Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
¿Por qué es importante proteger a los informantes?
Quien haya visto el documental ganador de los premios Oscar, Citizenfour, conocerá bien los hechos ocurridos en junio del 2013, en un hotel de Hong Kong, cuando Edward Snowden entregó al periodista Glenn Greenwald y a la cineasta Laura Poitras toda la información recopilada sobre la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA). Ha pasado tiempo desde entonces y hoy más de uno se pregunta: ¿qué ha sucedido? ¿Qué ha cambiado desde entonces?
Cuando el mundo se fue enterando de la tremenda vigilancia por parte de los servicios de inteligencia y empresas transnacionales, no pocos se quedaron atónitos. Muchos sintieron impotencia y lamentaron el cinismo de los políticos cuando describían la situación de Snowden en Rusia, diciendo que no le quedaría otra que aguantarse. Pero, a pesar de lo que se murmura, Snowden no está encerrado en una cárcel en Siberia, ni tampoco perseguido las 24 horas por agentes de inteligencia de Putin para que les revele información secreta. De hecho, vive sin ser molestado en Moscú y participa de distintas formas en el debate que él mismo inició hace tres años.
En Alemania, con el tiempo, la discusión sobre Snowden se ha ido apagando. En parte, porque después de haber brindado bastante atención a los medios y a la parte de la sociedad alemana que lo apoya, Snowden ahora se comunica más con audiencias en España, India y Nueva Zelanda, algo que pasa inadvertido en Alemania.
¿Y qué pasa en Alemania?
El debate en Alemania nunca se enfocó en el hecho de si se le debe o no otorgar asilo a Snowden, sino más bien en si este puede viajar y declarar allí de forma segura, para ser oido como testigo por la comisión del Parlamento alemán (Bundestag) que investiga a la NSA. Al final, la discusión quedó en nada, pues el Gobierno federal -utilizando argumentos jurídicamente dudosos- rápidamente dejó claro que no apoyaría el procedimiento. Por su parte, la mayoría de la comisión de investigación no tuvo el valor suficiente para oponerse a lo dicho por el Gobierno. Incluso peor, su presidente Patrick Sensburg respondió -sin tener la menor idea de lo que decía- al artículo publicado por el periódico alemán FAZ diciendo que “Snowden solo puede hacer lo que le dicen los líderes rusos”. También el jefe de la Oficina Federal para la Protección de la Constitución (Bundesamt für Verfassungsschutz), el servicio de inteligencia nacional alemán, Hans-Georg Maaßen, insistió últimamente en esta acusación. En su comparecencia ante la comisión de investigación, Maaßen declaró que a él le resultaba “verosímil” que Snowden trabajara para el servicio de inteligencia ruso.
Ni EEUU había llegado tan lejos. Hace poco, el exministro de Justicia, Eric Holder, dijo que Snowden había prestado un servicio público a la nación con sus revelaciones. Asimismo, un exrepresentante de la NSA aclaró públicamente que Rusia o China “no habrían sido” las primeras opciones que tuvo Snowden para buscar asilo. De modo que, con semejantes declaraciones, Maaßen, Sensburg (del partido político CDU) y otros dirigentes cercanos a los círculos de inteligencia solo buscan despistar de sus propias obligaciones políticas y morales.
Es hora de que la Unión Europea ponga en práctica la Resolución del Parlamento Europeo del 29 de octubre del 2015 que ordena proteger jurídicamente a los informantes, si existen fundamentos, además de evitar una posible extradición. Dos casos reflejan la importancia de esa medida a todo nivel: John Crane era responsable de procesar las reclamaciones internas contra funcionarios del departamento de defensa de EEUU -canal que, según algunos, debió haber utilizado Snowden- y tuvo que convertirse él mismo en informante para revelar irregularidades cometidas en su departamento. El segundo caso es el del funcionario de Naciones Unidas que debió renunciar por hacer públicas las masivas agresiones sexuales cometidas por tropas de Naciones Unidas en la República Centroafricana.
Mucho camino por recorrer
Respecto a la protección de datos y el control de los servicios de inteligencia, algo se ha avanzado en los últimos años. La Decisión de la Corte Europea sobre el Acuerdo de Puerto Seguro y las sentencias de los tribunales estadounidenses, que restringen la vigilancia de las telecomunicaciones por parte de las autoridades de los EEUU, así lo demuestran.
Está claro que hay que controlar más a los servicios de inteligencia en Alemania, sobre todo sabiendo los níveles de vigilancia ejercida por la NSA y otros organismos de inteligencia como la GCHQ (Reino Unido) y la BND (Alemania); además del escándalo en torno a los asesinos neonazis, donde al parecer había agentes alemanes involucrados de una u otra manera. Pero, lamentablemente, no se ha logrado nada de la muy anunciada reforma de los servicios de inteligencia en Alemania. Aparentemente, aún debemos discutir mucho sobre el futuro de la sociedad digital y sobre las presiones políticas, antes de poder controlar a quienes ejercen el control de vigilancia.
Quien haya visto el documental ganador de los premios Oscar, Citizenfour, conocerá bien los hechos ocurridos en junio del 2013, en un hotel de Hong Kong, cuando Edward Snowden entregó al periodista Glenn Greenwald y a la cineasta Laura Poitras toda la información recopilada sobre la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos (NSA). Ha pasado tiempo desde entonces y hoy más de uno se pregunta: ¿qué ha sucedido? ¿Qué ha cambiado desde entonces?
Cuando el mundo se fue enterando de la tremenda vigilancia por parte de los servicios de inteligencia y empresas transnacionales, no pocos se quedaron atónitos. Muchos sintieron impotencia y lamentaron el cinismo de los políticos cuando describían la situación de Snowden en Rusia, diciendo que no le quedaría otra que aguantarse. Pero, a pesar de lo que se murmura, Snowden no está encerrado en una cárcel en Siberia, ni tampoco perseguido las 24 horas por agentes de inteligencia de Putin para que les revele información secreta. De hecho, vive sin ser molestado en Moscú y participa de distintas formas en el debate que él mismo inició hace tres años.