Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
Gaza: Un ataque apoyado por la impunidad
El último ataque Israelí a Gaza no comenzó con un cohete de Hamas o con la desaparición y posterior muerte de tres jóvenes israelíes desde la inmediaciones de una ilegal colonia en Palestina ocupada, sino que bastante antes. Obviando el desplazamiento forzado de palestinos hacia Gaza en 1948 (cuya población de refugiados es de sobre el 70% de la total población de Gaza), Gaza ha sido históricamente castigada. No es sorpresa de que la Primera Intifada haya comenzado allí. La pregunta simplemente es qué debe hacerse para evitar nuevas muertes.
Israel nunca realmente quiso a Gaza. Si bien esta se convirtió en uno de los símbolos de los movimientos más radicales de los colonos, la expresión acuñada por el asesinado primer ministro israelí Yitzhak Rabin de “me gustaría despertar y ver a Gaza bajo el mar” fue muy repetida en círculos israelíes. Esa idea de aislar a Gaza comenzó en 1991, cuando Israel exigió que la población de Gaza que se desplazara a Cisjordania tenía que pedir permisos especiales a la autoridad militar, a pesar de que ambas representan una sola unidad territorial. Eso afectó principalmente a familias y a estudiantes. Algunos años después, el Acuerdo de Oslo estipulaba un paso entre Gaza y Cisjordania el cual no tuvo efecto, a pesar de que ambas son internacionalmente reconocidas como una sola unidad territorial. Con la excusa de la Intifada del año 2000, Israel impuso una serie de mayores restricciones de movimiento a Palestina, tanto entre Cisjordania y Gaza como incluso dentro de ambas.
En el 2005, el entonces PM Sharon hizo ver la poca lógica que significaba para Israel ocupar un territorio que “nunca podrá tener una mayoría judía.” A su juicio, retirarse de Gaza podría facilitar la colonización israelí de Cisjordania, y particularmente de Jerusalen Este. Uno de los padres de las colonias israelíes, definido por Tony Blair como un hombre de paz, Sharon impulsaría su unilateral proceso de repliegue desde Gaza sacando a los cerca de 7.000 colonos que allí habitaban. Luego sería sencillo entender por qué Israel decidió retirarse de forma unilateral y no a través de un acuerdo con Palestina: La retirada era parte del plan de aislamiento de Gaza, convirtiéndola en una cárcel al aire libre. El férreo control israelí sobre su espacio marítimo y aéreo así también como su cierre cuasi hermético hacia el resto de Palestina dejo en claro cuáles eran las reales intenciones de esa jugada unilateral. Desde un punto de vista legal, el cierre israelí de Gaza dejó en claro que independientemente de su retirada de las colonias, Israel aún es la potencia ocupante en Gaza debido a su control de la franja a través del bloqueo.
El triunfo de Hamas en las elecciones parlamentarias de 2006, y su posterior golpe en contra de la autoridad presidencial que se habían comprometido a respetar el 2007, puso a Gaza nuevamente sobre el tapete. La presencia de Hamas se convirtió en una nueva excusa para intentar aislar a Gaza. Con un férreo bloqueo, donde oficiales israelíes “humanitariamente” prometían no “matar a los palestinos de hambre” sino “ponerlos a dieta”, Gaza se convirtió en el símbolo de la opresión contra Palestina. Una vez más, Israel utilizaría una política sistemática de castigos colectivos contra la población civil palestina, como una forma de enrostrarles las consecuencias de sus decisiones políticas, una política sistemática aplicada en contra de todos los partidos palestinos.
Antes de la actual agresión, Israel había llevado a cabo por lo menos cinco campañas importantes en contra de Gaza desde el 2006, todas con un mismo denominador: La falla en lograr los resultados que habían anunciado y miles de civiles muertos. Fue en la más brutal de estas campañas, entre diciembre del 2008 y enero del 2009, donde sendas investigaciones fueron llevadas a cabo tanto por Naciones Unidas (la comisión Goldstone), como así también la Liga Árabe y organizaciones internacionales como Amnistía Internacional, donde se dejó en claro que Israel cometió crímenes de guerra en contra de la población civil palestina en Gaza. Esos crímenes, así como tantos otros, nunca fueron juzgados.
