Ollas y sartenes, bandejas para horno y cazuelas, cubiertos, pequeños electrodomésticos, estropajos y trapos… Si algún lugar de nuestra casa se lleva la palma como espacio propenso a la acumulación de objetos de distintos útiles que hacen que cocinar sea más fácil, es la cocina. El número de utensilios que esconden los cajones y armarios es elevado. Y más si, de vez en cuando, no hacemos una revisión de todo lo que llegamos a acumular.
Con el paso de los años y tras innumerables aventuras culinarias, todos estos objetos pueden volverse perjudiciales porque acumulan suciedad, se rompen o se oxidan. Por ello, limpiar y revisar artículos viejos, perdidos, desgastados y dañados nos permite optimizar el espacio en la cocina. Deshacernos de las cosas que no están en buen estado, incluso que usamos rara vez y que ni siquiera sabemos que tenemos, resulta no solo aconsejable sino necesario.
Puede que nos sorprenda saber que, incluso después de haber limpiado la cocina de arriba a abajo, los gérmenes y las bacterias aún pueden estar escondidos en los lugares más inesperados. Y, aunque hay utensilios y objetos de cocina que a simple vista no están sucios, sí lo están más de lo que nos pensamos. ¿Cuáles son estos artículos de cocina que deberíamos desechar?
Táperes viejos y manchados que ya no tienen tapa
¿El cajón de los envases de plástico es un caos? Es fácil acumular en esta parte de la cocina táperes viejos, sucios y deformados que no tienen ni tapa. No tiene sentido guardarlos. Con el tiempo, este tipo de envases se manchan y se degradan. Cuando uno de ellos muestre signos visibles de desgaste –aquí explicamos cuáles son las señales que nos dicen que es hora de deshacerse del envase– es hora de reemplazarlos por otros. Cuando lo hagamos, una opción es elegirlos de vidrio, que son más duraderos.
Paños de cocina viejos
No importa si los lavamos y cambiamos con regularidad. Con el tiempo, llegará el momento de reemplazarlos. Al usarlos de forma repetida, los paños de cocina acumulan bacterias y olores que se pueden transferir a los platos limpios. Si nuestro paño está manchado, roto, no absorbe o huele mal, es hora de tirarlo y comprar paños nuevos.
Esponjas o estropajos de cocina
Las usamos para limpiar, pero muchas veces no están tan limpias como pensamos. Es más, estamos frente a objetos que pueden llegar a albergar hasta 45.000 millones de microbios por centímetro cuadrado. Y seguramente muchos de nosotros no recordamos la última vez que hemos cambiado la esponja de la cocina, uno de los objetos que más bacterias patógenas pueden acumular como Acinetobacter, Chryseobacterium, Enterobacteriaceae y Pseudomonas: esto es así porque permanece húmeda y es probable que tenga restos de comida, que es exactamente lo que necesitan las bacterias para crecer y multiplicarse, aunque la buena noticia es que la mayoría no son patógenas.
Resulta irónico que, lo que usamos para limpiar platos, ollas y sartenes, podría, en realidad, empeorar las cosas. Cuanto más tiempo conservemos una esponja, más pueden aumentar los niveles de bacterias.
Tablas de cortar muy rayadas
Estamos frente a uno de los utensilios que quizás más utilizamos en la cocina, sobre todo si somos cocineros aficionados. Con mayor motivo es posible que tengamos que reemplazarlas. Los cortes que se forman por el uso y el desgaste constituyen un caldo de cultivo para gérmenes y bacterias. Notaremos que le ha llegado la hora a la tabla si apreciamos un aspecto áspero y si muestra signos excesivos de desgaste, como ranuras difíciles de limpiar.
Sartenes y ollas deformadas y rayadas
Cuando las superficies antiadherentes de los utensilios de cocina empiezan a descascararse y astillarse son menos eficaces. Si es lo que le pasa a nuestra sartén, es mejor comprar una nueva –se calcula que la vida útil de una sartén está entre los dos y los cinco años–. La capa brillante y cerosa que cubre la superficie interior de estos elementos puede desgastarse con el tiempo, decolorarse o rayarse. Después de años de uso, estas sartenes antiadherentes pueden volverse pegajosas cada vez que entran en contacto con el calor.
Aunque hace unos años estas rayadas significaban que los productos químicos dañinos podían filtrarse a los alimentos, ahora las sartenes antiadherentes o de teflón ya no son como antes. Sin embargo, sigue siendo una mala idea conservarlas dañadas.
También es el momento de tirar aquella olla o sartén con la base abombada y deformada –un problema provocado sobre todo por la exposición a cambios drásticos de temperatura–, como enjuagarla con agua fría mientras aún estaba caliente.
Si bien podremos limpiar el hierro fundido que se ha quemado, es mucho más difícil enderezar una sartén u olla. Y si la base está inestable, ha llegado el momento de comprar nuevos objetos.
Cubiertos oxidados
El óxido se produce de forma natural en el metal cuando se expone al agua y al oxígeno durante un periodo de tiempo prolongado, algo que suele ocurrir sobre todo si los introducimos en el lavavajillas, donde el ambiente húmedo no hace más que acelerar el proceso.
Este óxido puede aparecer en cualquier objeto de metal, incluidos los cuchillos de cocina y las tapas de las sartenes. Estas manchas anaranjadas puede parecer pequeñas al principio, pero si no vigilamos, pueden extenderse y seguir creciendo. La mancha húmeda del principio se puede limpiar parcialmente, pero una vez seca se solidifica y es más difícil de eliminar. Si, por el motivo que sea, no queremos desprendernos de ese cuchillo oxidado o la tapa de la sartén, también podemos intentar eliminar este óxido.
Vajilla rota y agrietada
Aunque la grieta del plato, taza o tazón sea minúscula, es mejor tirarlos. No solo porque los bordes afilados son peligrosos, sino también porque las grietas pueden albergar bacterias indeseables y, por tanto, puede convertirse en caldo de cultivo para estos patógenos.
Cucharas de madera rasgadas o deformadas
Si bien los utensilios de madera son una buena opción en la cocina, ¿qué ocurre si están agrietados o se han secado? Con el uso y la exposición al agua, la madera puede secarse, lo que provoca la aparición de grietas y, cuando empiezan a formarse, pueden aparecer bacterias en su interior. Es casi imposible acceder a estas grietas para limpiarlas a fondo, por lo que es mejor sustituirlas.