A cada exposición que la Hispanic Society of America celebra en España, la institución con sede en Nueva York revela un pedazo inédito del país, escenas de un pasado casi extinguido en el que cuesta reconocerse. No es que fotógrafos de la talla de Charles Clifford o Jean Laurent hubieran errado en su forma de retratar el país —de hecho, sus trabajos son considerados maestros—, sino que la España que apasionaba a Archer Milton Huntington, el promotor de la institución americana, no estaba en los monumentos inmortalizados en la cámara de Laurent en el siglo XIX, por citar un ejemplo. Tras mostrar cómo vivía la gente de Galicia, Asturias, Extremadura y Salamanca en otras tantas exposiciones, el turno de seguir mostrando el país del que se enamoró Huntington corresponde ahora a Zamora, donde la retratista más importante de la Hispanic, Ruth Anderson, reconoció haber obtenido algunos de los mejores materiales de los encargados por su jefe en una expedición llevada a cabo en 1926 que la fotógrafa de Nebraska guardaría en su memoria para siempre.
En esencia, el sueño de Huntington se fraguó a finales del siglo XIX, cuando el heredero de un importante imperio de la industria del ferrocarril conoció Europa, preámbulo de los viajes por España que darían sentido a su vocación casi juvenil de crear un museo. En 1904, la herencia familiar le permitiría abrir las puertas de la Hispanic Society of America, su 'pequeño' grano de arena en la difusión de la cultura hispana, uniendo los valores del país que le había tocado el corazón a los de América Latina.
Así, el promotor asumió un reto mayúsculo: componer y mostrar una imagen un tanto personal de España en Estados Unidos, que en aquel trance —el paso del siglo XIX al XX— comenzaba a abandonar los postulados de la leyenda negra para comenzar a tomar en consideración los valores culturales y artísticos del país que había alumbrado a pintores de la talla de José de Ribera, Diego Velázquez o El Greco. Entre el inicio de aquella casi utópica aspiración y nuestros días ha pasado un largo siglo, en el que la Hispanic ha logrado atesorar 180.000 imágenes, un álbum gigante en el que conviven los trabajos más perseguidos por Huntington —la vida cotidiana de la España rural que había pervivido prácticamente congelada desde la Edad Media— con evidencias de las mejores obras de arte hispanas.
Los viajes de Anderson
“La Hispanic goza de la ventaja de haber comprado fotografías directamente a los autores de comienzos del siglo XX; así podía elegir las imágenes que coincidían con las pautas marcadas por el fundador, siempre mostrando cómo vivía la gente y los trajes que vestían”, subraya Patrick Lenaghan, conservador jefe de fotografía en la Hispanic, quien ha comisariado la muestra En el Viejo Mundo junto a Alberto Martín, responsable del Archivo Municipal de Zamora. La exposición —abierta en el Museo Etnográfico de Castilla y León hasta el próximo 23 de enero— concentra una selección de un centenar de trabajos de los 700 que Ruth Anderson tomó en la expedición de 1926, en la que recorrió Galicia y León, además de la provincia de Zamora. Cuenta Lenaghan que la Hispanic promovió numerosos viajes de este estilo, “pero quizá los más destacados fueron los de Anderson”. En los años veinte, la retratista, formada en la prestigiosa Clarence H. White School for Photografy, emprendió repetidos recorridos por España, Portugal, las islas Canarias, el Protectorado de Marruecos y el Sáhara. Una ingente empresa que reportaría a la Hispanic más de 14.000 fotografías.
“Huntington da unas órdenes muy precisas a Anderson, que van a ser determinantes para entender su trabajo: no le interesan las ciudades ni las postales estáticas; lo que le encarga documentar es la indumentaria, las costumbres o la artesanía”, explica Alberto Martín en una de las nutridas visitas guiadas por la sala, que se suceden desde el pasado mes de octubre. Su colega Lenaghan profundiza en esta idea, quizá la más importante para acercarse al retrato que la Hispanic realizó de la España de hace un siglo: “Anderson había desarrollado un programa muy detallado enfocado en los trajes, las costumbres y las villas y los pueblos porque Huntington creía que allí todavía se manifestaba la España auténtica y castiza”.
Programadas las expediciones, no bastaba con enviar a un fotógrafo cualquiera. Ruth Matilda Anderson había asumido, casi al instante y tras una única y fructífera entrevista de trabajo con Huntington, un complicado reto que acabaría solventando como si hubiera nacido para ese papel. “La maestría de Anderson consiste en su capacidad para conseguir efectos casi espontáneos; las figuras confían en ella y se relajan frente a la cámara para que ella pueda sacar estas tomas tan impactantes”. En efecto, la muestra “En el Viejo Mundo” se estructura en varios mundos —urbano, rural y espiritual— y pone el broche con una galería de retratos, en los que Anderson, con la ayuda de su asistente Frances Spalding, logra extraer, no solo cada detalle de esa indumentaria de la época, sino el “retrato psicológico” del personaje, inmortalizado para siempre.
