Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
La nueva iniciativa de paz de Palestina
El discurso del Presidente Abbas en la Asamblea de las Naciones Unidas estremeció a más de uno. Después de su emisión, un diplomático de un país miembro del Consejo de Seguridad me señalaba que el tono había sido muy “agresivo”, porque utilizó con frecuencia expresiones como “racismo” o “apartheid”. Yo le rogué que me diese otro término para definir un sistema donde los derechos de las personas están determinados por su origen racial o religioso. No pudo responder.
El discurso del Presidente Abbas, y su petición al Consejo de Seguridad de una resolución que ponga fecha de término a la ocupación israelí, marcan un antes y un después. El discurso fue muy claro: es completamente inútil negociar si el objetivo no es el término de la ocupación israelí de Palestina. En este sentido, poner plazos a lo que ha sido la voluntad de la comunidad internacional durante años es simplemente una necesidad. Después de haberse practicado durante veinte años, la fórmula de negociaciones entre las partes con la sola mediación norteamericana puede darse por fracasada. Para despejar el horizonte político, lo que urge es precisamente un mayor involucramiento internacional. Sin ese horizonte despejado, se abre la puerta a que los objetivos nacionales del pueblo palestino, incluyendo las formas de obtenerlo, cambien.
La solución de los dos estados sobre la frontera de 1967 fue un doloroso compromiso palestino asumido en 1988 por aclamación de los miembros del Consejo Nacional, representativos de los palestinos de todo el mundo. Con este acuerdo, Israel mantendría en sus manos el 78% de la Palestina histórica. Aunque desgarrador, tal es el objetivo deseado por la mayoría de los palestinos. Sin embargo, la opinión pública palestina y su dirigencia política entienden claramente que esa solución se hace cada día más difícil de lograr, pues la ocupación israelí continúa fortaleciéndose. Si la solución de los dos estados se revela imposible, hay quienes vaticinan que los palestinos cambiarán de estrategia, pasando a pedir igualdad de derechos dentro del estado al que pertenecerían, es decir, Israel. ¿Cómo podrá entonces Israel, después de hacer fracasar la solución de los dos estados, justificar la desigualdad de derechos de su población no judía?
El discurso del presidente Abbas dejó claro que Palestina impulsará una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU para poner una fecha de término a la ocupación israelí. En otras palabras, el mensaje que Abbas dio a la Asamblea es el siguiente: ustedes han pedido que aceptemos el derecho internacional, ahora que lo hemos hecho, es tiempo de que demuestren que nos ayudarán a implementarlo. El trabajo de promoción de la resolución ha comenzado. Será interesante que países que dicen apoyar la solución de los dos estados titubeen en dar su apoyo. Y en caso de no prestarlo, van a ser aún más interesantes las explicaciones que sobre el porqué de su decisión den a sus respectivas opiniones públicas, las cuales apoyan en gran medida el fin de la ocupación israelí.
A día de hoy, el gobierno estadounidense se encuentra preocupado por las próximas elecciones de noviembre. La posibilidad de que el presidente Obama pierda el Senado posiblemente preocupe más a sus asesores que el fin de la ocupación de Palestina. Si a ello se suma la coalición que los Estados Unidos lideran para combatir al llamado “Estado Islámico” en Siria e Iraq, lo más probable es que la administración norteamericana se mantenga ocupada en otras preferencias durante un tiempo. Está claro que Washington, independientemente de las buenas intenciones del Secretario Kerry, carece de la voluntad política necesaria para contribuir al término de la ocupación. En el gobierno, son muy pocos los que, aprendiendo de la historia, han señalado el contrasentido que supone combatir el terrorismo por un lado, y garantizar la impunidad de la ocupación israelí y sus crímenes por el otro.
La iniciativa de Palestina de poner una fecha término a la ocupación es una respuesta acertada a la pregunta de cómo proveer de un horizonte político concreto a la solución de los dos estados. Es también un desafío para todos aquellos países que dicen apoyar esta salida, pero que hacen poco sobre el terreno para poder lograrla. El escenario abierto con el discurso de Abbas no atañe solo a los miembros del Consejo de Seguridad; concierne también a todos los interesados en propiciar una solución. En este sentido, los países de la Unión Europea tienen el deber de reconocer el Estado de Palestina sobre la frontera de 1967 e impulsar el fin de la ocupación. Quienes han entendido la apelación del presidente, ya se han ofrecido para ayudar y promover esta iniciativa de paz. Los que no la han entendido, o han preferido no entenderla, ya han comenzado a buscar excusas que, en definitiva, habrán de prolongar la ocupación israelí y cerrar definitivamente la posibilidad de los dos estados. Luego no digan que no se les advirtió.
El discurso del Presidente Abbas en la Asamblea de las Naciones Unidas estremeció a más de uno. Después de su emisión, un diplomático de un país miembro del Consejo de Seguridad me señalaba que el tono había sido muy “agresivo”, porque utilizó con frecuencia expresiones como “racismo” o “apartheid”. Yo le rogué que me diese otro término para definir un sistema donde los derechos de las personas están determinados por su origen racial o religioso. No pudo responder.
El discurso del Presidente Abbas, y su petición al Consejo de Seguridad de una resolución que ponga fecha de término a la ocupación israelí, marcan un antes y un después. El discurso fue muy claro: es completamente inútil negociar si el objetivo no es el término de la ocupación israelí de Palestina. En este sentido, poner plazos a lo que ha sido la voluntad de la comunidad internacional durante años es simplemente una necesidad. Después de haberse practicado durante veinte años, la fórmula de negociaciones entre las partes con la sola mediación norteamericana puede darse por fracasada. Para despejar el horizonte político, lo que urge es precisamente un mayor involucramiento internacional. Sin ese horizonte despejado, se abre la puerta a que los objetivos nacionales del pueblo palestino, incluyendo las formas de obtenerlo, cambien.