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Corazones rotos, cerebros rotos: la neurología del desamor

Darío Pescador

14 de febrero de 2022 00:18 h

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Es muy probable que Facebook sepa más de nosotros que nosotros mismos, ya que de ello dependen sus ingresos. Esta red de cotilleo global tiene, entre otros muchos datos, las estadísticas de cuánta gente rompe su relación. El experto en datos David McCandless obtuvo así un aterrador gráfico de rupturas sentimentales a lo largo del año: la mayoría se producían en marzo (después de San Valentín) y en diciembre (antes de Navidad). Curiosamente, varios estudios han encontrado que Facebook es una causa de divorcio aproximadamente en uno de cada tres casos. 

Las rupturas de las relaciones sentimentales son mucho más que un número. 

El amor es una droga

Una ruptura es generalmente una crisis. Significa cambios repentinos en nuestras costumbres, el sitio donde vivimos o incluso nuestras finanzas. Además, también pueden venir acompañadas de una tormenta emocional. Algunas rupturas son más llevaderas, pero en especial cuando una de las personas quiere seguir con la relación y la otra no, nos sentimos enfadados, tristes, amargados, ansiosos y con el corazón roto. 

Todos estos síntomas son habituales en un proceso de duelo. La tristeza y la apatía pueden durar entre seis meses y dos años, y se diagnostican como depresión situacional o trastorno de adaptación con estado de ánimo deprimido. Se ha comprobado que, aunque no es una depresión clínica, tiene comparte la mayoría de los síntomas.

¿Qué está pasando en nuestro cerebro? Para entenderlo, primero debemos ver qué ocurre cuando nos enamoramos. Los endocrinólogos de la Universidad Sri Ramachandra encontraron que lo que llamamos amor romántico es una combinación de tres sensaciones y tres partes del cerebro trabajando conjuntamente:

  • Impulso sexual: es el impulso para aparearnos, controlado por las hormonas sexuales testosterona y estrógenos, y la amígdala, la parte del cerebro donde residen los impulsos más primarios.
  • Atracción: tiene que ver con la selección de una pareja sexual determinada. La regulan los neurotransmisores dopamina, noradrenalina y serotonina en el núcleo Accumbens, la parte del cerebro asociada a la recompensa.
  • Apego: o mantenimiento de un vínculo en el tiempo. Las llamadas hormonas del amor, oxitocina y vasopresina, que actúan sobre el palio ventral, la parte del cerebro encargada de las relaciones sociales.

Al contrario que en otros animales, en los humanos la cópula y la reproducción son solo una parte de lo que nos une a otras personas. En la naturaleza el Homo sapiens es incapaz e sobrevivir solo, y necesita establecer lazos con un grupo. El sexo, la atracción y el apego son el pegamento biológico que mantenían a los grupos cohesionados.

La receta del amor romántico se puede formular con los neurotransmisores que inundan nuestro cerebro cuando estamos enamorados: oxitocina + dopamina + serotonina. La oxitocina, que es responsable del vínculo entre una madre y su bebé, también aumenta tras los abrazos y el orgasmo, y nos une a la persona amada. La dopamina, que sube cuando anticipamos y recibimos una recompensa, hace que el deseo de estar con esta persona funcione como el juego, las drogas ilegales o el chocolate. Por último, la serotonina seguía nuestro estado de ánimo y se asocia al sentimiento de felicidad.

No todo son nubes y mariposas. Este cóctel hormonal también hace que nuestras reacciones exageradas cuando, por ejemplo, el objeto de nuestro amor tarda más de 10 minutos en responder a un mensaje o se olvida de la fecha de nuestro cumpleaños. La simple amenaza de la pérdida hace descender los niveles de esos neurotransmisores, provocando estrés. Cuando se produce la ruptura, los niveles de estas drogas cerebrales se desploman.  

En un estudio con resonancia magnética se examinaron los cerebros de hombres y mujeres que acababan de ser rechazados en el amor. Las regiones cerebrales que estaban más activas eran mismas que en el juego cuando se producían grandes ganancias o pérdidas, y aquellas asociadas a los comportamientos obsesivos compulsivos y el control de la ira. 

