Una historia de 10 millones de años

Por qué nos gusta tanto beber

La cervecería más antigua de la que se tiene noticia está en Israel, y tiene 13.000 años de antigüedad. Allí se trituraba trigo y cebada, y se dejaba fermentar hasta conseguir una cerveza que se bebía en banquetes rituales, varios milenios antes de que hubiera señales de agricultura.

La explicación tradicional de cómo los seres humanos pasaron de ser cazadores recolectores nómadas a agricultores y ganaderos establecidos es que necesitaban cultivar grano. Sin embargo, varios teóricos insisten en que la producción de cerveza fue el verdadero motivo de esta transición. Hasta hace poco no había pruebas al respecto, pero el descubrimiento en Israel deja pocas dudas. La fruta prohibida fue en realidad el bebercio.

Pero, ¿por qué nos gusta tanto el alcohol?

Para empezar, no somos los únicos, y la historia es mucho más antigua que el descubrimiento de la agricultura. A los pájaros les encanta la fruta fermentada, que puede contener hasta aun 4% de etanol, tanto que algunos mueren chocando borrachos contra árboles. Todo indica que a nuestros ancestros también, ya que desarrollaron una enzima específica para digerir alcohol llamada ADH4, inactiva en otros primates, y que nuestra rama evolutiva tiene desde hace diez millones de años. Somos en esencia monos borrachos.

Uno de los posibles motivos de nuestra afición al alcohol es la supervivencia. El alcohol es energéticamente más denso que el azúcar, aunque menos que la grasa. Proporciona siete calorías por gramo, lo cual hace que, si necesitas combustible, comer una fruta fermentada sea mejor que una verde. También aumenta indirectamente el almacenamiento de grasa, lo cual era una ventaja cuando la comida escaseaba en invierno. Por último, la fermentación descompone muchos de los componentes tóxicos de las plantas, haciéndolas más fáciles de digerir.

Pero seguramente nuestros antepasados se quedaron con el alcohol por sus efectos sobre el cerebro:

  • El alcohol aumenta la absorción de GABA, el principal neurotransmisor inhibitorio, con lo que tiene un efecto calmante parecido al Valium.
  • El cortex prefrontal, responsable del pensamiento lógico, baja de actividad, y por eso tomas las decisiones equivocadas y te atreves a hacer cualquier cosa.
  • Por otro lado aumenta la dopamina en el circuito de recompensa, y eso hace que te sientas bien, como si algo bueno fuera a ocurrir.
  • Para terminar, el alcohol también dispara las endorfinas, los opiáceos que produce el propio cerebro, que producen una sensación de placer y tienen que ver con las propiedades adictivas del alcohol.

No es extraño que el alcohol nos guste, y que la gente lo utilice precisamente con estos fines: deshinibirse, calmarse o pasarlo bien. Seguramente los cazadores recolectores tenían muy difícil ponerse ebrios con fruta pocha, pero el acceso a grandes cantidades de etanol se hizo mucho más sencillo con la agricultura.

Se sabe que en China se fabrica vino desde 7000 AEC, y en Georgia desde 6000 AEC. En China se promulgaron y se derogaron leyes que prohibían fabricar vino más de cuarenta veces entre el 1100 AEC y el 1400 EC. En la Biblia, una colección de mitos de cabreros palestinos de la edad de bronce, ya se advierte de los efectos del alcohol, tanto positivos como no tanto. En el Génesis, las hijas de Lot se acuestan con su padre borracho. En los Proverbios se recomienda el alcohol a los moribundos y a los que tienen vidas amargas para olvidar su pobreza y sus problemas.

El alcohol no resulta adictivo en la mayoría de la gente, pero entre un 5 y un 10% de los bebedores habituales tiene riesgo de volverse adicto. Como todas las drogas, el problema no es la sustancia, sino la carencia que está aliviando: exceso de estrés, dificultades para relacionarse, depresión, ansiedad u otros trastornos mentales.

Cuando hay alcoholismo, es decir, adicción al alcohol, los efectos no son tan agradables. El alcohol deja de hacer efecto, hay que aumentar la cantidad, y se produce síndrome de abstinencia cuando no se bebe. Además el consumo excesivo de alcohol también trae serias consecuencias: úlceras, diabetes, disfunción sexual, pérdida de masa ósea, problemas de visión, cáncer y un sistema inmunitario debilitado.

Para colmo, igual que el alcohol influye positivamente en el cerebro, a largo plazo puede afectar a su funcionamiento. En un estudio se comprobó que los bebedores frecuentes, incluso en cantidades moderadas, tenían más riesgo de que se atrofiara el hipocampo, la parte del cerebro encargada de fabricar los recuerdos. La buena noticia es que las neuronas empiezan a crecer de nuevo en cuanto se deja de beber durante cuatro semanas.

¿Recuerdas todas esas noticias sobre los beneficios de una copa de vino al día para el corazón? No estaban justificadas, y estos beneficios han sido desmentidos. No obstante, el consumo moderado parece que sigue siendo bueno para el cerebro. Un estudio muy reciente ha encontrado que el consumo moderado de alcohol puede ayudar a que el cerebro elimine los materiales de desecho gracias al sistema glinfático, ese que trabaja por la noche. ¿Qué es consumo moderado? La famosa única copa de vino al día. Por encima de esa dosis desaparecen los efectos beneficiosos y aumenta el riesgo de Alzheimer.

Además, están los beneficios psicológicos. El alcohol es efectivo para reducir el estrés, y eso tiene un efecto en cascada sobre otros factores que afectan a la salud. Esto es especialmente cierto cuando el alcohol se consume socialmente, según pudo comprobar un estudio de la universidad de Oxford. Beber moderadamente y en compañía refuerza los lazos entre las personas al igual que la risa, el canto y el baile. Que por otro lado, también son consecuencias del consumo (moderado) de alcohol.

¿En qué se basa todo esto?