Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
Irán, análisis de la actual crisis, más allá de la brocha gorda
La espiral belicista de Estados Unidos, sus adláteres y su aparato de guerra, y las distintas y creativas formas utilizadas para llevar la desestabilización, muerte y destrucción a aquellos pueblos cuyos gobiernos no aceptan los dictados del Imperio, nos llevan, en muchos casos, a mirar con desconfianza y recelo cualquier movilización popular cuando ésta se levanta contra uno de estos gobiernos. Son muchas, y distintas, las formas utilizadas para “vestir” estas agresiones: golpes de estado blandos (Brasil, Honduras…), intervenciones “preventivas”, “humanitarias”, revoluciones de colores, primaveras árabes… y también han sido muchos los pueblos que las han sufrido con el obvio objetivo de sustituir al “díscolo” gobernante de turno por otro más “razonable”: Yugoslavia, Iraq, Afganistán, Libia, Siria, Ucrania, Venezuela…
Las organizaciones, partidos y movimientos políticos y sociales, del ámbito antiimperialista, estamos tan a la defensiva en esta cuestión que corremos el riesgo de elaborar análisis maniqueos, dividiendo a los gobiernos en “buenos y malos” en función de la posición de alineamiento con el bloque imperialista (EEUU, UE, OTAN, Israel, monarquías reaccionarias árabes…) o con el bloque alternativo (China, Rusia, Cuba, Corea del Norte, Siria, Irán…) y, a consecuencia de ello, impidiendo un examen riguroso en muchos países de cada uno de los problemas que se nos plantean, poniendo bajo sospecha cualquier matiz que escape a una tosca división en blanco y negro.
Desde que el pasado 28 de diciembre comenzaran las protestas en Irán, se ha entrado de nuevo en esta dinámica de buscar quién está apoyando las “movilizaciones de los sicarios del imperialismo”, “quién está haciéndole el trabajo sucio a Soros” o trabajando para la OTAN. Tremendo error.
Para entender qué está pasando en Irán, es necesario tener en cuenta las siguientes consideraciones:
- El papel de Irán en el eje antiimperialista; en el mantenimiento de Hezbollah; su apoyo a la resistencia palestina, especialmente durante las repetidas agresiones de las fuerzas israelíes de ocupación sobre la franja de Gaza; su apoyo al Ejército Árabe Sirio, a su gobierno y al presidente Bashar al Assad para hacer frente a las bandas terroristas, financiadas y armadas por EE.UU., Arabia Saudí, Qatar, Turquía, entre otros, cuyos mercenarios proceden de más de ochenta países, hacen de Irán el gran obstáculo para que la tríada de la guerra, EE.UU.-Arabia Saudí-Israel, imponga su hegemonía en todo Oriente Medio y, por tanto, se ha convertido en el gran objetivo a batir en la zona.
-A diferencia de otros gobiernos atacados por EE.UU. y su complejo bélico, el de Irán no es un régimen laico y progresista, al contrario, es una dictadura teocrática y reaccionaria en la que se vulneran de forma sistemática los más básicos derechos de la mujer, y que persigue y reprime a los militantes de izquierdas (especialmente a los comunistas), a los sindicalistas, al movimiento feminista organizado… a quienes sólo se les ofrece tres salidas: el exilio, la cárcel y la muerte.
-La chispa que parece haber encendido el actual proceso de movilizaciones nace de la pobreza, el desempleo y las difíciles condiciones de vida, y, también, del enfrentamiento entre las dos facciones que se reparten el poder en la oligarquía teocrática que gobierna el país. Una de ellas, la “reformista”, encabezada por el presidente Hasán Rohaní, es propensa a llegar a acuerdos con Occidente, como el tratado nuclear con las grandes seis potencias internacionales (China, EE.UU., Francia, Inglaterra, Rusia y Alemania), así como a aceptar las “recomendaciones” del FMI y el Banco Mundial. La otra facción, ultraortodoxa, está encabezada por Alí Jamenei, “Líder Supremo de la Revolución”, máximo dirigente del clero más conservador.
De hecho, las protestas comenzaron en Mashhad, impulsadas por uno de los grandes clérigos de esta ciudad, padre de uno de opositores que compitieron con Rohaní desde posiciones conservadoras, y tenían como objetivo responsabilizar a éste de la grave crisis económica y social, no resuelta con la firma del acuerdo nuclear.