Dos americanas en Zamora
El atractivo de la exposición no figura solo en la calidad de los trabajos, en el valor de ese tiempo pasado conservado para siempre, sino también en la propia aventura emprendida por Anderson y Spalding en la España de hace una centuria. El comisario Alberto Martín desgrana ante los asistentes cada una de las anécdotas que ayudan a entender las singularidades de aquel viaje. Dos mujeres americanas procedentes de Manhattan aterrizan en la España rural de principios del siglo XX, para recorrer sus pueblos por primitivas carreteras y complicados caminos: “Compran un coche para viajar y transportar el material fotográfico; como Anderson, protestante, tiene unas convicciones religiosas muy serias y entran en España el 8 de diciembre, el vehículo lo bautizan con el nombre de Nuestra Señora de la Concepción”.
Ya en plena tarea, Anderson no solo documentaba con su cámara, sino también con el papel y el bolígrafo. En aquellos cuadernos “se pueden leer expresiones como ‘Nuestra Señora sufrió mucho por ese camino’, que realmente hacen referencia a las dificultades que tenía el vehículo para transitar por aquellos caminos”, revela Martín Márquez. “Sin duda, los españoles se sorprendieron al ver a dos americanas con coche propio, pero cuando ellas mostraron su interés en la vida y costumbres, los españoles reaccionaron con orgullo y se relajaron”, añade Patrick Lenaghan, responsable de Fotografía en la Hispanic Society. Aquella confianza fue clave en el sentido estético que iban a adquirir las instantáneas.
Al regresar de aquella expedición de 1926, Ruth Anderson se trajo casi un millar de fotografías. Pero lo fundamental es que la fotógrafa de Nebraska había cumplido el encargo. “Las fotografías de Zamora me han llamado la atención casi desde el primer momento, cuando empecé a trabajar en la Hispanic Society, hace 27 años”, reconoce Lenaghan. Cuando el conservador recreó aquel lejano viaje, analizando las instantáneas impagables de la Semana Santa de Zamora, la iglesia visigoda de San Pedro de la Nave (de cuyo emplazamiento original apenas se conocían unas pocas imágenes) o la magistral serie del auto de la Pasión en la localidad de Villalcampo “me di cuenta de que el trabajo de Zamora era algo importante”.
La sorpresa del experto no fue solo un pálpito personal: Lenaghan empezó a comprobar, en otras exhibiciones anteriores, cómo el público reaccionaba con sorpresa ante los trabajos de Anderson. “Pude constatar la potencia de sus imágenes para los españoles”, apunta, en una sensación que vuelve a producirse en las primeras semanas de vida de la muestra del Museo Etnográfico de Castilla y León, en la que los visitantes observan con detenimiento cada uno de los trabajos seleccionados e intentan decodificar un pasado que ya es historia.
Huntington, entre mujeres
Finalizadas las recurrentes expediciones por la España de los años veinte, Anderson se incorporó a la institución hispánica para trabajar específicamente sobre la indumentaria. ¿Había colmado realmente las expectativas de su jefe? “El hecho de que Huntington la enviara repetidamente a España es ya una prueba en sí misma del alto valor en que estimaba sus obras”, revela Lenaghan. Pero hay otra prueba, si cabe, más definitiva. “Anderson guardó una carta que Huntington le escribiría más tarde felicitándola, en la que se ve claramente la admiración que le profesaba”, añade el documentalista.
Quien acuda a la muestra En el Viejo Mundo se llevará en la retina una memoria clara del desempeño de Ruth Anderson, sin reparar en exceso en el papel que el fundador de la Hispanic Society había tenido en aquellos trabajos. No solo en el caso de Zamora, sino en la dirección de la propia fundación, Huntington era “un hombre humilde”, pese a su fortuna y su mayor meta era que la plantilla de la institución trabajara en sintonía con sus objetivos. “Era una persona adinerada, pero también culta y autodidacta: llegó a ser un especialista en la historia y cultura de España”, remarca Lenaghan.
El hispanista era un hombre de valores firmes, que llegó a apostar por criterios de vanguardia en la época. En un primer momento, la plantilla de la Hispanic estaba compuesta únicamente por hombres, que acabarían, por uno u otro motivo, abandonando la institución. “Fue entonces cuando le presentaron a una mujer sorda para inventariar fotos; el nombramiento fue tan exitoso que decidió contratar a más cuando fuera posible”, destaca Patrick Lenaghan. Una idea revolucionaria que llevó a que la plantilla de la Hispanic fuera particularmente femenina. De hecho, cuando Huntington falleció en 1955, la nómina de la Hispanic constaba solo de mujeres. Muchas de ellas eran sordas.