Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
Te juegas mucho: la discriminación laboral de las jugadoras de fútbol
Los últimos años están siendo especialmente duros para la clase trabajadora. La crisis y la utilización de la misma están sirviendo como excusa para recortar derechos laborales y libertades públicas. La desigualdad entre la población se acrecienta, así como la desigualdad de género. Las mujeres han visto cómo su voluntad está siendo cuestionada y sus posibilidades de progreso y desarrollo personal, laboral y social también se han visto limitadas. Retrocesos tan sonados como la propuesta de Ruiz-Gallardón de modificación de la ley del aborto obligan a mantener una actitud de resistencia frente a los retrocesos e impiden visualizar algunos de los elementos de discriminación que se han mantenido en el tiempo. Sin embargo, el triste panorama coyuntural no debe hacernos olvidar la continuidad de una realidad estructural discriminatoria. Esta discriminación se observa aún en el ámbito laboral y dentro de éste de modo especial en el deporte donde, treinta años después de la apelación formal de la igualdad de hombres y mujeres en el art. 14 de la Constitución española, las mujeres siguen estando discriminadas.
Varios son los mitos que pesan sobre la mujer y el deporte y que, a la vista de los magníficos resultados de las mujeres en las últimas competiciones, nos atreveríamos a cuestionar: “el deporte masculiniza a las mujeres”, “el deporte perjudica la salud de las mujeres”, “las mujeres no tienen capacidad para el deporte” o “las mujeres no están interesadas en competir”, llegándose a considerar que el deporte es más cosa de hombres que de mujeres. Probablemente en la dominación masculina, que adscribe estereotipos masculinos y femeninos, está la base de estos mitos y prejuicios. Según los estereotipos patriarcales, los hombres están hechos para la vida pública y por tanto deben desarrollar las cualidades más eficaces para moverse en ese medio: dominio, competitividad, lucha, seguridad en sí mismos, etc.; en cambio las mujeres deben tener comprensión, sumisión, solidaridad, etc. y deben ofrecer calma y sosiego. Buñuel Heras afirma que el deporte se convierte en el “ámbito social perfecto para escenificar la identidad masculina: agresión y rivalidad bajo unas determinadas reglas”. Incluso el filósofo Claudio Tamburrini, especializado en ética del deporte, habla del deporte como el último bastión del machismo.
Puede que no sea el último, pero que es un bastión del machismo es evidente. Para empezar es menor el número de mujeres deportistas que el de hombres, como también lo es su presencia en los puestos de gestión. Como recoge Joaquín Piedra, profesor del Departamento de Educación Física y Deporte de la Universidad de Sevilla: “La mayoría de los puestos de responsabilidad dentro de las federaciones están desempeñados por hombres. Sus modalidades son menos difundidas en los medios de comunicación y la consideración social de los deportes femeninos dista considerablemente de tener el valor de los masculinos, hecho que podemos ver reflejado en la diferencia respecto al refuerzo social y económico, en la escasez de modelos femeninos y en la no consideración de los deportes femeninos como profesionales”.
Uno de esos ámbitos es el fútbol -deporte rey por excelencia y que tantos sentimientos concita-, donde las mujeres han sido incorporadas como consumidoras y seguidoras, pero donde siguen estando discriminadas en la práctica deportiva. Y lo están en el plano simbólico y en el real. En el imaginario colectivo se establece una estrecha relación entre el fútbol y los hombres. Socialmente no está bien visto que las niñas jueguen al fútbol. En las escuelas deportivas sólo seleccionan a las niñas cuando no se cubre el cupo con niños. Al fútbol femenino se dedican reducidos recursos y está ausente en los medios de comunicación. ¿Cuánto tiempo dedica la televisión estatal a informar sobre los encuentros, las alineaciones, los fichajes o las lesiones de la liga?
Contaba una jugadora cómo había visto salir veinte minutos antes de que acabara el partido a directivos de la Federación Española de Futbol cuando la selección absoluta femenina estaba jugando para clasificarse para un mundial. Obviamente, con este reducido reconocimiento será fácil comprender que muy pocas personas sepan que la selección absoluta femenina se clasificó hace unos días, batiendo a Macedonia 12-0, como líder y con pleno de triunfos para el Mundial de Canadá 2015; o que muchas de estas campeonas se tengan que ir a jugar a equipos extranjeros donde se valora más el fútbol femenino.
