“Antes mirábamos hacia arriba soñando con qué lugar ocuparíamos entre las estrellas”, explicaba el personaje de Matthew McConaughey en Interstellar. El interés por lo que ocurre más allá de nuestro planeta no solo pertenece a la ciencia ficción, también al mundo real. Y cada vez que hay un evento astronómico especial, como el de este 31 de enero, esa fascinación se incrementa.
Por primera vez desde hace 150 años se produce un triplete celestial: un eclipse lunar, una superluna y una luna azul. El primero ocurrirá sobre las 5 de la mañana en Estados Unidos y en torno a las 2 de la tarde en España, motivo por el que no será visible (a no ser que lo hagamos vía streaming). A pesar de ello, la superluna sí que iluminará el cielo, especialmente en la noche del 30 al 31. Otra cosa es que nos percatemos de la diferencia con una Luna llena corriente.
Como indica el Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) en un documento remitido a eldiario.es, la superluna aparece cuando el satélite se sitúa en el punto de su órbita más cercano a la Tierra (perigeo) y coincide con la fase llena. “Se ve un pelín más grande, pero tampoco se nota tanto”, indica Neila Campos, miembro de Astrocantabria. Según el IAC, el diámetro lunar puede aumentar en un 14% y su brillo en un 30% con respecto a una luna llena normal. Aun así, será difícil percibirlo a simple vista.
Por otro lado, la luna azul es más una curiosidad del calendario que un fenómeno astronómico. “No tiene nada de azul”, matiza Domingo Pestana, profesor de la Universidad Carlos III que en varias ocasiones ha sido elegido como imagen astronómica del día de la NASA. “Simplemente es que hay dos lunas llenas en el mismo mes”, continúa diciendo el experto. Sin embargo, a pesar de que esa denominada “superluna de sangre azul” no es ni tan “super”, ni tan sangrante, ni tan azulada, lo verdaderamente excepcional es que sucedan los tres fenómenos al mismo tiempo.
Además de ser un espectáculo visual, el eclipse también es una ocasión para realizar observaciones científicas. Sobre todo, después del cambio de temperatura que experimentará el satélite tras ocultarse en la penumbra. Noah Petro, científico de la NASA, señala que “es como si la Luna pasara de estar en un horno a estar en un congelador en unas pocas horas”. La información obtenida les ayudará, entre otras cosas, a comprender las variaciones en su superficie rocosa.
Cuando la astronomía abraza la fotografía
Al margen de los científicos, también existe otro colectivo que aprovecha este tipo de eventos: los fotógrafos. “En la agrupación somos muchos, unos 140, y hay de todo. Algunos se dedican a la observación visual, otros utilizan telescopio, otros capturan imágenes…”, sostiene la portavoz de la Astrocantabria.
Salir por la noche con la cámara a cuestas para buscar un manto estrellado se convierte, de esta forma, en un ritual social para todos los integrantes. “En un grupo de observación todo tiene una cierta preparación, sobre todo por la noche”, añade Campos. Continúa diciendo que “la astrofotografía tiene muchas variantes”, y que “no es tan simple como coger y apuntar”.
En este apartado se incluyen desde imágenes de superlunas hasta de objetos celestes del espacio profundo, aquellos que están más allá del Sistema Solar y que Pestana consiguió convertir en imagen del día de la NASA. “Lo que hice fue procesar una fotografía del telescopio espacial Hubble”, observa el profesor. Por tanto, su trabajo fue convertir la imagen original, oscura y sin contraste, en un fotograma a todo color del pilar cósmico de polvo en la Nebulosa Carina.
Lo ha intentado, pero Pestana todavía no ha conseguido que la NASA publique una hecha con su propia cámara y telescopio. No es fácil, porque, como él mismo explica, “son solo 365 días al año y miles de astrofotógrafos que envían imágenes”.
Además, aunque depende del tipo de instantánea, capturar cuerpos celestes no puede hacerse con cualquier equipo. “Las fotografías que hago de nebulosas son con cámaras réflex modificadas”, comenta el profesor, que tiene un filtro de reducción de infrarrojos para aumentar la sensibilidad a colores de ciertas nebulosas o masas de hidrógeno.
Gracias a este tipo de dispositivos pueden contemplarse colores en plena noche que incluso escapan al ojo humano. “Cuando miramos por el telescopio vemos que Marte es levemente rojizo”, menciona Campos. Sin embargo, como añade la especialista, “todo cambia cuando hacemos larga exposición y dejamos el obturador de la cámara abierta”. Lo que parece apagado y con poca viveza, de esta forma reluce en todo su esplendor.
Pero en la fotografía también existen problemas que requieren solución. Al hacer imágenes de larga exposición, donde la cámara hace una foto durante varios minutos (o incluso más), se debe compensar la rotación de la Tierra para evitar que los objetos celestes aparezcan movidos. Por ello, como indica Campos, “hay que poner un motor de seguimiento para seguir al astro” para corregir la leve desviación.
Otro inconveniente es el generado por el ruido, una serie de puntos en la imagen similares al grano en la película analógica. Está causado por varios elementos, como el procesado de la imagen o la resistencia del dispositivo a altas sensibilidades ISO, pero también con las condiciones lumínicas del entorno y la temperatura del sensor. Debido a esto, como aprecia Pestana, a veces no queda más remedio que “instalar un módulo de enfriamiento para refrigerarla”. El experto calcula que el sensor “se calienta ocho o diez grados por encima de la temperatura ambiente”.
Consejos para inmortalizar la Luna
Pero, ¿cómo se hace una buena fotografía de la Luna? Tanto si es la del 31 de enero como cualquier otra, existen algunas indicaciones a tener en cuenta. “Hay dos tipos de fotos: una en la que sale la Luna sola y otra donde aparecería ella junto al paisaje”, explica la integrante de Astrocantabria. Cuando se trata de la primera no existen demasiadas complicaciones, basta con tener una cámara con una lente adecuada, ajustar la exposición y apretar el botón de disparador.
No obstante, el escenario se complica algo más cuando un fotógrafo busca sacar la Luna junto a su entorno. Para lograrlo, Pestana recomienda utilizar una técnica conocida como doble exposición, que consiste en hacer dos fotos diferentes: una para la Luna y otra para el elemento de interés. “Expones correctamente el objeto terrestre: un árbol, una torre, o lo que sea, y luego haces una foto solo del satélite”. Posteriormente, todo puede combinarse en una sola imagen gracias a un programa de edición.
La contaminación lumínica no debería ser un problema para fotografiar el satélite terrestre. Según el profesor de la Carlos III, “porque es un objeto tan brillante que no importa”. A pesar de ello, aconseja que siempre es conveniente alejarse de las ciudades para evitar contaminación y evitar luces residuales. “Quizá la polución sí que pueda hacer un 'efecto nube' y provocar una pérdida de nitidez en la imagen”, aclara el especialista.
Por su parte, la portavoz de Astrocantabria aconseja aprovechar el momento en el que la Luna aparece por el horizonte. “Justo cuando sale se pone anaranjada por reacción a la atmósfera, y además parece más grande por el efecto óptico”, menciona.
Como sostiene Neila Campos, “cada ciclo completo de lunación dura 29 días y medio”. Eso significa que, cada mes, el satélite terrestre alcanza el punto de su órbita más cercano a la Tierra. Si el cielo está despejado y la Luna llena, sobran los motivos para aventurarse a inmortalizarla a golpe de disparador. Porque, como afirma Campos, “siempre es espectacular hacer estas fotos, sea superluna o no”.