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Opinión - Cada día un Vietnam. Por Esther Palomera

¿Por qué es importante proteger a los informantes?

Quien haya visto el documental ganador de los premios Oscar, Citizenfour, tiene buena idea de los hechos ocurridos en junio del 2013, en un hotel de Hong Kong, cuando Edward Snowden entregó al periodista Glenn Greenwald y a la cineasta Laura Poitras, toda la información recopilada sobre la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU. (NSA). Ha pasado tiempo y más de uno se pregunta hoy: ¿qué ha sucedido, qué ha cambiado desde entonces?

Cuando el mundo se fue enterando de la arrolladora vigilancia por parte de los servicios de inteligencia y empresas transnacionales, algunos simplemente quedaron atónitos. Muchos sintieron sólo impotencia y culparon al cinismo de los políticos. Cuando describían la situación de Snowden en Rusia, diciendo que no le quedaría otra que aguantarse. Pero a pesar de lo que se murmura, Edward Snowden no está encerrado en una cárcel en Siberia, ni es perseguido las 24 horas por agentes de inteligencia de Putin para que les revele información secreta. De hecho, vive sin ser molestado en Moscú y participa de distintas formas en el debate que él mismo inició hace tres años.

En Alemania con el tiempo, la discusión sobre Snowden se ha ido apagando. En parte, porque después de haber brindado bastante atención a los medios y a la parte de la sociedad alemana que lo apoya; Snowden ahora se comunica más con audiencias en España, India y Nueva Zelanda, algo que pasa inadvertido en Alemania.

¿Y qué pasa en Alemania?

El debate en Alemania nunca se enfocó en el hecho de si se le debe o no otorgar asilo a Snowden, sino más bien en si éste puede viajar y declarar en forma segura a Alemania, para ser oído como testigo por la comisión del Parlamento alemán (Bundestag) que investiga a la NSA. Al final, la discusión quedó en nada, pues el gobierno federal –utilizando argumentos jurídicamente dudosos- rápidamente dejó claro que no apoyaría el procedimiento. Por su parte, la mayoría de la comisión de investigacón no tuvo el valor suficiente para oponerse a lo dicho por el gobierno, y peor aún, su presidente, Patrick Sensburg, respondió – sin tener la menor idea de lo que decía - al artículo publicado por el periódico alemán FAZ diciendo que “Snowden sólo puede hacer lo que le dicen los líderes rusos”. Tambien el jefe de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (Bundesamt für Verfassungsschutz, BfV), el servicio de intelegencia nacional alemán, Hans-Georg Maaßen, insistió últimamente en esta acusación. En su comparecencia ante als comisión de investigación, Maaßen declaró que a él le resultaba “verosímil” que Snowden trabajara para el servicio de intelegencia ruso.

Ni EE.UU. había llegado tan lejos. Hace poco, el ex ministro de justicia, Eric Holder, dijo que Snowden había prestado un servicio público a la nación con sus revelaciones. Asimismo, un ex representante de la NSA aclaró públicamente, que Rusia o China no habrían sido las primeras opciones que tuvo Snowden para buscar asilo. De modo que, con semejantes declaraciones, Maaßen, Sensburg (del partido político CDU) y los cercanos a los círculos de inteligencia, sólo buscan despistar de sus propias obligaciones políticas y morales.

Es hora de que la Unión Europea ponga en práctica la Resolución del Parlamento Europeo, del 29 de octubre del 2015, que ordena proteger jurídicamente a los informantes, si existen fundamentos, además de evitar una posible extradición.

Dos casos reflejan la importancia de esa medida a todo nivel: John Crane era responsable de procesar los reclamos internos contra funcionarios del departamento de defensa de los EE.UU. –canal que según algunos, debió haber utilizado Snowden- y tuvo que convertirse el mismo en informante, para revelar irregularidades cometidas en su departamento. El segundo caso, es el del funcionario de Naciones Unidas que debió renunciar, por hacer públicas las masivas agresiones sexuales cometidas por tropas de Naciones Unidas en la República Centroafricana.

Mucho camino por recorrer

Respecto a la protección de datos y el control de los servicios de inteligencia, algo se ha avanzado en los últimos años. La Decisión de la Corte Europea sobre el Acuerdo de Puerto Seguro y las sentencias de los tribunales estadounidenses, que restringen la vigilancia de las telecomunicaciones por parte de las autoridades de los EE.UU. así lo demuestran.

Está claro que hay que controlar más los servicios de inteligencia en Alemania, sobre todo sabiendo los níveles de vigilancia ejercida por la NSA y otros organismos de inteligencia como la GCHQ (Reino Unido) y la BND (Alemania); además del escándalo en torno a los asesinos neonazis, donde al parecer había agentes alemanes involucrados de una u otra manera. Pero lamentablemente, no se ha logrado nada de la muy anunciada reforma a los servicios de inteligencia en Alemania. Aparentemente, aún debemos discutir, de forma sustantiva, sobre el futuro de la sociedad digital y sobre las presiones políticas, antes de poder controlar a quienes ejercen el control de vigilancia.

Quien haya visto el documental ganador de los premios Oscar, Citizenfour, tiene buena idea de los hechos ocurridos en junio del 2013, en un hotel de Hong Kong, cuando Edward Snowden entregó al periodista Glenn Greenwald y a la cineasta Laura Poitras, toda la información recopilada sobre la Agencia de Seguridad Nacional de EE.UU. (NSA). Ha pasado tiempo y más de uno se pregunta hoy: ¿qué ha sucedido, qué ha cambiado desde entonces?

Cuando el mundo se fue enterando de la arrolladora vigilancia por parte de los servicios de inteligencia y empresas transnacionales, algunos simplemente quedaron atónitos. Muchos sintieron sólo impotencia y culparon al cinismo de los políticos. Cuando describían la situación de Snowden en Rusia, diciendo que no le quedaría otra que aguantarse. Pero a pesar de lo que se murmura, Edward Snowden no está encerrado en una cárcel en Siberia, ni es perseguido las 24 horas por agentes de inteligencia de Putin para que les revele información secreta. De hecho, vive sin ser molestado en Moscú y participa de distintas formas en el debate que él mismo inició hace tres años.