A finales de los años 50 en EEUU se empezó a observar un fenómeno preocupante en las grandes aves, como pelícanos o águilas. Sus huevos tenían cáscaras tan delgadas que no soportaban el peso del pájaro adulto, y cuando se posaban encima para empollarlos terminaban haciendo una tortilla de su descendencia.
El culpable era el DDT, un pesticida que se empezó a usar en 1936. El DDT salvó la vida de los habitantes de medio mundo, permitiendo grandes monocultivos que sobrevivían a las plagas, y acabando con los mosquitos que transmitían la malaria (no hay que olvidar que en los años 30 y 40 la malaria era endémica en EEUU y en el sur de Europa, incluyendo España).
Por desgracia, el DDT es un disruptor endocrino, es decir, un compuesto que actúa sobre las hormonas en el organismo de los animales y las personas. En el caso de las aves, afectaba a una prostaglandina necesaria para fijar el calcio en el huevo.
Como las hormonas controlan los sistemas del cuerpo, ciertas dosis de disruptores endocrinos pueden producir todo tipo de problemas, como defectos en el desarrollo fetal, deficiencias cognitivas, malformaciones congénitas, alteraciones del desarrollo sexual (rasgos femeninos en machos y viceversa), y varios tipos de cáncer sensibles a las hormonas, como el cáncer de mama, de próstata o de tiroides. Por ejemplo, se sabe que el pesticida atrazina causa que las ranas macho se conviertan en hembras, amenazando sus números porque no se reproducen. Según la OMS, los disruptores endocrinos pueden estar detrás del aumento del número de cánceres testiculares y de mama en todo el mundo en los últimos 50 años.
Hay pruebas más que suficientes de que los disruptores endocrinos provocan efectos en animales, sin embargo, con los seres humanos las cosas no están tan claras. En primer lugar, porque no se puede experimentar así como así con personas para comprobar cuáles contraen cáncer después de darles altas dosis de compuestos químicos. En segundo lugar, porque no todo lo que sirve para los animales es aplicable a otras especies, o a los seres humanos. El DDT afecta a los huevos de los patos, pero no a los de las gallinas. El edulcorante aspartamo da cáncer a los ratones pero no a los seres humanos.
En último lugar, hay una industria millonaria que fabrica todo tipo de productos que contienen disruptores endocrinos, especialmente plásticos y cosméticos, y se sabe que están presionando para que no se prohiba su uso, especialmente en EEUU, aportando sus propios estudios que contradicen los existentes. También buscan eliminar las barreras a la comercialización de estos productos en la Unión Europea, que tiene regulaciones más estrictas que podrían caer por la amenaza del TTIP.
Aunque muchos de estos compuestos están prohibidos o muy regulados y no llegan a entrar en contacto con tu comida ni tu aire (a no ser que trabajes en un entorno industrial o agrícola), hay un posible riesgo en productos muy comunes: las botellas de plástico de tu bebé, los envases de tu comida, la crema solar o, incluso, ciertos alimentos que contienen disruptores endocrinos de forma natural.
Dicho esto, es fácil darle a los efectos de los disruptores endocrinos tintes apocalípticos y caer en teorías de la conspiración. Los efectos son muy variables: no afectan igual a adultos que a niños o a embriones, muchos se degradan y desactivan en poco tiempo, y las dosis peligrosas son distintas en cada caso.
Mientras que la Unión Europea opera con el principio de la precaución ante la duda, en EEUU impera el principio del riesgo: todo está permitido hasta que se demuestre que es peligroso. Muchas de las historias de terror que lees en Facebook sobre los plásticos y los cosméticos están importadas (y mal traducidas) de noticias estadounidenses.
Mantener unas precauciones básicas no está de más, y la única arma disponible es la información. En esta serie de artículos repasaremos qué productos pueden alterar tus hormonas y cómo evitarlos, empezando por el temido BPA.
BPA y los biberones de tus hijos
El bisfenol A o BPA es un compuesto empleado en la fabricación de policarbonato, el plástico duro y transparente con el que se fabrican las botellas de agua no desechables, biberones y botellas para niños, y otros contenedores para alimentos. También se usa en otros plásticos empleados para fabricar juguetes.
