo de Ciencias Naturales de Londres declaró el Támesis “biológicamente muerto”.
No es la primera vez, ni será la última, que los humanos matan un río. Es algo que puede ocurrir en unas pocas horas, como en el reciente descarrilamiento de un tren en Ohio que vertió toneladas de productos tóxicos al medio ambiente.
Sin embargo, lo habitual es que el daño se acumule a lo largo de muchos años. Hace apenas 50 años ríos emblemáticos como el Sena, el Rin o el Tajo a su paso por Lisboa se consideraban “alcantarillas a cielo abierto”.
Sin embargo, muchos de estos ríos se han recuperado para los habitantes de estas ciudades. ¿Cómo se puede devolver a la vida a un río muerto? Hay algunos casos en los que se ha conseguido.
Un río es un sistema
La ignorancia, consciente en algunos casos, todavía lleva a políticos y representantes de los agricultores a quejarse porque “los ríos llevan agua al mar”. Durante décadas los gobiernos de todo el mundo han intentado evitar este aparente despilfarro construyendo presas, pantanos y transvases.
Así han reducido a ríos que antes eran caudalosos a míseros riachuelos. También sufren el vertido de restos de fertilizantes agrícolas sin depurar que producen eutrofización, la causa de la muerte del Mar Menor.
Según un informe de 2021, los ecosistemas de agua dulce se han convertido en los más degradados del mundo, con poblaciones de peces al borde del colapso. Las poblaciones de vertebrados de agua dulce han disminuido un 86% desde 1970, el doble que en los ecosistemas terrestres o marinos.
Y casi un tercio de las especies de peces de agua dulce están en peligro de extinción. Según el documento de Estrategia Nacional de Recuperación de Ríos, el 45% de los cauces españoles están deteriorados, ahogados por presas, llenos de especies invasoras y privados de sus bosques ribereños.
Los tiempos, afortunadamente, están cambiando. Un río no es solo agua, sino un sistema. No solo incluye el agua que corre entre sus orillas, sino también la tierra, la vida y el agua que lo rodean y se encuentran bajo él. ¿Cómo se devuelve la vida a un río muerto? El primer paso es dejar de verter contaminantes.
En el caso del Támesis, los esfuerzos por depurar las aguas residuales que se vierten al río desde los años 90 han dado sus frutos. Han descendido considerablemente las concentraciones de fósforo, y han aumentado los niveles de oxígeno disuelto en el agua, fundamentales para la vida acuática.
El resultado es que el río ya no está muerto. Según la Sociedad Zoológica de Londres, se han detectado 115 tipos de peces, tiburones de 2 metros, caballitos de mar, anguilas y alguna que otra ballena viviendo en este río.
Algo parecido se ha conseguido con el Sena a su paso por París, gracias a la instalación de plantas depuradoras de agua y los incentivos económicos para los agricultores que dejen de contaminar río arriba.
En el caso del Rin, tras un devastador accidente en 1986 en el que se vertieron 20 toneladas de sustancias altamente tóxicas, el plan de recuperación del río ha hecho que hoy el 95% de las aguas residuales de la industria son tratadas, y el río alberga 63 especies de peces.
Derribar presas
Los habitantes de Ohio en Estados Unidos todavía recuerdan que el río Cuyahoga se incendió en 1969. Este río que desemboca en el gran lago Eyre sufrió un vertido de aceite y otros productos químicos que empezaron a arder provocando una nube tóxica.
Después de la limpieza, para recuperar la vida del río fue necesario algo más: a partir de 2005 se demolieron seis de las presas de su cauce. Esta es la otra parte fundamental de la recuperación de los ríos: dejar de asfixiarlos.
En España, el país de las presas y los pantanos herencia de la dictadura franquista, el cambio está acelerándose. Según un informe titulado Dam Removal Progress 2021, España es el país de Europa que más presas está desmontando para que los ríos se recuperen, y con ello, sus ecosistemas.
En 2021 en España se retiraron o derribaron 108 estructuras, muchas más que en Suecia (40) o Francia (39). Las presas alteran el curso y el caudal naturales de un río, modifican la temperatura del agua en la corriente, redirigen los cauces, transforman las llanuras aluviales y perturban la ecología fluvial.
Tras la eliminación de las presas, los ríos pueden volver a su cauce natural. Esto permite a los peces migratorios remontar la corriente y repoblar la zona, lo que aumenta la riqueza de especies.
También se reconectan las corrientes que arrastran sedimentos aguas abajo, fertilizando las riberas y la desembocadura y los fondos marinos, donde alimentan a todo el ecosistema costero.
Es decir, no solo se devuelve a la vida a los ecosistemas en todo el cauce del río, sino que se beneficia a las explotaciones agrícolas que dependen de él, e incluso las pesquerías en el mar que se habían visto afectadas por la muerte del río.
Otros ríos que se habían secado debido a su sobreexplotación se están recuperando en todo el mundo. El río Cheonggyecheon, que atraviesa Seúl, la capital de Corea del Sur, estuvo durante mucho tiempo tapado por una autopista.
En 2003 se demolió esta estructura y se comenzó la construcción de parques litorales. Gracias a esto la temperatura en la capital cayó en 3,6º durante el verano, y la población volvió a disfrutar del río.
En China, el río Yongding, históricamente el mayor que atraviesa Pekín, estaba seco desde 1992. A partir de 2010 comenzó el gran proyecto de su recuperación, devolviéndole sus aguas desde cinco de las depuradoras de Pekín, además del agua de lluvia y de los embalses cercanos.
Los ríos no son solo cauces de agua, y la vida que albergan también incluye a los seres humanos que se congregan en sus orillas. Las ciudades que recuperan sus ríos son mejores para la vida desde todos los puntos de vista.
Si no te quieres perder ninguno de nuestros artículos, suscríbete a nuestros boletines