Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
La isla de Cuba y la franja de Gaza: dos modelos de dignidad bajo asedio
El pasado 17 de diciembre se dieron ciertos movimientos históricos en distintos tableros en los que se juega una misma partida de política internacional. Mientras el gobierno cubano liberaba, por razones humanitarias y a petición de los Estados Unidos, al espía norteamericano Alan Gross, de 65 años, condenado en Cuba por espionaje, Washington hacía lo propio con Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero, los tres héroes cubanos antiterroristas que seguían en prisión condenados a penas de cadena perpetua desde que fueron detenidos en 1998 junto a René González y Fernando González (liberados en octubre de 2011 y febrero de 2014 respectivamente, tras cumplir las condenas que les fueron impuestas por un tribunal de Miami en 2001), por detectar y denunciar ante las autoridades norteamericanas a grupos de la extrema derecha cubana que organizaban y financiaban acciones violentas contra Cuba.
A la declaración pública del presidente Raúl Castro anunciando este intercambio de prisionero/rehenes, le siguió otra del presidente Barack Obama en la que reconocía el fracaso de más de cinco décadas de bloqueo contra Cuba en su intento de hacerla doblegarse ante los intereses imperialistas. Anunció el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, así como el compromiso de revisar la consideración de Cuba como Estado patrocinador del terrorismo.
Los cinco héroes cubanos ya están libres y en casa. Cuba lo celebra como una victoria sin paliativos de su pueblo y su gobierno frente al vecino imperialista.
Ese mismo día se adoptaban en la Unión Europea dos importantes medidas relacionadas con Palestina. La primera de ellas tiene una importancia más simbólica que real. Se trata del reconocimiento por parte del Parlamento Europeo de un boceto de Estado palestino en el 22% de sus territorios históricos, y al que en la práctica no se le otorga ningún tipo de derecho ni atributo, apostando por la llamada “solución de los dos Estados”, lo que conlleva implícitamente la legalización de la ocupación israelí sobre el 78% del territorio palestino.
La segunda fue la decisión, menos efectista pero más efectiva, del Tribunal de Justicia de la Unión Europea de eliminar de la lista de organizaciones terroristas al Movimiento de Resistencia Islámica Hamás. Hamás ganó las últimas elecciones legislativas en Palestina, pero el hecho de estar incluido en esa lista impidió que el gobierno de unidad nacional formado tras esas elecciones fuese reconocido por las instituciones internacionales. Este hecho desembocó en una “miniguerra” civil que llevó a la división administrativa de lo proyectado como “Estado palestino” en los Acuerdos de Jericó/Oslo de 1993. Es decir, quedaron dos entidades con distintos gobiernos: en la franja de Gaza se instauró un gobierno monocolor de Hamás, mientras que en Jerusalén Este y Cisjordania otro de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), liderado por Fatah.
El régimen israelí ordenó un bloqueo sobre el enclave costero con el pretexto de que estaba bajo control de una organización terrorista. Esta decisión es una clara violación del Derecho internacional en cuanto supone un castigo colectivo contra la población civil de la franja de Gaza.
La comunidad internacional ha declarado ilegal este bloqueo en innumerables ocasiones, pero sólo con declaraciones o resoluciones vacías encaminadas más a lavarse las manos por las consecuencias de este bloqueo que a acabar con el mismo. Ninguna de estas resoluciones ha ido acompañada de medidas punitivas en caso de que Israel desoyera los distintos llamamientos a levantar el bloqueo. De hecho este asedio persiste de un modo más hermético que nunca. Hasta el momento no se ha aprobado ninguna sanción contra los responsables de esta criminal situación.
Lejos de adoptar medidas punitivas contra la entidad sionista, muchos organismos -tanto nacionales como supranacionales- mantienen infinidad de acuerdos de todo tipo con el régimen de Tel Aviv; entre ellos, destacan el Tratado Preferencial de Comercio entre Israel y la Unión Europea, y el Tratado de Libre Comercio entre Mercosur y la entidad ocupante. No enumero, por incontables, los acuerdos entre el régimen sionista y Estados Unidos.
El asedio que sufre la franja de Gaza es un crimen contra la humanidad; un crimen sobre una población de un millón ochocientas mil personas a las que se les impide no sólo el acceso a los más básicos bienes de primera necesidad como medicinas, carburante, material de construcción o alimentos, sino el libre tránsito de personas que no pueden salir de la franja para cursar sus estudios fuera, o familias que no pueden reagruparse y ni siquiera visitarse. Esta imposibilidad de salir afecta incluso a las personas que necesitan recibir un tratamiento médico o una operación quirúrgica urgente y no pueden hacerlo en Gaza. Son muchas las personas, especialmente niñas y niños, que están muriendo por esta imposibilidad de recibir el tratamiento que necesitan.
Este lento genocidio ha sido tolerado por la comunidad internacional con el pretexto de que esta zona palestina estaba bajo control de una organización terrorista, pero esta excusa ya ha desaparecido. El bloqueo sobre la franja de Gaza, que es un crimen desde el primer día de su aplicación, podría considerarse en la situación actual como una medida genocida. Es, pues, un momento inaplazable para exigir al régimen israelí el levantamiento del estado de sitio sobre Gaza. Cualquier demora supondrá más muerte y sufrimiento sobre una población a la que si algo le sobra es muerte y sufrimiento.
¿Qué hacer?
Tenemos que exigir a nuestras instituciones, desde las locales hasta las supranacionales, que cancelen cualquier tipo de acuerdo con Israel. Tenemos que hacer que la Unión Europea haga uso del art. 2 del Tratado Comercial Preferencial, según el cual este tratado debe ser revisado si cualquiera de las partes viola los derechos humanos. En este sentido, además hay que hacer llegar a los gobiernos venezolano y boliviano, tan sensibles con el sufrimiento de los pueblos y más concretamente con el pueblo palestino, la petición de que acaben con el Tratado de Libre Comercio de Mercosur con Israel.
El levantamiento del bloqueo sobre la franja de Gaza no sería más que una pequeña tirita que en absoluto acabaría con la injusticia que está sufriendo el pueblo palestino desde hace ya casi siete décadas. Pero sería una medida que salvaría muchas vidas, mejoraría la calidad de muchísimas más y sería un paso en el buen camino.
El pasado 17 de diciembre se dieron ciertos movimientos históricos en distintos tableros en los que se juega una misma partida de política internacional. Mientras el gobierno cubano liberaba, por razones humanitarias y a petición de los Estados Unidos, al espía norteamericano Alan Gross, de 65 años, condenado en Cuba por espionaje, Washington hacía lo propio con Gerardo Hernández, Ramón Labañino y Antonio Guerrero, los tres héroes cubanos antiterroristas que seguían en prisión condenados a penas de cadena perpetua desde que fueron detenidos en 1998 junto a René González y Fernando González (liberados en octubre de 2011 y febrero de 2014 respectivamente, tras cumplir las condenas que les fueron impuestas por un tribunal de Miami en 2001), por detectar y denunciar ante las autoridades norteamericanas a grupos de la extrema derecha cubana que organizaban y financiaban acciones violentas contra Cuba.
A la declaración pública del presidente Raúl Castro anunciando este intercambio de prisionero/rehenes, le siguió otra del presidente Barack Obama en la que reconocía el fracaso de más de cinco décadas de bloqueo contra Cuba en su intento de hacerla doblegarse ante los intereses imperialistas. Anunció el restablecimiento de relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos, así como el compromiso de revisar la consideración de Cuba como Estado patrocinador del terrorismo.