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El impacto del 15M
Paradójicamente, el efecto inmediato del 15M, del que se acaban de cumplir diez años, supuso una derrota aplastante del PSOE y una correlativa victoria arrolladora del PP. 2011 ha sido el año desde la entrada en vigor de la Constitución en que la derecha española, representada casi en régimen de monopolio por el PP, obtendría su mejor resultado. El terremoto generado por el 15M tendría, pues, inicialmente un impacto completamente distinto al que hubiera cabido esperar en los dos partidos de gobierno que venían turnándose en el poder desde 1982.
En las elecciones europeas de mayo de 2014, el 15M empezaría a hacerse visible de otra manera. Se podría decir que empezó a verse su verdadera cara. Aunque lo que estaba en juego en dicha convocatoria electoral desde la perspectiva del ejercicio del poder era muy poco, ya que fueron unas elecciones exclusivamente europeas, que no coincidieron con las municipales y autonómicas de las comunidades del artículo 143 de la Constitución, su impacto político fue enorme. Buena prueba de ello fue la abdicación de Juan Carlos I. La reacción de la Casa Real al resultado electoral indicaba que habían entendido que se había llegado a un fin de época.
Dicho fin de época sería certificado al año siguiente, en las elecciones municipales y autonómicas de mayo y en las generales de diciembre. El bipartidismo de los tres primeros decenios de vigencia de la Constitución no quedaría suprimido, pero sí desarbolado. PP y PSOE continuarían siendo los partidos más importantes en la derecha y en la izquierda, pero perderían su posición casi monopolística. De ahora en adelante tendrían que competir con otros actores, algunos de los cuales eran emanación directa del 15M.
En 2015 se produciría también un cambio en la relación de fuerzas entre la derecha y la izquierda a favor de esta última. En todas las elecciones generales celebradas desde 2015, la derecha española ha dejado de tener mayoría parlamentaria de gobierno. Dicha ausencia de mayoría no se haría efectiva hasta 2018 por el cordón sanitario que el Gobierno de Mariano Rajoy consiguió imponer en 2016 al nacionalismo catalán. Pero, tras la sentencia de la Audiencia Nacional sobre el caso Gürtel en 2018, dicho cordón sanitario quedaría levantado y a partir de entonces el Gobierno ha sido expresión de la mayoría parlamentaria constituida por la izquierda y los nacionalistas.
En la moción de censura de 2018 se configuró la mayoría parlamentaria de Gobierno que sería refrendada en las dos elecciones generales celebradas con posterioridad en 2019. En todos los casos se ha tratado de una mayoría parlamentaria heterogénea, muy sólida en un NO rotundo a la derecha, pero mucho menos sólida en lo que a la acción de Gobierno se refiere.
Los años de gobierno de Pedro Sánchez han sido años de aprendizaje del Gobierno de coalición, de facto desde 2018 y de iure desde las elecciones de noviembre de 2019. Aprendizaje que ha tenido que producirse, además, en medio de una situación de emergencia sanitaria como no se había visto otra desde hacía algo más de un siglo.
“Todos los comienzos son difíciles”. Son las primeras palabras del prólogo al Volumen I de 'El Capital'. Todos los partidos que de una manera u otra han participado en la mayoría que ha dado origen al primer Gobierno de coalición de la democracia española pueden dar fe de que es así.
Pero todos pueden dar fe también de que estos años de aprendizaje han empezado a dar sus frutos. Y de una manera consistente. En la forma en que se ha dado respuesta a la crisis generada por la COVID-19 en primer lugar. La diferencia entre la forma en que se ha reaccionado a la crisis en 2020 frente a la forma en que se reaccionó a la crisis de 2008 salta a la vista. Pero, además, se han aprobado por una amplísima mayoría absoluta los Presupuestos Generales del Estado, la ley Celáa, la ley de eutanasia, la ley del cambio climático y la ley con la que se pone fin al fraude de Constitución que estaban perpetrando el PP y la mayoría conservadora del Consejo General del Poder Judicial en funciones y se ha avanzado en la tramitación de otros varios proyectos de ley sobre la reforma laboral o la transexualidad. Nada de esto hubiera sido posible sin el 15M.
No sé por qué ha dicho la ministra de Trabajo y vicepresidenta del Gobierno que la legislatura empieza ahora. Es verdad que la pandemia ha condicionado con una gran intensidad el desarrollo del programa de gobierno con base en el cual Pedro Sánchez fue investido presidente, pero no lo es menos que ya se han dado pasos en la ejecución de dicho programa. No se va a empezar ahora. Se va a continuar lo que, a pesar de todas las dificultades, se ha venido haciendo desde la moción de censura, que es cuando, materialmente, empezó la legislatura.
He tenido la impresión estos días leyendo los comentarios que se han ido publicando acerca del 15M de que no se está haciendo una valoración acertada del mismo. La Constitución sigue siendo la misma, pero el sistema político es muy diferente al que había venido operando desde hacía tres décadas antes de la irrupción del 15M. Las grietas en el corsé que la Transición impuso a la sociedad española cada vez son más visibles. Y lo son por lo que supuso el impacto del acontecimiento cuyo décimo aniversario se acaba de celebrar.
Paradójicamente, el efecto inmediato del 15M, del que se acaban de cumplir diez años, supuso una derrota aplastante del PSOE y una correlativa victoria arrolladora del PP. 2011 ha sido el año desde la entrada en vigor de la Constitución en que la derecha española, representada casi en régimen de monopolio por el PP, obtendría su mejor resultado. El terremoto generado por el 15M tendría, pues, inicialmente un impacto completamente distinto al que hubiera cabido esperar en los dos partidos de gobierno que venían turnándose en el poder desde 1982.
En las elecciones europeas de mayo de 2014, el 15M empezaría a hacerse visible de otra manera. Se podría decir que empezó a verse su verdadera cara. Aunque lo que estaba en juego en dicha convocatoria electoral desde la perspectiva del ejercicio del poder era muy poco, ya que fueron unas elecciones exclusivamente europeas, que no coincidieron con las municipales y autonómicas de las comunidades del artículo 143 de la Constitución, su impacto político fue enorme. Buena prueba de ello fue la abdicación de Juan Carlos I. La reacción de la Casa Real al resultado electoral indicaba que habían entendido que se había llegado a un fin de época.