El BPA es una xenoestrógeno, y se comporta en el cuerpo como una hormona femenina. Igual que otros disruptores endocrinos puede tener efectos a dosis muy bajas, que no llegan a ser tóxicas. Por ejemplo, bajos niveles de BPA en animales producen diabetes, cáncer de mama y de próstata, infertilidad, enfermedades tiroideas, obesidad, adelanto de la pubertad y problemas neurológicos.
Ante la imposibilidad de hacer experimentos con personas, las pruebas se realizan sobre células de cáncer de mama in vitro, que responden a los estrógenos proliferando. Según un documento de 2009 firmado por 38 expertos investigadores después de analizar más de 700 estudios, el 95% de la población de los países desarrollados está expuesta a niveles de BPA suficientes para producir efectos, extrapolando los efectos en los animales.
En EEUU más de cien estudios independientes encontraron que el BPA tenía efectos en células humanas. Por su lado, los estudios financiados por la industria nunca encontraron efecto alguno.
La Unión Europea prohibió el uso de BPA en plásticos para niños en 2011, pero lo autorizó de nuevo en 2015 ante la falta de pruebas concluyentes en humanos, para luego recomendar restringir su uso en juguetes y cosas que los niños se metan en la boca en 2016 con una directiva. Solo Francia, Dinamarca, Bélgica y Suecia se resisten con su propia legislación que prohibe el BPA en usos alimentarios.
El pasado enero la agencia europea de los productos químicos (ECHA) añadió el BPA a la lista de sustancias clasificadas como “altamente preocupantes”, el primer paso para que la industria tenga que pedir permiso antes de usarla.
Por qué BPA-Free no quiere decir seguro
El BPA tiene mala prensa desde hace años, y los grandes de la industria como Tupperware, Rubbermaid o Curver han respondido con botellas de agua y contenedores “libres de BPA”, y así lo anuncian en sus sitios web.
El problema es que los compuestos que se usan para sustituirlo, como el bisfenol S y bisfenol F, y un compuesto llamado Tritan fabricado por Eastman, tienen la misma actividad estrogénica o más que el BPA, y por tanto los mismos riesgos.
Tritan se encuentra en los contenedores de comida de la marca Rubbermaid, y en esas botellas del gimnasio con una boquilla para beber fabricadas originalmente por Eastman. En cambio, Tupperware utilizan polietileno de alta densidad (HDPE) en sus productos, que no contiene ninguno de estos compuestos y eso supuestamente más seguro. Por su parte Curver emplea polipropileno, identificado con el símbolo de la cinta de Moebius, más fácil de reciclar y que tampoco contiene BPA ni pastificantes.
En este (largo, en inglés) artículo de Mother Jones se cuenta con detalle cómo Eastman ganó en los tribunales lo que los estudios independientes no le concedían, ya que los ensayos con Tritan sí encontraban actividad estrogénica . A día de hoy, Tritan, BPS otros compuestos alternativos al BPA se siguen usando, a pesar de se conoce su actividad estrogénica y de que hay alternativas que no liberan disruptores endocrinos, pero implementarlas cuesta dinero.
Cómo evitar BPA y sus derivados
Aunque el BPA tiene riesgos, hay que tener en cuenta las magnitudes. La exposición a los disruptores endocrinos es inevitable, y como siempre el riesgo está en la frecuencia y la dosis.
También hay que ser consciente de que hay otras cosas que tienen una influencia mucho mayor en nuestra salud. Cualquier persona que esté muy preocupada por el BPA en las botellas de plástico, y que al mismo fume o tome bebidas azucaradas a diario, debería revisar sus prioridades.
Con todo esto, estos son algunos de las precauciones que podemos tomar día a día para evitar meter BPA y sus análogos en nuestros cuerpos.
- Utiliza botellas de agua de cristal o acero: cuando el BPA entra en contacto con el cloro del agua, libera compuestos de cloro y BPA que son entre 10 y 40 veces más estrogénicas que el BPA solo.
