El champú para el pelo y los geles para el cuerpo son productos de higiene personal que reciben una atención especial en los anuncios de televisión, con imágenes de frescor, limpieza y, sobre todo, espuma, mucha espuma. Sin embargo, el champú y el gel pueden estar bajo sospecha por los ingredientes químicos empleados para producir esa sensación de limpieza.
La evolución del champú a lo largo de la historia es un tema fascinante. Originario de la palabra hindi “chÄmpo”, que se traduce como masajear o amasar, el champú fue adoptado por los comerciantes coloniales en la India durante el siglo XVIII, quienes observaron cómo allí se usaba una mezcla en polvo de ingredientes como la grosella espinosa, otras hierbas y nueces de jabón (conocidas por su contenido de saponina, un detergente natural).
Hace un siglo solo había jabón en los hogares, sin distinguir su uso. Los primeros champús específicos para el cabello aparecen en Estados Unidos en los años 30, pero no es hasta los 70 cuando se generaliza su uso gracias a los detergentes sintéticos con tensioactivos (los lauril sulfatos y otros sulfatos que aparecen en la etiqueta) que hacían mucha espuma y dejaban en el cabello una sensación de limpieza extrema. Lo mismo se aplica a los geles de baño para el cuerpo, que pueden ser incluso más agresivos con la piel.
Los ingredientes dudosos del gel de baño y el champú
La Nomenclatura Internacional de Ingredientes Cosméticos (INCI) es la lista que desglosa todos los ingredientes de un producto. Es el primer lugar que se debe consultar antes de comprar algo para saber qué contiene. Pero no siempre entendemos lo que pone en la etiqueta. La receta básica de los champús y geles comerciales es esta:
- Agentes portadores: suelen aparecer al principio y su función es proporcionar un disolvente para los ingredientes activos. El más utilizado es el “aqua”, que no es más que agua. En algunos champús también se utiliza algunos alcoholes como el propanol, el etanol, el alcohol isopropílico y el alcohol propílico, que ayudan a homogeneizar el champú, pero resecan el cabello. A menudo esto se compensa con “alcoholes grasos” como el alcohol cetílico, el alcohol laurílico, el alcohol cetearílico y el alcohol estearílico que, al contrario, retienen la humedad y son buenos para el cabello.
- Espesantes: nadie quiere un champú muy líquido, por eso muchos contienen espesantes como el diestearato de glicol, ácido esteárico, gelatina, goma xantana, cera de carnauba, alcohol estearílico o alcohol cetílico. No suelen afectar negativamente al cabello.
- Tensioactivos: los tensioactivos son ingredientes que hacen que los champús formen más espuma, arrastren la grasa y la suciedad y limpien más eficazmente. En otras palabras, son detergentes, los responsables de esa sensación de 'cabello limpio'. Los más comunes son los lauril sulfatos, como el lauril sulfato de amonio, lauril sulfato sódico, lauril sulfato de amonio y trideceth sulfato sódico.
- Conservantes: son necesarios para impedir que el champú desarrolle moho, lo que sería perjudicial para la salud. Los conservantes más utilizados son el benzoato sódico y el sorbato potásico, también empleados en alimentación. Los parabenos son también conservantes habituales, como el metilparabeno, isopropilparabeno, etilparabeno, isobutilparabeno, butilparabeno y propilparabeno.
- Emolientes: son ingredientes que equilibran los efectos desecantes de los tensioactivos. Ayudan a los folículos pilosos a mantener la humedad para evitar que el cabello se vuelva quebradizo. Suelen ser el aloe vera, aceites vegetales y aceites minerales. También se incluye habitualmente silicona (dimeticona), especialmente en los champús suavizantes.
Hay que tener en cuenta que los cosméticos tienen que pasar pruebas en las que demuestren no ser tóxicos antes de poder ponerlos a la venta, y que en la Unión Europea estas pruebas son especialmente estrictas. Gracias a estas medidas, ningún champú ni otro cosmético pueden presentan un riesgo elevado ni inmediato para la salud. Sin embargo, los efectos más sutiles y a largo plazo de algunas de estas sustancias se están todavía estudiando:
- Lauril sulfatos: aumentan la sensibilidad de la piel y despojan al cabello de su grasa natural, provocando sequedad.
- Parabenos: tienen una actividad estrogénica débil, por lo que se sospechaba que podrían influir en el riesgo de sufrir cáncer de piel y de mama. Sin embargo los estudios indican que no hay evidencia que sustente este riesgo o cualquier otro riesgo de cáncer.
