Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
La política o la perversión del lenguaje
Recientemente repasaba el libro de Victor Klemperer LTI. La lengua del Tercer Reich, que fue perseguido y humillado durante el régimen nazi por su ascendencia judía, a pesar de su fuerte identificación con la cultura alemana. Solo su matrimonio con una mujer “aria” le permitió salvar la vida. Se trata de una obra maestra para entender cómo los políticos manipulan y pervierten el lenguaje, y demostró que ninguna sociedad permanece ajena a ese peligro. Dio también las claves del éxito de esa manipulación: un lenguaje de grupo se transforma en el lenguaje del pueblo, de las masas, apoderándose de todos los ámbitos públicos y privados. Las consignas populistas, destinadas a liquidar la personalidad individual, fueron el gran éxito retórico del régimen nazi.
Si analizamos el lenguaje utilizado en la política actual veremos que nada tiene que envidiar a la LTI. Si escuchamos la vida cotidiana, lo corriente, lo normal, ves cómo el lenguaje se va transformando y las palabras se vuelven más ambiguas. La manipulación del lenguaje va calando en el alma de las personas a través de palabras sueltas, expresiones y estructuras que son impuestas mediante millones de repeticiones y que son adoptadas mecánicamente, de manera inconsciente. Para lograr la manipulación, lo mejor no es inventar palabras o conceptos nuevos, sino cambiar el significado, adaptándolas a tus necesidades, y la frecuencia de uso de las mismas.
Desde el comienzo de la crisis económica, la política y los medios de comunicación españoles han comenzado también a introducirse en el juego de esa manipulación del lenguaje, que está impregnando profundamente nuestra sociedad. Conceptos que hasta ahora habían sido de uso habitual se están tergiversando, con nuevas definiciones que intentan suavizar los problemas, hasta que estos desaparezcan: el principal problema de nuestra economía, el paro, se ha convertido en una “tasa natural de desempleo”; los jóvenes forzados a emigrar por el desempleo se han convertido en “movilidad exterior”; la caída de la economía se ha transformado en un “crecimiento negativo”, etc. En el uso de las estadísticas, de las cifras, siempre se busca el engaño y la intoxicación.
Resulta impresionante la tergiversación torticera del lenguaje de nuestros políticos que dan vueltas y más vueltas para evitar decir “rescate bancario”, una palabra que fue considerada tabú en el PP, y que se transformó en la “línea de crédito” o en un “préstamo en condiciones muy favorables”; o ver a un gobierno entero haciendo malabarismos de sinónimos, para evitar decir que una “amnistía fiscal” no es una “amnistía fiscal”, sino “medidas excepcionales para incentivar la tributación de rentas no declaradas”. Podemos ver otros ejemplos: la famosa “indemnización en diferido”, la “desaceleración transitoria”, una subida del IRPF pasó a ser un “recargo temporal de solidaridad”, la acción de bajar el sueldo a los trabajadores es una “devaluación competitiva de los salarios”, la subida del IVA es un “gravamen adicional”, los recortes son “reformas estructurales”, etc.
Otros ejemplos son aún más problemáticos, porque afectan, sobre todo, a nuestras libertades. Tras los atentados del 11S, el Islam dejó de ser un aliado de los Estados Unidos en su batalla contra el comunismo para convertirse en su “enemigo número 1”, pero la lucha contra el terrorismo ha servido como excusa para limitar las libertades de la población, en aras de la seguridad global, y el lenguaje es usado para hacer creer a la ciudadanía que la guerra asegurará su libertad, seguridad y democracia, aunque la realidad sea otra.
Como señalaba Klemperer en 1944, “una característica especial de la LTI es la desvergüenza con que mienten. Continuamente, y sin sombra de escrúpulos, afirman lo contrario de lo que han afirmado la víspera”; unas mentiras que, repetidas miles de veces, se convierten en realidad.
En este proceso el lenguaje se vacía de contenidos intelectuales y se llena de conceptos emocionales. La resistencia ante las ideologías que se nos quiere imponer comienza por el cuestionamiento individual de las expresiones de moda. Se elaboran extrañas construcciones de palabras con el fin de conferirle un aspecto neutral o científico a narrativas que, de otra manera, serían consideradas altamente ideológicas. Debemos replantearnos el pensamiento crítico.
En definitiva, debemos reflexionar sobre la manipulación a la que todos nos vemos sometidos mediante el uso tergiversado del lenguaje. Aunque Klemperer hablara de sus apreciaciones durante el nazismo, las manipulaciones del lenguaje ocurren también en la actualidad. Por eso es necesario que la ciudadanía mantenga su sentido crítico, aunque no siempre sea posible, debido a la falta de medios de comunicación neutrales.
Recientemente repasaba el libro de Victor Klemperer LTI. La lengua del Tercer Reich, que fue perseguido y humillado durante el régimen nazi por su ascendencia judía, a pesar de su fuerte identificación con la cultura alemana. Solo su matrimonio con una mujer “aria” le permitió salvar la vida. Se trata de una obra maestra para entender cómo los políticos manipulan y pervierten el lenguaje, y demostró que ninguna sociedad permanece ajena a ese peligro. Dio también las claves del éxito de esa manipulación: un lenguaje de grupo se transforma en el lenguaje del pueblo, de las masas, apoderándose de todos los ámbitos públicos y privados. Las consignas populistas, destinadas a liquidar la personalidad individual, fueron el gran éxito retórico del régimen nazi.
Si analizamos el lenguaje utilizado en la política actual veremos que nada tiene que envidiar a la LTI. Si escuchamos la vida cotidiana, lo corriente, lo normal, ves cómo el lenguaje se va transformando y las palabras se vuelven más ambiguas. La manipulación del lenguaje va calando en el alma de las personas a través de palabras sueltas, expresiones y estructuras que son impuestas mediante millones de repeticiones y que son adoptadas mecánicamente, de manera inconsciente. Para lograr la manipulación, lo mejor no es inventar palabras o conceptos nuevos, sino cambiar el significado, adaptándolas a tus necesidades, y la frecuencia de uso de las mismas.