La carne es débil, dice el refrán. ¿Por qué no somos una masa viscosa que se arrastra por el suelo? La respuesta rápida es nuestro esqueleto. Pero entonces, ¿por qué no están nuestros músculos sueltos bajo la piel, como globos llenos de agua atado a un palo? Lo que mantiene nuestras carnes en su sitio es un conjunto de membranas muy resistentes que envuelven los músculos, los conecta con los huesos, órganos internos, nervios y vasos sanguíneos en el cuerpo humano. Esta red tridimensional que se extiende desde la cabeza hasta los pies sin interrupción es la fascia.
La fascia proporciona soporte estructural y protección, facilita el movimiento y participa en procesos como la transmisión de fuerzas y la comunicación celular. Sin la fascia, estaríamos, en efecto, arrastrándonos por el suelo. Sin embargo, a pesar de su importancia, durante muchos años se ignoraron sus funciones y no se estudió en profundidad. Solo en las dos últimas décadas la fascia ha cobrado protagonismo.
Cómo influye el estado de la fascia en la salud y el estado físico
La fascia rodea todas las partes del cuerpo. Da forma y soporte y, por ejemplo, mantiene unidos los músculos, lo que les permite contraerse y estirarse. Al igual que los tendones y ligamentos, la fascia está formada principalmente por colágeno, pero la fascia es un tipo diferente de tejido. Aunque pudiera parecer una única membrana, está formada por muchas capas separadas por un líquido llamado hialuronano (ácido hialurónico):
- Fascia superficial: justo debajo de la piel.
- Fascia profunda: cubre huesos, músculos, nervios y vasos sanguíneos.
- Fascia visceral: rodea ciertos órganos para mantenerlos en su sitio, como los pulmones, el corazón y el estómago.
- Fascia parietal: reviste las cavidades corporales, por ejemplo, la pelvis está recubierta de fascia parietal.
Cuando está sana, la fascia es resbaladiza y suave, y se estira a medida que se mueve nuestro cuerpo. La fascia tiene nervios que la hacen casi tan sensible como la piel. Cuando se estresa, se tensa. Si está dañada, puede volverse más gruesa, pegajosa, seca y tirante. Como la fascia es tan importante para el funcionamiento del cuerpo, cualquier problema con ella puede causar dolor.
La fascia rodea todas las partes del cuerpo. Da forma y soporte y, por ejemplo, mantiene unidos los músculos, lo que les permite contraerse y estirarse
Por qué la fascia puede causar dolor
Según el departamento de medicina integrativa de la prestigiosa Universidad John Hopkins, muchos de los dolores musculares habituales pueden ser debidos, en realidad, a disfunciones de la fascia. El llamado sistema miofascial comprende los músculos y el tejido conjuntivo, del que forma parte la fascia.
En las personas con síndrome de dolor miofascial, existen puntos dolorosos en determinadas zonas de sus músculos, como el cuello o la parte baja de la espalda. Los puntos sensibles se conocen como puntos gatillo. Aunque aún no se conoce por completo cómo se forman, la teoría más aceptada es que una actividad repetitiva o prolongada puede sobrecargar las fibras musculares y provocar falta de oxígeno en estas células. Esta falta de energía perturba los nervios que controlan los músculos, provocando una contracción muscular sostenida, eso que se conoce comúnmente como contractura, cuyo nombre técnico es una banda tensa.
Además, esta contracción constante produce inflamación, lo que contribuye al dolor y a la sensibilidad de la zona. Cuando se ejerce presión sobre estos puntos gatillo se produce dolor (denominado dolor referido) en otra parte del cuerpo.
¿Alguna vez te han dado un masaje en los trapecios, a ambos lados del cuello, para aliviar el dolor? En esta zona se localizan puntos gatillo bien conocidos, aunque hay otros en lo alto de los glúteos, las rodillas, codos y tobillos. ¿Sirve de algo el masaje?
Cómo aliviar el dolor causado por la fascia
El dolor de la fascia se puede producir por una sobrecarga muscular, pero también por una lesión o estrés psicológico. Otros factores también pueden dispararlo o empeorarlo, como las malas posturas, estar sentado mucho tiempo, deficiencias de nutrientes, falta de sueño, cambios hormonales (sobre todo en la menopausia), la obesidad o el tabaquismo.
El tratamiento de este tipo de dolor puede incluir fármacos antiinflamatorios, pero existen otras prácticas habituales:
- Punción seca: el médico o fisioterapeuta inserta una aguja fina directamente en el punto gatillo. Puede ser bastante doloroso y, aunque puede reducir el dolor, una revisión de estudios encontró que solo era igual de eficaz que otras terapias manuales.
- Inyecciones en puntos gatillo: consiste en inyectar una solución en el punto gatillo, normalmente, solución salina o un anestésico local como la lidocaína. Algunos estudios han encontrado que son más eficaces que los fármacos.
- Terapia con ultrasonidos: las ondas de ultrasonidos pueden calentar y relajar los músculos, mejorar el flujo sanguíneo y eliminar el tejido cicatricial, y han proporcionado mejoría en ensayos controlados.
- Masaje terapéutico: la terapia de masaje aumenta el flujo sanguíneo y calienta los músculos. Esto puede ayudar a reducir la rigidez y aliviar el dolor. El masajista suele utilizar el pulgar para presionar los puntos gatillo, lo que hace que duela más, pero luego libera la tensión muscular.
No hay un estándar claro en el tratamiento del dolor miofascial, y aunque los tratamientos pueden mejorar el dolor y la funcionalidad del paciente, no todo el mundo responde igual. Es muy importante ponerse en manos de un profesional que encuentre el tratamiento adecuado en cada caso.
La salud de la fascia es crucial para mantener una buena movilidad y flexibilidad. Una fascia sana permite que los músculos se muevan libremente, mientras que una fascia restringida o dañada puede llevar a rigidez, limitación de movimiento y dolor
Cómo mantener una fascia saludable
La salud de la fascia es crucial para mantener una buena movilidad y flexibilidad. Una fascia sana permite que los músculos se muevan libremente, mientras que una fascia restringida o dañada puede llevar a rigidez, limitación de movimiento y dolor. Esto también influye enormemente en el rendimiento deportivo, tanto que influye en el tiempo que necesitan los deportistas profesionales para recuperarse y volver a jugar. Hay que tener en cuenta que la fascia también puede almacenar y liberar energía elástica durante el movimiento, lo que es importante para deportes que requieren fuerza explosiva como el fútbol, baloncesto o tenis.
La prevención puede ahorrarnos muchos dolores, literalmente. Para mantener o mejorar la salud de la fascia y, por ende, el estado físico general, se recomiendan prácticas como:
- Estiramientos y movilidad para mantener la fascia flexible y prevenir la formación de adhesiones.
- Hidratación, ya que la fascia está compuesta en gran parte por agua.
- Actividad física regular, que mejora la circulación y ayuda a mantener la fascia y los músculos en buenas condiciones.
La fascia es un sistema fundamental para nuestro organismo, pero también es extraordinariamente complejo, ya que conecta todas las partes del cuerpo. A medida que se comprenda mejor su influencia y cómo se deteriora será posible aplicar tratamientos más focalizados que no consistan solo en aliviar los síntomas. Mientras tanto, mantenerse en movimiento y con suficiente masa muscular, fuerza y elasticidad es lo mejor que podemos hacer para retrasar esa cita con el fisioterapeuta.
*Darío Pescador es editor y director de la revista Quo y autor del libro Tu mejor yo publicado por Oberon.
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