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El ministro Garzón y los “elementos reaccionarios” en la Guardia Civil

Alberto Garzón.

Javier Pérez Royo

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El ministro Alberto Garzón, en Los Desayunos de TVE de hace unos días, opinó que “es posible que haya elementos reaccionarios dentro de la Guardia Civil”, que “asumen como propio el discurso que invita al golpe de Estado”, preconizado de manera más o menos subrepticia por Vox y el PP. El ministro se preguntó a sí mismo: “¿Puede que haya elementos reaccionarios dentro (de la Guardia Civil) que asuman como propio ese discurso que a veces incluso invita al golpe de Estado aunque sea a nivel discursivo?” Y se respondió: “Puede. Pero son absoluta minoría y no ponen en riesgo la democracia”.

Estas palabras han provocado reacciones de indignación múltiples, entre otras por parte de la Confederación Española de la Policía, que las ha calificado de “escándalo” y “canallada”, exigiendo su inmediata dimisión o, en su defecto, el cese por el presidente del Gobierno. 

No creo que nadie que esté siguiendo el curso de los acontecimientos políticos en España pueda sorprenderse de las palabras del ministro. Si algo se puede decir de las mismas, es que son extraordinariamente comedidas. No llega  siquiera a afirmar que existan esos “elementos reaccionarios” que pueden compartir la estrategia de Vox y PP para poner fin a un Gobierno, que no se puede olvidar, que ambos partidos han calificado de “ilegítimo” desde antes de su constitución. Simplemente se preguntó en alta voz si “podría suceder” que tal cosa ocurriera. Y no contestó a dicha pregunta con un sí rotundo, sino con un “puede” que así sea, reduciendo a continuación el alcance de tal posibilidad a una fracción muy minoritaria del cuerpo, que en ningún caso pone en peligro la democracia.

¿De verdad alguien puede pensar con lo que vamos sabiendo de manera ininterrumpida que el ministro “se pasó” en su intervención? 

Invito al lector a que repase, porque me imagino que ya lo habrá leído, el artículo de Ignacio Escolar con la relación completa (hasta el momento, hay que añadir) de “las mentiras, bulos y manipulaciones” de los informes de la Guardia Civil sobre el 8 M. Y una vez que lo haya repasado, se formule algunas preguntas:

¿Quién ha designado a los autores del informe? ¿Por qué la jueza de Instrucción se dirigió al mando de la Guardia Civil que ha encargado a estos miembros la elaboración de dicho informe, cuando dicho mando no estaba al frente de ninguna unidad de investigación de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado? ¿La inclusión de las “mentiras, bulos y manipulaciones” son resultado de una decisión propia de los autores del informe o fueron inducidos a ello? ¿Puede alguien creer que son tan ignorantes que no saben leer documentos y transcribirlos en su integridad o no son capaces de entender las respuestas que reciben a las preguntas que ellos mismos han formulado? ¿O qué se trabucan en el orden de los meses en el calendario?

¿De verdad no sabía la jueza a qué mando de la Guardia Civil estaba eligiendo? ¿De verdad no sabía el mando de la Guardia Civil, cuando designó a los autores del informe, a quiénes estaba designando?

¿Es esta la instrucción judicial y la evacuación de un informe por parte de la policía judicial de un Estado social y democrático de Derecho digno de tal nombre? Todo está por escrito y se puede comprobar.

Visto lo visto, resulta claro que el ministro Garzón no se pasó en lo más mínimo. Se limitó a expresar una preocupación, que nadie que esté comprometido con la democracia en España puede dejar de sentir. No solamente hizo bien en decir lo que dijo, sino que haríamos bien todos en prestar atención a sus palabras y permanecer   atentos, porque no es esta la última trampa con la que vamos a tener que enfrentarnos.

La Guardia Civil debería ser la primera interesada en que no se produjeran en su seno conductas como la de los autores del informe. Tales conductas son las que empañan el honor del cuerpo y deterioran su credibilidad. Debería estar agradecida a que tales conductas fueran denunciadas como lo que son: un uso desviado de la autoridad que la sociedad les ha confiado.

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