Ni que decir tiene que no existe parangón entre el salario que recibe un jugador de la primera e incluso la segunda categoría y el que recibe una chica -como se les suele denominar en lugar de jugadoras, que es lo que son- de esas categorías. Pero no sólo es el sueldo, habría que referirse a sus condiciones de empleo y de trabajo. ¿Cuántas tienen contrato de futbolistas y cuántas tienen otro tipo de contrato? En este momento, las mujeres están discriminadas laboralmente de hecho y de derecho (y no sólo las futbolistas). A pesar de que el art. 29 de la Ley 3/2007 para la igualdad efectiva de mujeres y hombres obliga a todos los programas públicos de desarrollo del deporte a incorporar este principio de igualdad real y efectiva y al Gobierno a promover el deporte femenino, sigue en vigor el Real Decreto 1835/1991, de 20 de diciembre, sobre Federaciones deportivas españolas, que dice que solo se admite una categoría profesional por sexo; es decir, que si hay categoría masculina ya no puede haber femenina.
Y ¿qué diferencias hay con los chicos entre las mujeres que practican regularmente fútbol y se les puede considerar profesionales? Pues como explica la abogada especializada en deporte Mª José López González, sucede que no tienen convenio colectivo, no tienen seguridad social y muchas de ellas no tienen contratos laborales ¿Qué sucede si se lesionan y tienen una incapacidad para su vida laboral? Pues que no cotizan por esa situación de haber practicado fútbol, mientras que los chicos sí. ¿Qué sucede cuando una mujer se queda embarazada? Pues que le pueden rescindir el contrato sin que pase absolutamente nada.
Todas estas cuestiones son las que se plantean en el vídeo “Te juegas mucho”, aportado por la Federación de Servicios a la Ciudadanía de CCOO este 8 de marzo para la reflexión y el intento de transformación.
Un país que formalmente promueve la igualdad, que cuenta con un Consejo Superior de Deportes que ha promulgado el Manifiesto por la Igualdad y la Participación de la Mujer en el Deporte y se adhiere a los principios de la Declaración de Brighton como hoja de ruta en materia de mujer y deporte, debe erradicar esta discriminación.
Los últimos años están siendo especialmente duros para la clase trabajadora. La crisis y la utilización de la misma están sirviendo como excusa para recortar derechos laborales y libertades públicas. La desigualdad entre la población se acrecienta, así como la desigualdad de género. Las mujeres han visto cómo su voluntad está siendo cuestionada y sus posibilidades de progreso y desarrollo personal, laboral y social también se han visto limitadas. Retrocesos tan sonados como la propuesta de Ruiz-Gallardón de modificación de la ley del aborto obligan a mantener una actitud de resistencia frente a los retrocesos e impiden visualizar algunos de los elementos de discriminación que se han mantenido en el tiempo. Sin embargo, el triste panorama coyuntural no debe hacernos olvidar la continuidad de una realidad estructural discriminatoria. Esta discriminación se observa aún en el ámbito laboral y dentro de éste de modo especial en el deporte donde, treinta años después de la apelación formal de la igualdad de hombres y mujeres en el art. 14 de la Constitución española, las mujeres siguen estando discriminadas.
Varios son los mitos que pesan sobre la mujer y el deporte y que, a la vista de los magníficos resultados de las mujeres en las últimas competiciones, nos atreveríamos a cuestionar: “el deporte masculiniza a las mujeres”, “el deporte perjudica la salud de las mujeres”, “las mujeres no tienen capacidad para el deporte” o “las mujeres no están interesadas en competir”, llegándose a considerar que el deporte es más cosa de hombres que de mujeres. Probablemente en la dominación masculina, que adscribe estereotipos masculinos y femeninos, está la base de estos mitos y prejuicios. Según los estereotipos patriarcales, los hombres están hechos para la vida pública y por tanto deben desarrollar las cualidades más eficaces para moverse en ese medio: dominio, competitividad, lucha, seguridad en sí mismos, etc.; en cambio las mujeres deben tener comprensión, sumisión, solidaridad, etc. y deben ofrecer calma y sosiego. Buñuel Heras afirma que el deporte se convierte en el “ámbito social perfecto para escenificar la identidad masculina: agresión y rivalidad bajo unas determinadas reglas”. Incluso el filósofo Claudio Tamburrini, especializado en ética del deporte, habla del deporte como el último bastión del machismo.