Contrapoder es una iniciativa que agrupa activistas, juristas críticos y especialistas de varias disciplinas comprometidos con los derechos humanos y la democracia radical. Escriben Gonzalo Boye (editor), Isabel Elbal y Sebastián Martín entre otros.
Los problemas son la ocupación y la equidistancia
La periodista Israelí Amira Hass lo describía con la simpleza de quien no tiene compromisos con nadie: los palestinos luchan por su existencia, Israel por mantener la ocupación. Luego del reconocimiento palestino de Israel sobre las fronteras de 1967 (hecho ocurrido hace 28 años, muchas veces olvidado, y que representa reconocer a Israel sobre el 78% de la Palestina histórica), Israel no puede argumentar que su lucha sea por nada más que proteger su ocupación y colonización de Palestina.
Independiente de la negación sistemática de los derechos del pueblo palestino por cerca de medio siglo, incluyendo millones viviendo en el exilio y otros millones bajo ocupación militar, hoy Israel argumenta que el problema no es ese sino que la “incitación” de los líderes palestinos. Diplomáticos israelíes en todo el mundo han sido instruidos en definir la actual ola de manifestaciones como “violencia basada en dos mentira”. Una las ejecuciones de palestinos y otra que Israel quisiese cambiar el estatus quo de la Mezquita de Al Aqsa.
En cuanto a Al-Aqsa, está claro que Israel lleva un buen tiempo insistiendo sobre la “identidad judía” del lugar, incluyendo el ministro de agricultura Uri Ariel rezando en el complejo islámico, así como “visitas” guiadas por las fuerzas de ocupación de cientos de extremistas israelíes. Independiente de que las máximas autoridades religiosas judías en Israel hayan prohibido a sus seguidores visitar el lugar, fueron ministros del propio gobierno israelí quienes comenzaron esa campaña, en el marco de convertir a Jerusalén en la “capital unificada del pueblo judío”. Pero lo central es que el tema no es Al-Aqsa por sí solo, sino que la ocupación israelí en general.
Las ejecuciones de palestinos están en proceso de ser totalmente documentadas, con la reconocida ONG israelí Btselem señalando que en al menos dos casos (hasta el viernes) se podía comprobar cómo ciudadanos palestinos fueron ejecutados sin representar ningún peligro. Hay más. Palestina ha pedido formalmente al relator especial de la ONU para ejecuciones extrajudiciales que se haga presente para ver caso a caso los asesinatos cometidos por colonos y fuerzas de ocupación. Algunos de esos casos, como el de Fadi Allon, de 19 años, brutalmente acribillado en la madrugada del 4 de octubre mientras era rodeado por una horda de radicales sionistas y fuerzas de ocupación, fueron reportados por la mayoría de la prensa tradicional tal cual Israel presento el caso: Se le disparo cuando acribillaba a un israelí. Los videos lo desmienten.
Lo problemático de la situación es que muchos medios de comunicación han decidido simplemente escribir lo primero que las fuentes israelíes dicen sin siquiera consultar a las fuentes palestinas respectivas. Uno de los eventos más notables fue el anuncio de un “coche bomba” palestino en las cercanías de la colonia de Ma’ale Adumin, con una descripción idéntica a los tweets del portavoz de las fuerzas de ocupación. Por horas la aterrada, y acribillada mujer palestina, se convirtió en una terrorista frente a ciertos medios, mientras la agencia palestina Ma’an, y fuentes de la seguridad palestina, entrevistaban a testigos que señalaban que lo sucedido fue un desperfecto técnico en el coche. Algo tenía que ir mal para la descripción de un coche bomba si es que las fotografías del mismo no mostraban siquiera un vidrio roto en el vehículo.
Lo más impresionante es que se escriban piezas completas sobre la situación en Palestina sin mencionar la palabra ocupación o sin citar siquiera a un solo palestino. Las fuentes israelíes son tomadas como verídicas, las palestinas siquiera son consultadas. De hecho se ha llegado a describir a colonias ilegales como meros “barrios”, o la asimilación total del lenguaje israelí que intenta bajar el tono a lo que bajo la Cuarta Convención de Ginebra es un crimen de guerra. La falta de contexto (dígase la ocupación israelí de décadas sobre Palestina) se repite bastante.
En un escenario donde las principales peticiones palestinas no son siquiera reportadas (protección internacional, dejar de tratar a Israel como un estado por encima de la ley), no es extraño que la palabra ocupación no esté presente. No mencionar el hecho de que Israel es la potencia ocupante y Palestina un pueblo bajo ocupación es simplemente no mencionar la base del problema actual.
La equidistancia se ha convertido en norma, y por ende la potencia ocupante que lucha por sus colonias y el pueblo ocupado que lucha por su libertad seguirá siendo igualados. Un “empate técnico” que sirve como victoria a quienes buscan normalizar la ocupación.
La periodista Israelí Amira Hass lo describía con la simpleza de quien no tiene compromisos con nadie: los palestinos luchan por su existencia, Israel por mantener la ocupación. Luego del reconocimiento palestino de Israel sobre las fronteras de 1967 (hecho ocurrido hace 28 años, muchas veces olvidado, y que representa reconocer a Israel sobre el 78% de la Palestina histórica), Israel no puede argumentar que su lucha sea por nada más que proteger su ocupación y colonización de Palestina.
Independiente de la negación sistemática de los derechos del pueblo palestino por cerca de medio siglo, incluyendo millones viviendo en el exilio y otros millones bajo ocupación militar, hoy Israel argumenta que el problema no es ese sino que la “incitación” de los líderes palestinos. Diplomáticos israelíes en todo el mundo han sido instruidos en definir la actual ola de manifestaciones como “violencia basada en dos mentira”. Una las ejecuciones de palestinos y otra que Israel quisiese cambiar el estatus quo de la Mezquita de Al Aqsa.