- Ftalatos: son peligrosos para el medio ambiente y pueden provocar alteraciones hormonales en los seres humanos, especialmente en mujeres embarazadas.
- Formaldehído: es un conservante que prácticamente no se usa ya en champús ni otros cosméticos, y cuyas cantidades de seguridad han sido reducidas drásticamente en la Unión Europea, ya que puede ser cancerígeno y se absorbe fácilmente por la piel.
- Dimeticona: esta silicona impide que la humedad penetre en el cabello y con el tiempo puede obstruir los poros.
- Palmitato de retinol: se convierte en retinol en la piel (vitamina A), un ingrediente que se usa en cosmética para estimular la regeneración de la piel, pero que puede provoca picores y descamación.
- Alcohol: reseca el cabello y lo vuelve quebradizo.
- Tolueno: otro disolvente que se usaba además en laca de uñas y tintes para el pelo, y que está estrictamente restringido en la Unión Europea, ya que en dosis elevadas puede debilitar el sistema inmunitario y causar problemas congénitos.
- Imidazolidinil: un conservante que está autorizado, pero que puede irritar la piel y los ojos.
¿Champús sin tóxicos?
Aunque la mayoría de las sustancias mencionadas, con la excepción de los ftalatos, son en general seguras en las cantidades autorizadas por la regulación europea, hay personas que pueden tener reparos al encontrarlas en las etiquetas de sus productos. Sin embargo, hay que tener en cuenta que los champús necesitan estos ingredientes para poder funcionar como champú. Sin tensioactivos, no harían tanta espuma. Sin conservantes, se llenarían de moho.
Esto quiere decir que en los champús “libres” de sustancias tóxicas estos compuestos han sido sustituidos por otros con una función equivalente, y no siempre es una opción más segura.
Por ejemplo, el Comité Científico de Seguridad de los Consumidores de la Unión Europea considera seguro el uso de metilparabeno y etilparabeno en cosméticos en las concentraciones máximas autorizadas (0,4% para un parabeno o 0,8% cuando se utilizan combinados) y el uso de propilparabeno hasta una concentración máxima del 0,14%. Estas cantidades son ya muy bajas y la mayoría de los productos comerciales contienen menos aún. Esto no impide que aplicaciones como Yuka clasifiquen cualquier producto con parabenos como potencialmente peligroso.
En especial, evitar los conservantes como los parabenos tiene consecuencias, ya que puede aparecer contaminación por moho o bacterias patógenas. Un estudio realizado a lo largo de tres años en países de la Unión Europea comprobó que fue necesario retirar del mercado 173 productos cosméticos por contaminación con distintos microorganismos, y el más común fue la peligrosa bacteria Pseudomonas aeruginosa, que puede provocar neumonía o infecciones de la sangre. La alternativa a los conservantes son champús con fecha de caducidad para evitar su contaminación, pero esto es algo que los consumidores no tienen en cuenta.
Un sustituto habitual de los parabenos es la metilisotiazolinona como conservante. Sin embargo, este compuesto, que algunas marcas anuncian como una opción “no tóxica”, puede provocar irritación y alergias, especialmente en champús para niños.
Por su parte, los ftalatos, como el DEHP, el DBP, el DIBP y el BBP, están clasificados por la Unión Europea como tóxicos para la reproducción, lo que significa que tienen un efecto negativo sobre la capacidad de tener hijos y sobre el feto. Además, el DBP y el BBP están clasificados como muy tóxicos para la vida acuática. Por este motivo están prohibidos en los productos de consumo desde 2020 y no los encontrarás en ningún tipo de champú.
Teniendo en cuenta la estricta regulación de los cosméticos, las alternativas “sin tóxicos” a estos productos se aprovechan de un fenómeno denominado quimiofobia, la aversión a los productos químicos sintéticos, y una santificación de los productos “naturales”, que en ocasiones pueden ser menos seguros que sus equivalentes sintéticos y poner en riesgo la salud.
En cuanto a la salud del cuero cabelludo y el aspecto del pelo, cada vez más estudios coinciden en que lavarse el pelo todos los días con champú no es la mejor idea. Naturales o sintéticos, los detergentes que componen el champú alteran la microbiota del cuero cabelludo y retiran la capa de sebo que lo protege. Esto a su vez hace que se desencadene una producción excesiva de sebo y la necesidad de lavarse el pelo otra vez. Malo para tu pelo, muy bueno para la industria cosmética.
*Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.