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Los crímenes que aún se silencian en Indonesia

Este año Indonesia es el invitado de honor de la Feria del Libro de Frankfurt. Parte de los trabajos literarios que allí se presentan se refieren a los terribles crímenes cometidos en el pasado reciente de ese país, tal y como ocurrió cuando Argentina era el foco de atención hace cinco años. Sin embargo, mientras que este último país ha afrontado las injusticias cometidas durante la dictadura militar de 1976 a 1983 e inició juicios contra los responsables, este proceso es aún incipiente en Indonesia.

El asesinato masivo de alrededor de 500.000 personas durante el golpe de Estado del general Haji Mohammad Suharto es uno de los mayores crímenes del siglo XX. Bajo el mando de Suharto, quien luego ejerció como presidente durante más de treinta años, el ejército destruyó gran parte de los movimientos sindicales y comunistas del país, los cuales agrupaban a millones de ciudadanos. Por esa razón, el historiador alemán Christian Gerlach apunta que Indonesia es un ejemplo de lo que denomina una “sociedad extremadamente violenta”, como señala en su libro del mismo nombre. Se trata de una sociedad “donde diversos grupos de la población son víctimas de violencia física masiva, en la cual participan -por diversas razones- distintos grupos sociales, en colaboración con los órganos del Estado”.

Por lo tanto, dicha violencia no sólo involucra al Estado y a los militares, sino que se trata de un movimiento de masas a nivel nacional. Asimismo, el director estadounidense Joshua Oppenheimer documenta este capítulo de la historia de Indonesia en impactantes documentales como The Act of Killing y The Look of Silence, en los cuales da la palabra a los autores de la violencia.

Los Estados capitalistas de Occidente no vieron con malos ojos el ataque anticomunista de Suharto, pero tampoco quisieron verse directamente envueltos. Hubo pocas protestas en Europa y Estados Unidos, y hasta hoy ningún tribunal o autoridad nacional o internacional ha iniciado investigaciones respecto de los crímenes masivos cometidos en Indonesia. De hecho, varias décadas después de que Suharto llegara al poder, el Estado continuó utilizando la violencia en Timor Oriental y todavía hoy lo hace en Papúa Occidental.

¿Ha habido algún cambio en los últimos años? En la era de la globalización nos llegan continuamente noticias sobre lejanas masacres, pero las reacciones internacionales siguen dependiendo de los intereses políticos de cada país. Así, debemos reconocer que los amigos de los poderosos rara vez se sientan en el banquillo de los acusados. Igualmente, las protestas (incluso de la izquierda) son selectivas, por no decir que eligen permanecer al margen e ignorantes. Al parecer, estos crímenes no despiertan suficiente interés tampoco aquí en Alemania.

Varias organizaciones no gubernamentales -entre ellas la mía, el ECCHR- trabajan en investigaciones y acciones legales para dar respuesta a los crímenes de guerra y de lesa humanidad cometidos principalmente por militares de alto rango. Afortunadamente, y a diferencia de lo sucedido en Indonesia en los años 1965 y 1966, varios organismos internacionales -incluyendo la ONU- ejercen presión sobre otros países como Sri Lanka, donde murieron más de 40.000 personas durante el año 2009, en la fase final de la guerra civil. De hecho el Comisionado de Derechos Humanos de la ONU, tras una investigación exhaustiva y una evaluación jurídica, recientemente hizo un llamamiento para crear un tribunal internacional especializado que juzgue los crímenes de la guerra civil de Sri Lanka.

Pero aún está por verse si tal iniciativa se concreta. Además, y como era de esperar, el presidente de Sri Lanka, Maithripala Sirisenan, en su afán por mantener el control no quiere permitir ni siquiera una mínima participación internacional. Sri Lanka no ha firmado el Estatuto de la Corte Penal Internacional de La Haya, por lo que esta solo podrá actuar si el Consejo de Seguridad de la ONU le remite el caso; medida que, desde un punto de vista político, no parece despertar mucho entusiasmo en la actualidad.

No obstante, la situación de Sri Lanka ha visto ciertos cambios. Puede que sean solo pequeños pasos, pero son grandes avances en comparación con el silencio que aún envuelve los asesinatos masivos en Indonesia. De cualquier forma, es y seguirá siendo un escándalo que las muertes, torturas y violaciones de miles de civiles sigan impunes, teniendo en cuenta que vivimos un momento histórico en el que contamos con innumerables leyes de protección de los derechos humanos.

Este año Indonesia es el invitado de honor de la Feria del Libro de Frankfurt. Parte de los trabajos literarios que allí se presentan se refieren a los terribles crímenes cometidos en el pasado reciente de ese país, tal y como ocurrió cuando Argentina era el foco de atención hace cinco años. Sin embargo, mientras que este último país ha afrontado las injusticias cometidas durante la dictadura militar de 1976 a 1983 e inició juicios contra los responsables, este proceso es aún incipiente en Indonesia.

El asesinato masivo de alrededor de 500.000 personas durante el golpe de Estado del general Haji Mohammad Suharto es uno de los mayores crímenes del siglo XX. Bajo el mando de Suharto, quien luego ejerció como presidente durante más de treinta años, el ejército destruyó gran parte de los movimientos sindicales y comunistas del país, los cuales agrupaban a millones de ciudadanos. Por esa razón, el historiador alemán Christian Gerlach apunta que Indonesia es un ejemplo de lo que denomina una “sociedad extremadamente violenta”, como señala en su libro del mismo nombre. Se trata de una sociedad “donde diversos grupos de la población son víctimas de violencia física masiva, en la cual participan -por diversas razones- distintos grupos sociales, en colaboración con los órganos del Estado”.