Pero la clase trabajadora iraní ha tomado la calle, asfixiada por la insoportable situación, fruto de la política económica neoliberal forzada por el gobierno iraní, la corrupción lampante en la administración y el clero, y agravada por las medidas de embargo y sanciones económicas impuestas por EE.UU. Las protestas populares se han extendido por distintas ciudades iraníes, pero sus consignas no sólo han ido contra Rohaní, también se han ampliado a Jamenei y al conjunto de la “casta clerical”.
-Tanto Trump como Netanyahu y el príncipe saudí Mohammed Ben Salman, están intentando pescar en río revuelto, apoyando públicamente estas movilizaciones y tratando de aplicar las mismas técnicas que en Libia y Siria. Determinados sectores de las manifestaciones han querido desviar los objetivos de las mismas lanzando consignas contra Palestina (especialmente contra Gaza), contra Siria, Hezbollah, y a favor de la reinstauración de la dinastía Pahlevi, pero esas posiciones han sido claramente rechazadas por el conjunto de los manifestantes, que no están intentando derrocar al gobierno sino exigir reformas sociales, políticas y económicas, y la separación entre religión y gobierno.
Qué hacer
La primera obligación de un militante revolucionario y antiimperialista es hacer un análisis riguroso, huyendo del dogmatismo que nos llevaría a limitarnos a la brocha gorda, a huir de los matices. “La Verdad es siempre Revolucionaria”. Hemos de ser coherentes: no podemos rechazar las demandas de la clase trabajadora cuando éstas se realizan contra gobiernos con los que compartimos determinados objetivos en la escena internacional. “Perder de vista la lucha de clases evidencia la más burda incomprensión del marxismo”
Tenemos que apoyar las protestas populares de los trabajadores iraníes, de los estudiantes, de las mujeres, por mejorar sus condiciones de vida, por avanzar en derechos sociales, por ganar espacios de libertad y democracia; y debemos rechazar de plano la ola represiva puesta en marcha por el régimen contra esas movilizaciones, exigiendo la inmediata puesta en libertad de todos los detenidos por su participación en las protestas.
Estamos obligados, también, a oponernos radicalmente a cualquier intento de injerencia de la tríada de la guerra en los asuntos internos de Irán. Somos conocedores de la larga lista de intervenciones de diverso tipo de EE.UU., Arabia Saudí e Israel en los asuntos internos de otros países de Oriente Medio, y de cómo han instrumentalizado, cuando no directamente creado o impulsado, las legítimas protestas de los pueblos, al objeto de desestabilizar gobiernos que no son serviles a sus intereses. Pero los avances democráticos y sociales en países enfrentados al imperialismo no debilitarán la lucha antiimperialista, sino que la fortalecerán. El enemigo principal del sionismo y del imperialismo son los avances en la participación popular y la democracia social, antagónicos al absolutismo, al integrismo religioso y a la dictadura del capital y las multinacionales, que son la esencia de las fuerzas reaccionarias a nivel mundial.
La espiral belicista de Estados Unidos, sus adláteres y su aparato de guerra, y las distintas y creativas formas utilizadas para llevar la desestabilización, muerte y destrucción a aquellos pueblos cuyos gobiernos no aceptan los dictados del Imperio, nos llevan, en muchos casos, a mirar con desconfianza y recelo cualquier movilización popular cuando ésta se levanta contra uno de estos gobiernos. Son muchas, y distintas, las formas utilizadas para “vestir” estas agresiones: golpes de estado blandos (Brasil, Honduras…), intervenciones “preventivas”, “humanitarias”, revoluciones de colores, primaveras árabes… y también han sido muchos los pueblos que las han sufrido con el obvio objetivo de sustituir al “díscolo” gobernante de turno por otro más “razonable”: Yugoslavia, Iraq, Afganistán, Libia, Siria, Ucrania, Venezuela…
Las organizaciones, partidos y movimientos políticos y sociales, del ámbito antiimperialista, estamos tan a la defensiva en esta cuestión que corremos el riesgo de elaborar análisis maniqueos, dividiendo a los gobiernos en “buenos y malos” en función de la posición de alineamiento con el bloque imperialista (EEUU, UE, OTAN, Israel, monarquías reaccionarias árabes…) o con el bloque alternativo (China, Rusia, Cuba, Corea del Norte, Siria, Irán…) y, a consecuencia de ello, impidiendo un examen riguroso en muchos países de cada uno de los problemas que se nos plantean, poniendo bajo sospecha cualquier matiz que escape a una tosca división en blanco y negro.