Por qué viajar mejora tu cerebro
La cita apócrifa atribuida a Unamuno decía que “El fascismo se cura leyendo y el racismo se cura viajando”. Viajar te abre la mente, te convierte en una persona más sociable, te proporciona historias que contar y te permite hacer nuevos amigos. Pero hay más, la ciencia ha descubierto que nuestro cerebro cambia cuando hacemos la maleta y dejamos nuestra casa.
El mundo es cada vez más pequeño, y gracias al transporte aéreo, cada vez es más sencillo explorar partes lejanas del planeta. En muchos países es común que los estudiantes se tomen un año sabático para viajar por el mundo antes de comenzar al universidad, o vayan a estudiar a otros países. También es común para los profesionales trabajar en el extranjero durante largas temporadas.
En un estudio con universitarios alemanes se comparó a aquellos que viajaban con los que no habían salido de su ciudad al completar varias pruebas psicológicas. Antes de su viaje se midieron sus niveles de extroversión, complacencia, apertura a nuevas experiencias, meticulosidad y neuroticismo, definido como estabilidad emocional. Lo que se pudo comprobar cuando volvieron de su viaje es que les había cambiado la personalidad, mientras que en el grupo de los que se quedaron no hubo tales cambios.
En el caso de los viajeros aumentó su extroversión, o capacidad para establecer relaciones sociales, su meticulosidad, especialmente para quienes tenían estancias más cortas en el extranjero, y la apertura a nuevas experiencias cuando se viajaba más de un año. También aumentó su complacencia, que es la capacidad y el deseo de establecer relaciones cordiales con otras personas, y cómo no, a la vuelta eran menos neuróticos. Los efectos eran modestos, pero consistentes.
Los cambios positivos en tu personalidad no son los únicos efectos de viajar. La necesidad de adaptarse a un entorno nuevo y el estrés (bueno) que produce fuerza a nuestro cerebro a adaptarse y crecer.
Mente más abierta
Los artistas que viajaban a Paris hace un siglo para impulsar su obra estaban haciendo lo correcto. Varios estudios coinciden en que vivir en un país extranjero aumenta la la capacidad para resolver problemas y la creatividad. Los participantes completaron un complicado test de asociación de palabras, pero previamente se les pidió que pensaran en algo que habían aprendido de otras culturas, tanto si habían vivido fuera como si no. Aquellos que habían vivido en otro país tuvieron mejores puntuaciones que quienes nunca habían dejado su hogar.
Lo mismo ocurre en la carrera profesional. En otro estudio analizando colecciones de moda durante 11 años, se encontró que aquellos directores creativos que tenían experiencia de trabajo internacional conseguían mejores puntuaciones en creatividad.
Mejor rendimiento en el trabajo
La cultura estadounidense en particular, pero de forma creciente en otros países, tiende a considerar tomar las vacaciones como una debilidad, y ve no descansar nunca como una muestra de dedicación y compromiso con la carrera profesional. Un estudio de la U.S. Travel Association encontró justo lo contrario. Aunque en EEUU cada vez menos gente se toma sus (escasas) vacaciones pagadas, por miedo a no progresar en su trabajo, quienes tomaban más vacaciones tenían más probabilidades de ser ascendidos. A esto hay que añadir que quienes no toman vacaciones tienen más posibilidades de morir por enfermedades cardiovasculares.
Más felicidad
La felicidad no solo consiste en conseguir un bien material, como una casa o un coche, de hecho, eso puede ser lo menos importante. En un metaestudio se comparó la satisfacción que producía estar esperando para comprar algo tangible, con la felicidad de estar esperando para emprender una experiencia, como un viaje o una estancia en el extranjero. Por supuesto, los viajes ganaron en felicidad a las cosas.
Más flexibilidad mental
Enfrentarse a situaciones nuevas o complicadas en un país extranjero mejora la capacidad para solucionar problemas y pensar “fuera de la caja”. En un experimento se pudo comprobar esto través de experiencias simples, como visitar a alguien y que ofrezcan algo de comer, nos exponemos a que una misma pregunta puede tener varias respuestas. En EEUU puedes decir que no si no te apetece. En Rusia decir que no es una afrenta. Nuestro cerebro se acostumbra a abrirse a otras posibilidades y contemplar todas las posibles alternativas.
Está claro que viajar no significa ir rodeado de personas de tu propio país en un autobús y mirar el paisaje a través de una cámara de vídeo mientras buscas con desesperación la hamburguesería más cercana porque la comida local te produce desconfianza.
Para obtener los beneficios mentales de los viajes hay que tirarse a la piscina: comer de todo, hablar con los nativos, aunque sea por señas, aprender cómo funciona el metro en una ciudad diferente, negociar la carrera con el conductor del tuktuk, callejear, perderse, preguntar, compartir historias. Consiste, en fin, en vivir más. Como dijo Mark Twain:
¿En qué se basa todo esto?
Do we become a different person when hitting the road? Personality development of sojourners.
En segundo lugar, ambas formas de viajar se asociaron con aumentos en apertura y amabilidad y una disminución en el neuroticismo por encima y más allá de la auto-selección observada.
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