“La creación de esta tecnología de vigilancia total se parece más a la creación de la bomba nuclear que a la del avión - dijo ayer Jacob Appelbaum en el Reina Sofía, donde dió una conferencia con Trevor Paglen. -Porque la gente no se creía que pudiese volar y se negaban a comprender el poder destructivo de la bomba que podían lanzar”. El lunes estaban juntos en Madrid para presentan Autonomy Cube, una instalación que se podrá ver en Un saber realmente útil, la exposición comisariada por colectivo croata WHW (What, How and for Whom) que se inaugura el próximo 29 de octubre.
Jacob Appelbaum es la cara más visible de Tor y el único miembro norteamericano de Wikileaks. Su círculo social es exquisito: es la mano derecha de Julian Assange y el mejor amigo de la documentalista Laura Poitras en Berlín, donde se han refugiado junto con otros disidentes como Sarah Harrison, la activista británica que pasó 39 días angustiosos con Edward Snowden en la zona de tránsito del aeropuerto de Moscú, esperando asilo. “Yo ya vivo en un mundo post-vigilancia”, aseguraba ayer, gracias a que siempre se conecta a la Red a través de Tor. Jacob ha dedicado la mitad de su vida a producir, auditar y enseñar herramientas diseñadas para mantener los secretos ocultos.
A Trevor Paglen, por su parte, le interesan los espacios secretos, y muy especialmente instalaciones militares clandestinas de los programas de inteligencia militar. Su primer proyecto fue buscar estaciones aéreas “invisibles” que revelaran centros de detención secretos que la CIA mantiene en sitios como Afganistán, Libia y Marruecos, donde el gobierno puede “desaparecer” sospechosos sin dar explicaciones.
Sus fotografías revelan la infraestructura de las operaciones militares clandestinas y de las redes que las sustentan, un complejo de materialidad contundente que sus facilitadores disfrazan con nombres etéreos y quasi-místicos como “la Nube”. “La tecnología es siempre política -aseguraba ayer en la presentación. - Todo sistema lleva integradas las relaciones de poder. Todo sistema permite ciertas cosas y previene ciertas otras”. Su trabajo es ver esos sistemas y exponerlos a la luz del sol.
Su manera de investigar esos no-espacios es buscar sistemáticamente su huella logística, “esos lugares donde la operación militar secreta se cruza con espacios de la vida cotidiana que yo sea capaz de ver”. En otras palabras, Paglen busca las contradicciones que se producen en torno a un secreto, un conjunto de anomalías que se han burocratizado en torno a un espacio aparentemente anodino, para hacer visible lo invisible. Para hacerlo usa la tecnología, pero mucho más la paciencia. Su principal fuente de información es eso que Malcolm Gladwell llamó secretos abiertos; ríos de datos administrativos que se vuelven impenetrables no por secretismo sino por densidad. En los últimos años ha fotografiado y puesto en el dominio público las sedes secretas de todos los servicios de inteligencia norteamericanos, incluyendo la CIA y la NSA. También ha fotografiado obsesivamente el espacio aéreo en busca de relaciones interesantes.
En casa del herrero
Por ejemplo, Paglen examina una factura exagerada de recursos en un espacio donde teóricamente no hay ni pasa nada y las cruza con foros de radioaficionados. O llama a la Administración Federal de Aviación y pide listas de compañías que tienen permiso para aterrizar en espacios aéreos militares. Descartadas las grandes compañías -UPS, DHL, FedEx- quedan compañías de nombres extraños y pasado oscuro, como Aero Contractors, que fue creada después de la guerra de Vietnam, el Watergate y la consecuente Comisión Church en el pequeño y gris Smithfield, en Carolina del Norte.
O Premier Executive Transport Services, Braxton Management Services, Path Corporation, Devon Holding and Leasing. Y las monitoriza, porque son compañías falsas creadas a propósito para proteger actividades ilícitas con dinero público, pero estan sometidas a la misma burocracia que todas las demás y sus licencias y actividades deben estar registradas en el dominio público. El relato que hace Paglen de esas anomalías es, al mismo tiempo, desternillante y aterrador. Algunos de los cerebros más privilegiados de nuestra era están trabajando para las agencias de inteligencia gubernamentales, pero no los tienen protegiendo sus propios secretos.
Por ejemplo, uno de sus pasatiempos favoritos es inspeccionar los uniformes descartados de las operaciones militares secretas. Paradójicamente, todas tienen su propio parche con su propio logo. Esto es, “si eres un agente secreto trabajando en un proyecto secreto, hay un distintivo en tu uniforme con el nombre del proyecto secreto”. Como en la escena de Dragones y Mazmorras, los diseños de los parches están llenos de magos, varitas mágicas, rayos, dragones, espadas y elementos que simbolizan aspectos perfectamente literales de proyectos clasificados, como la nave que pilotan o el tipo de radar que usan para camuflar sus movimientos en el espacio aéreo. Hay uno que incluye el motto: OMNIS VESTRI SUBSTRUCTIO ES SERVUS AD NORIS. En inglés vulgar: All your base are belong to us.
La no tan extraña pareja
Sobre el papel, Jacob Appelbaum y Trevor Paglen podrían parecer antagonistas: uno trabaja revelando secretos y el otro ayudando a protegerlos. Nada más lejos de la realidad. Su proyecto común es conseguir que sean las instituciones públicas las que se someten al escrutinio de todos y que la vida de los ciudadanos vuelva a ser opaca, justo el reverso del mundo post-Snowden en el que vivimos ahora.
La instalación que presentan en el Reina Sofía es sencilla pero representativa: un cubo transparente con un nodo de Tor al que los visitantes podrán conectarse para navegar la Red de manera segura, protegiendo su identidad y sus actividades online. No olviden encender sus teléfonos móviles.