- Cuidado con las latas: las latas tienen un recubrimiento interior de resina de epoxy que tiene BPA. No almacenes las latas durante mucho tiempo y sobre todo nunca las utilices para calentar comida o para guardarla en el frigorífico. Pasa la comida cuanto antes a un contenedor de vidrio o cerámica.
- Cuidado con las botellas de aluminio: las botellas de agua de aluminio, muy comunes para salir al campo o la montaña, suelen tener un revestimiento interno de resina que contiene BPA. Algunas marcas reconocidas como SIGG han sustituido este revestimiento con otro sin aditivos, pero esa que has comprado fabricada en China puede no ofrecer las mismas garantías. El acero inoxidable es una opción mejor.
- Cuidado con calentar el túper: los contenedores de plástico baratos (tacto más blando) suelen estar fabricados con polietileno de baja densidad, que curiosamente es bastante seguro y no contiene BPA. Sin embargo los fabricados con policarbonato, que son más duros, sí suelen contener BPA o sus sustitutos.
- Cuando uses el microondas emplea siempre contenedores de vidrio o cerámica: la exposición al calor, por ejemplo en el microondas, puede liberar BPA en tu comida. Si tu comida contiene grasa el problema se agrava porque el BPA es liposoluble.
- No reutilices vasos, contenedores, platos y cubiertos de plástico desechables: las altas temperaturas del lavavajillas hacen que los plásticos liberen BPA, especialmente esos que no tienen una inscripción clara que indica que son resistentes al lavavajillas. Pásate al acero inoxidable, la cerámica y el cristal.
¿En qué se basa todo esto?
OMS: Endocrine Disrupting Chemicals 2012. Summary for Decision-Makers
El pato es sensible al debilitamiento de la cáscara del huevo inducida por p,p′-DDE, pero la gallina doméstica no. Los estudios comparando las dos especies muestran que el debilitamiento de la cáscara del huevo en los patos se acompaña de un nivel reducido de la actividad de la prostaglandina sintasa, menores niveles de prostaglandina E2 y menor absorción de Calcio por la mucosa de la glándula que produce la cáscara.
Los machos expuestos a la atrazine sufrieron baja testosterona, mengua de las glándulas sexuales, desarrollo laríngeo feminizado, supresión del apareamiento, reducción de la espermatogénesis y baja fertilidad.
Hemos identificado el corpus de estudios hasta la fecha consistente en 32 estudios (25 in vitro y siete in vivo) [...] Basándose en estos estudios, BPS y BPF son tan activos hormonalmente como BPA, y son disruptores endocrinos.
Los estudios científicos publicados sobre animales y seres humanos expuestos a bajas dosis de BPA en relación con los estudios mecanísticos in vitro revelan que la exposición al BPA está dentro del rango que se contempla como biológicamente activo en un 95% de las personas estudiadas.
BPA-Free Plastic Containers May Be Just as Hazardous
Recientes estudios revelan que el bisfenol S, un sustituto común del BPA, puede ser igualmente dañino.
Most Plastic Products Release Estrogenic Chemicals: A Potential Health Problem That Can Be Solved
Casi todos los productos de plástico comerciales analizados, independientemente del tipo de resina, producto o fabricante, desprendieron sustancias con efectos medibles de disrupción endocrina, incluyendo los que se anuncian como libres de BPA. En algunos casos los productos libres de BPA desprendieron sustancias con mayor disrupción endocrina que los que contenían BPA.
Cuatro resinas sustitutivas de los plastificantes (entre ellas Tritan™ y PS) desprendieron sustancias con efectos de disrupción endocrina. Sin embargo, las otras diez resinas sustitutas no desprendieron sustancias con efectos endocrinos.
Assessing the Safety of a Replacement Chemical: Nongenomic Activity of Bisphenol S
Basándose en estos resultados, las bajas concentraciones de BPS afectan a la señalización no genómica en las células sensibles a los estrógenos, con potenciales consecuencias para la función celular.