El amor no solo nos hace sentir bien, sino que desactiva todo aquello que nos hace sentir mal. Hay una reducción de los síntomas de depresión y una mejora del estado de ánimo. Se reduce la sensación de miedo. También hay menos actividad en la parte del cerebro dedicada a juzgar a los demás y a nosotros mismos. Nos resulta más fácil confiar en otras personas (especialmente la persona amada) y nos sentimos invencibles. 

Estos mecanismos actúan al revés cuando se produce una ruptura. La oxitocina que nos une es la misma que nos impide perdonar una traición, especialmente en el caso de las mujeres. La noradrenallina que nos pone alas en los pies cuando estamos enamorados se convierte en ira y agresividad. Otro estudio comprobó que las personas rechazadas en una ruptura confesaban que todavía estaban enamoradas y pensaban en su ex hasta un 85% del tiempo, a pesar de decir que los odiaban por cómo los habían tratado.

Las rupturas y la depresión

Las rupturas entre las parejas no siempre se registran, y los datos de los pacientes de los psicólogos son confidenciales, por lo que es difícil saber cuántas personas sufren algún problema psicológico a causa de una ruptura. Sin embargo, sí hay datos sobre divorcios.

En un estudio con personas de más de 40 años en EE UU se encontró que el 40% sufría depresión tras el divorcio. El efecto también se produce al revés: un estudio en Noruega encontró que las probabilidades de divorcio se multiplican por dos si una de las personas sufre algún problema mental como la depresión. 

Un estudio más reciente de 2013 arroja un poco de luz sobre el asunto: el 60% de las personas con un historial de depresión sufrieron un episodio de depresión tras el divorcio. Entre las personas que no habían sufrido antes depresión, solo el 10% se deprimieron tras la ruptura. 

El fenómeno es extremadamente complejo. Quién deja a quién, la situación económica, el género, los hijos y la edad tienen un gran peso en la capacidad de las personas para sobreponerse a una ruptura. 

La cura para el desamor

Con el cerebro hambriento de los neurotransmisores que antes le hacían feliz, es habitual que las personas busquen soluciones, incluso aquellas que les pueden perjudicar. Las rupturas sentimentales en los jóvenes están asociadas a trastornos mentales un mayor uso de drogas. Tener sexo con otras personas (rebound sex, sexo de rebote, en inglés) es también habitual, especialmente en las personas que son abandonadas en la ruptura, incluso como una forma de vengaza.

¿Es posible curar el desamor con medicamentos? Esta pregunta es especialmente relevante en los casos en los que las personas pueden agredir a otras o hacerse daño a sí mismas. En teoría, hay pastillas para cada uno de los síntomas. El paracetamol puede aliviar el dolor psicológico de la ruptura porque funciona igual que el dolor físico. Los fármacos antidepresivos elevan los niveles de serotonina, y se usan para tratar a las personas con TOC. También se pueden bloquear las hormonas sexuales responsables de la libido, y se están estudiando inhibidores de la dopamina y la oxitocina. Todos estos fármacos tienen efectos secundarios importantes, y la intervención tiene serias implicaciones éticas

Otros investigadores creen que, si tomamos una pastilla para recuperarnos de una ruptura, estamos saboteando un proceso natural de adaptación y recuperación por el que tenemos que pasar, como ocurre después de un accidente con heridas físicas. Sin embargo, hay conductas que nos ayudarán a sobreponernos:

  • Abstenerse de todo contacto: cada vez que vemos a la persona que rompió con nosotros se reactiva el mecanismo del apego, por lo que es mejor abstenerse de todo contacto durante un mes o más. Borrar o bloquear las cuentas de redes sociales es imprescindible.
  • Manejar el estrés: hacer deporte, meditar, estar en contacto con la naturaleza o actividades creativas, como pintar, bailar o hacer música hacen descender los niveles de estrés y aumentan los de dopamina.
  • Cultivar otros vínculos: aislarse es una mala idea, pasar tiempo con familiares y amigos, con un animal de compañía, o participar en una actividad en grupo mantendrán la oxitocina elevada. El sexo con extraños también tiene este efecto, pero conviene recordar que los extraños también son seres humanos con sentimientos y ejercer cierta responsabilidad. 

¿En qué se basa todo esto?