La coalición de gobierno de Netanyahu, está ideológicamente vinculada al movimiento de los colonos. En reiteradas ocasiones Netanyahu ha repetido su conexión con las “montañas de Judea”, donde su propio canciller, Avigdor Lieberman, vive en la colonia ilegal de Noqdim, cerca de Belén. La consecuencia mostrada por este gobierno para destruir cualquier posibilidad de paz es clara. Con un récord en construcción de colonias, subsidios entregados a los colonos y una retórica de incitación y odio que ha inspirado y otorgado impunidad a los colonos terroristas que atacan diariamente a civiles palestinos, son muy pocos en la comunidad internacional los que creen que Netanyahu tiene alguna intención de lograr la paz. Pero también son pocos los que están dispuestos a sancionar a Israel por sus sistemáticas violaciones.
Esta última agresión a Gaza se da en el marco de los ataques que Israel ha dado a la unidad nacional palestina. Después de que los esfuerzos para que la comunidad internacional no reconozca al nuevo gobierno palestino (cuya plataforma política es la misma que la de la OLP, es decir, el apoyo a la solución de dos estados), Israel buscó incitar en contra de Hamas independientemente de no haber podido mostrar ninguna prueba de que, por ejemplo, Hamas ordenase la muerte de los tres jóvenes israelíes en Cisjordania ocupada. Israel se olvidó de los acuerdos y negociaciones en las cuales se involucraron con Hamas (Acuerdo Shalit, Cese al Fuego 2012) para llevar a cabo una campaña que más que rendirles algún dividendo político, nuevamente ha mostrado al mundo la cara más cruda de la falta de respeto israelí por las vidas palestinas.
La iniciativa egipcia por un Acuerdo al Alto al fuego fue bien recibida por el Presidente Abbas como un primer paso, entendiendo de que no era suficiente para terminar los problemas de Gaza, pero si para detener los crímenes israelíes. Otros dijeron que no puede ser que todas esas muertes se vayan en vano y que por ende se tenía que obtener algo más de forma inmediata. Esa frase es muy importante: indica que muchos, en virtud de la historia, no creen que la comunidad internacional vaya a hacer efectiva su responsabilidad de protegerlos y de hacer que Israel se responsabilice por sus sistemáticas violaciones del derecho internacional humanitario.
Lo que vemos en Gaza volverá a repetirse si es que no se ataca sus causas principales, que pueden resumirse en la impunidad garantizada por la comunidad internacional a Israel por los años en que ha violado de forma sistemática los derechos inalienables del pueblo palestino. Esta operación israelí es un nuevo intento de aislar Gaza y hacer imposible la solución de dos-estados a través de castigos colectivos contra el pueblo palestino. Lo que se necesita de forma urgente es el fin de la impunidad israelí, que ha de generar las condiciones para un acuerdo de estatuto final en el menor tiempo posible.
El escritor danes Hans Christian Andersen nos dejo esa notable historia del “traje nuevo del emperador.” En Israel/Palestina, hay muchos que aun se rehusan a ver al “emperador” desnudo. Quien diga que Israel simplemente se defiende y que esto es solo un ataque contra Hamas, simplemente no quiere afrontar las reales causas de la crisis.
El último ataque Israelí a Gaza no comenzó con un cohete de Hamas o con la desaparición y posterior muerte de tres jóvenes israelíes desde la inmediaciones de una ilegal colonia en Palestina ocupada, sino que bastante antes. Obviando el desplazamiento forzado de palestinos hacia Gaza en 1948 (cuya población de refugiados es de sobre el 70% de la total población de Gaza), Gaza ha sido históricamente castigada. No es sorpresa de que la Primera Intifada haya comenzado allí. La pregunta simplemente es qué debe hacerse para evitar nuevas muertes.
Israel nunca realmente quiso a Gaza. Si bien esta se convirtió en uno de los símbolos de los movimientos más radicales de los colonos, la expresión acuñada por el asesinado primer ministro israelí Yitzhak Rabin de “me gustaría despertar y ver a Gaza bajo el mar” fue muy repetida en círculos israelíes. Esa idea de aislar a Gaza comenzó en 1991, cuando Israel exigió que la población de Gaza que se desplazara a Cisjordania tenía que pedir permisos especiales a la autoridad militar, a pesar de que ambas representan una sola unidad territorial. Eso afectó principalmente a familias y a estudiantes. Algunos años después, el Acuerdo de Oslo estipulaba un paso entre Gaza y Cisjordania el cual no tuvo efecto, a pesar de que ambas son internacionalmente reconocidas como una sola unidad territorial. Con la excusa de la Intifada del año 2000, Israel impuso una serie de mayores restricciones de movimiento a Palestina, tanto entre Cisjordania y Gaza como incluso dentro de ambas.