Ducharse y lavarse el cabello son dos comunidades autónomas de la higiene personal, en ocasiones pueden ir juntas, pero también funcionan por separado: ducha sin lavarse el pelo y lavarse el pelo sin ducharse. Si hace unas semanas hablábamos de la necesidad o no de ducharse todos los días, ahora toca hablar de lavarse el pelo (con champú) todos los días como práctica habitual, porque todo indica que no es una buena idea.
La historia del champú
Ya en la antigüedad, la gente utilizaba diversas sustancias para limpiarse el pelo. Los antiguos egipcios utilizaban una mezcla de hierbas aromáticas y grasa de oca, mientras que los antiguos griegos y romanos empleaban aceite de oliva y otros aceites vegetales.
A partir de ahí, la historia del champú es fascinante. La palabra “champú” procede del hindi “chÄmpo”, que significa masajear o amasar. Este término fue utilizado por primera vez por los comerciantes coloniales de la India en el siglo XVIII, que vieron cómo allí aplicaban un polvo seco al pelo que después mojaban con agua, una mezcla de ingredientes naturales que incluía grosella espinosa, nueces de jabón (que contienen saponina, un detergente natural) y diversas hierbas.
Los comerciantes coloniales trajeron a Europa la práctica del “champú” o limpieza a fondo del cabello y el cuero cabelludo con esta mezcla de jabón mientras se masajeaba la cabeza. El primer champú comercial tal y como lo conocemos se introdujo en la década de 1930 en Estados Unidos, con un producto llamado Drene (antes solo había un tipo de jabón que se usaba para todo). Sin embargo, no fue hasta las décadas de 1960 y 1970 cuando se generalizó el uso del champú, gracias a los avances de la química que permitieron crear detergentes sintéticos, (los laurilsulfatos que aparecen en la etiqueta) que hacían mucha espuma y dejaban en el cabello una sensación de limpieza extrema, lo que los hizo muy populares.
Como muchos otros productos, el champú crea el mismo problema que soluciona. El lavado con estos detergentes sintéticos despoja al cabello y al cuero cabelludo y de sus aceites naturales, lo reseca. El pelo, que también está protegido por el aceite natural del cuero cabelludo, queda expuesto y se vuelve seco y quebradizo.
La solución de la industria no ha sido fabricar un champú menos agresivo (no se tendría la misma sensación del limpieza), sino añadir otro producto, el suavizante, que recubre el pelo de una capa de silicona para sustituir los aceites naturales de la piel que se han perdido.
El primer champú comercial tal y como lo conocemos se introdujo en la década de 1930 en Estados Unidos, con un producto llamado Drene (antes solo había un tipo de jabón que se usaba para todo)
¿Limpio o desprotegido?
Uno de los efectos más preocupantes es la retirada de la capa hidrolipídica protectora del cuero cabelludo. Esta capa natural formada por humedad y una fina película de sebo ayuda a mantener el cuero cabelludo sano y equilibrado, protegiéndolo de la deshidratación y las infecciones. Cuando lavamos nuestro pelo a diario con champú eliminamos temporalmente este manto protector, dejando el cuero cabelludo expuesto temporalmente a todo tipo de problemas, como sequedad y picor.
Algunos dermatólogos incluso apuntan a que el lavado excesivo puede llevar a la producción también excesiva de sebo como respuesta compensatoria, ya que en experimentos se ha comprobado que al retirar la capa de sebo se repone sola en tan solo tres horas. Según los experimentos originales de los años 50, la capa de sebo actúa como un freno a la producción de sebo, y al contrario, al retirarlo, se produce más.
Otros dermatólogos en años siguientes sostienen que la producción de sebo es constante, independientemente de si se retira o no, y sostienen su teoría por el hecho de que si se tapa la piel herméticamente durante semanas, el sebo se acumula junto con las células muertas hasta formar costras. Sin embargo, estas son unas condiciones extremas. En nuestra vida diaria, el aire, el agua y el rozamiento están constantemente eliminando la capa de sebo.
Un factor importante a tener en cuenta es el tipo de champú o jabón utilizado. Según la doctora Mayte Truchuelo, dermatóloga del grupo Pedro Jaén, el uso de productos agresivos o una fricción excesiva puede dañar la barrera cutánea, la capa de sebo y humedad que evita la deshidratación de la piel y la entrada de patógenos. “Las consecuencias más evidentes de esta higiene inadecuada fundamentalmente son sequedad, tirantez, picor y descamación”, concluye la doctora Truchuelo.
"Las consecuencias más evidentes de una higiene capilar inadecuada son, fundamentalmente, sequedad, tirantez, picor y descamación"
“No poo”, vivir sin champú
Una respuesta a los problemas producidos por lavado excesivo es el movimiento No Poo (del inglés no shampoo, aunque a su vez es un juego de palabras con poo, que significa caca). Sus fieles abogan por reducir o eliminar por completo el uso del champú y argumentan que el cabello puede mantenerse limpio y saludable mediante el uso de alternativas naturales, como el bicarbonato de sodio, el vinagre de manzana, o incluso solo agua. Otros proponen la técnica co-washing, es decir, lavar el cabello solo con acondicionador, que suele ser menos agresivo con la capa hidrolipídica que el champú.
No obstante, hay que tener en cuenta que estas alternativas no funcionan igual para todo el mundo. Cada persona tiene un tipo de cabello y un cuero cabelludo únicos que requieren un cuidado específico. Por lo tanto, no existe una solución general cuando se trata de la limpieza del cabello.
Con qué frecuencia lavarse el pelo
Entonces, ¿cuál es la frecuencia adecuada para lavarse el pelo con champú? Según escribe el doctor Mathew Draelos en Dermatology Times: “Esta es la segunda pregunta más difícil de responder en dermatología, por detrás de con qué frecuencia debo lavarme la cara”. Draelos apunta que “en realidad, el pelo no necesita lavarse. No tiene vida y no produce sebo ni sudor. Es el cuero cabelludo el que produce estos materiales que luego son transportados desde el cuero cabelludo hacia el cabello. Ciertamente, si el pelo se llena de suciedad ambiental o de comida, es necesario lavarlo, pero esto es poco frecuente en los adultos”.
Muchos expertos en dermatología y tricología (estudio del pelo) suelen recomendar lavar el pelo con champú de dos a tres veces por semana, en lugar de hacerlo diariamente. Sin embargo, como se ha dicho antes, esto puede variar dependiendo del tipo de cabello, el estilo de vida o el clima. Las personas que sudan más copiosamente o producen más sebo pueden necesitar lavarse el pelo con mayor frecuencia.
Expertos en dermatología y tricología suelen recomendar lavar el pelo con champú de dos a tres veces por semana. Sin embargo, esto puede variar dependiendo del tipo de cabello, el estilo de vida o el clima
También influye la geometría del cabello. El pelo liso absorbe rápidamente el sebo y el sudor del cuero cabelludo, mientras que el pelo muy rizado no tanto. “Por este motivo, las personas con el pelo muy liso suelen preferir lavarse a diario, mientras que las personas con el pelo rizado se lavan una vez cada una o dos semanas”, comenta Draelos.
En última instancia, el objetivo es mantener nuestro cabello y cuero cabelludo sanos. Eso implica un equilibrio: ni demasiado graso, ni demasiado seco. Para lograrlo, quizás necesitemos menos recomendaciones generales y más experimentación con distintos productos y rutinas hasta descubrir cuál es la que se adapta a las necesidades de nuestro cabello, en lugar de dejarnos llevar por las tendencias de marketing y publicidad.
*Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.