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No va a haber ni un solo debate

No va a haber ni un solo debate. Al punto al que hemos llegado, es imposible llegar a ningún tipo de acuerdo sobre nada. Al no existir ningún imperativo legal acerca de la celebración de debates electorales, basta con que un partido de los que inexcusablemente tienen que estar decida torpedear la celebración de los mismos, para que no se produzca ninguno. 

Con los resultados de las últimas elecciones generales de 2019, ninguna de las cuatro opciones de ámbito estatal que se presentan, PSOE, PP, Vox y Sumar, puede quedar excluida del debate electoral, independientemente de que este tenga lugar en una televisión pública o privada. Cualquiera de estas cuatro opciones políticas que fuera excluida podría interponer un recurso ante la Junta Electoral Central, que, con seguridad, le otorgaría el amparo y ordenaría su inclusión. 

La exclusión de Vox del debate o, mejor dicho, su inclusión, no es negociable para Alberto Núñez Feijóo. Hasta después del 23J la dirección nacional del PP no va a entrar en contacto públicamente con la dirección de Vox. Hasta ese día, Feijóo va a repetir machaconamente que quiere gobernar solo y que, por eso, pide la concentración del voto en su candidatura. Al mismo tiempo, no va a decir nada que imposibilite un acuerdo con Vox una vez conocidos los resultados electorales. 

Mantener esa posición sin debates es posible. Con ellos, no lo es. Entre otras cosas porque a Santiago Abascal le interesa todo lo contrario y en el debate televisado en directo resulta imposible evitar el contraste entre ambas posiciones. 

El ruido acerca de la celebración de los debates va a ser literalmente ensordecedor, que es lo que realmente se persigue por la dirección del PP: que no se celebren en la televisión y que el ruido en torno a dicha no celebración dificulte la discusión política también fuera del marco televisivo. 

Al PP le sobran todos los días que faltan hasta el 23J. No quiere hablar de economía, ni de sanidad, ni de pensiones, ni de violencia de género, ni del agua, del cambio climático o de los derechos del colectivo LGTBI. No quiere hablar de nada. Derogar el sanchismo y punto. 

Y se va a salir con la suya, convencido, como están su presidente y sus asesores, de que no va a tener para ellos ningún coste mantener dicha postura. 

Soy consciente de que habrá que denunciar esta posición del PP, pero también lo soy de que hay que contar con la ausencia de debates y que, desde la izquierda, habrá que diseñar formas de hacer llegar al cuerpo electoral el mensaje propio contando con ese obstáculo. 

En todo caso, hay que subrayar desde la izquierda que el hecho de que no haya debate no quita legitimidad alguna al resultado electoral. Se estaría transmitiendo el mensaje de que se están buscando anticipadamente justificaciones para la derrota. 

Hay que transmitir el mensaje contrario: que las elecciones se van a ganar, a pesar de las zancadillas de todo tipo con las que nos vamos a encontrar. Hay que denunciar el proceder antidemocrático y cobarde del PP, pero expresar la confianza al mismo tiempo en los ciudadanos y ciudadanas que integran el cuerpo electoral.  

No va a haber ni un solo debate. Al punto al que hemos llegado, es imposible llegar a ningún tipo de acuerdo sobre nada. Al no existir ningún imperativo legal acerca de la celebración de debates electorales, basta con que un partido de los que inexcusablemente tienen que estar decida torpedear la celebración de los mismos, para que no se produzca ninguno. 

Con los resultados de las últimas elecciones generales de 2019, ninguna de las cuatro opciones de ámbito estatal que se presentan, PSOE, PP, Vox y Sumar, puede quedar excluida del debate electoral, independientemente de que este tenga lugar en una televisión pública o privada. Cualquiera de estas cuatro opciones políticas que fuera excluida podría interponer un recurso ante la Junta Electoral Central, que, con seguridad, le otorgaría el amparo y ordenaría su inclusión.