El mito del menú infantil

El reciente escándalo de la adjudicación de comidas escolares a domicilio por parte del Gobierno regional de la Comunidad de Madrid a empresas de comida rápida ha vuelto a traer a la actualidad el tema recurrente de cuál es la nutrición correcta para los niños. En realidad, la ciencia tiene la respuesta desde hace tiempo.

Los humanos son los únicos animales que alimentan a sus hijos con algo distinto a lo que se supone que deben comer de adultos. En la naturaleza no hay “menú infantil”. Los mamíferos maman durante un tiempo y los polluelos de los pájaros comen comida regurgitada por sus progenitores, pero una vez son autónomos, comen lo mismo que los adultos.

Por el contrario, los humanos vivimos en un mundo que ha creado toda una industria alrededor de la falsa idea de que los niños necesitan una comida especial porque de otro modo montarán un escándalo (porque no les gusta la comida adulta) o porque necesitan un extra de “nutrientes”, aunque ese extra en la mayoría de los casos sea de azúcar.

La frase “Están creciendo” es a menudo una excusa para dar de comer a los niños comida procesada alta en azúcar, harina refinada y grasas industriales, y pobre en proteínas y fibra.

En la mente de muchas personas se equipara la comida saludable con hacer dieta, y por supuesto, los niños no deben hacer dieta salvo que tengan problemas de salud. También hay una impresión generalizada, fomentada por la publicidad, de que los niños pueden comer alimentos poco saludables sin consecuencias.

El problema de estas ideas es que no están funcionando. La obesidad infantil crece a mayor velocidad en todo el mundo que la obesidad entre adultos. En España la población general registra un 17% de obesidad, según datos recopilados por el Ministerio de Sanidad, pero en los menores de 16 se dispara hasta el 23,8%. El exceso de peso alcanza en estas edades al 35% de los menores.

Hay muy buenas razones para que los niños coman lo mismo que los adultos y abandonen el menú infantil. En un estudio de la Universidad de Edimburgo dirigido por la Dra. Valeria Skafida se encontró que los niños que comen las mismas comidas que sus padres tenían dietas más saludables que aquellos que comen comidas especiales diseñadas para satisfacer su paladar.

Se podría pensar que la diferencia estaba en si los niños hacían comidas compartidas sentados en la misma mesa que los padres, pero este factor no influía en su salud. Los factores determinantes para que los niños tuvieran una dieta saludable eran la eliminación de ciertos alimentos y evitar las golosinas o aperitivos entre horas.

La Dra. Skafida estudió a 2.332 niños de cinco años en Escocia, una región donde la obesidad infantil supera el 35%. Realizó entrevistas con las madres para medir la frecuencia de consumo de ciertos grupos de alimentos por parte de los niños para conocer sus hábitos de alimentación, es decir, dónde, cuándo y con quién comían, y también cuánto disfrutaban los niños de las comidas. Los resultados mostraron que solo el 71% comen la misma comida que sus padres.

El doctor David L. Katz, especialista en medicina preventiva, está a favor de erradicar el menú infantil. En una columna para US News hablaba de que parece que sin golosinas de colores (como los cereales de desayuno) “nuestros hijos morirían de hambre. ¡Debe de ser una broma!”.

Según Katz, solo hay dos formas de justificar esta actitud: “O bien somos lo suficientemente arrogantes para creer que nuestra especie, y solo nuestra especie, es distinta de toda la naturaleza y los patrones que prevalecen allí, o bien somos lo suficientemente ilusos para creer en nuestra propia mitología impulsada por el beneficio [empresarial]. Si hay una tercera opción, no la he encontrado”.

En la reciente revista de eldiario.es “El laberinto de la comida”, disponible en PDF, la experta en nutrición y obesidad de la Universidad de Tufts Christina Economos destaca la importancia de trabajar en el conjunto de la comunidad, implicando a los padres, escuelas y supermercados, para que las opciones saludables sean más accesibles. De otro modo, la epidemia de obesidad infantil no podrá evitarse.