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Carmen Cervera, 40 años como baronesa que desembocan en un alquiler millonario

Peio H. Riaño

7 de febrero de 2022 22:15 h

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“Aunque tenga que mentir, robar, mendigar o matar. ¡A Dios pongo por testigo que jamás volveré a pasar hambre!”. Para entender la extraordinaria dimensión política y cultural de Carmen Cervera (Barcelona, 1943) debemos empezar citando a Scarlett O'Hara. “¡Qué maravilla de frase, ¿no?!”, le dijo a la periodista Julia Otero sobre su película favorita, en una entrevista emitida en el programa La Luna, de RTVE, en 1989. María del Carmen Rosario Soledad Cervera y Fernández de la Guerra se había casado con Hans Heinrich Àgost Gábor Tasso Freiherr von Thyssen-Bornemisza de Kászon et Impérfalva cuatro años antes, poniendo fin a su pasado desgraciado de ruina y miseria con el –entre otras muchas cosas– actor Espartaco Santoni (1937-1998).

Cuando conoció al barón en una cena en Cerdeña, en 1981, acababa de dar a luz a Borja, cuyo padre biológico fue el publicista Manolo Segura, y Cervera se encontraba con un futuro similar a la protagonista de Lo que el viento se llevó. A Tita lo que más le gustaba de O'Hara, le reconoció a Otero, es que era “una mujer luchadora” y, como el personaje interpretado por Vivien Leigh, Tita nunca volvió a pasar hambre. Ha luchado desde entonces para no perder sus privilegios, amasados con el reparto de la herencia en el Pacto de Basilea, firmado en 2002. El acuerdo le entregaba varios bienes inmobiliarios y, sobre todo, una parte de la colección de arte que el barón había segregado en el último momento antes de venderle a España 775 obras por 350 millones de dólares, en 1993.

El Estado español cumplió con el pago en cuatro años y con las condiciones que impuso el barón, que pidió un museo exclusivo para su colección en un edificio histórico, que llevara su nombre y que mantuviera el perfil de colección familiar. Este perfil lo cierra con la colección de Tita, cuyo interés reside en las piezas que se quedaron en Villa Favorita, en Lugano (Suiza). A estas el barón se refirió en una entrevista poco citada en The New York Times (publicada en diciembre de 1988) como “ninguna de mayor importancia”. Estas obras sin mayor importancia que Heini no vende para cuidar del futuro de Tita, son el núcleo que compone el alquiler millonario que le abonará el Estado español durante 15 años (prorrogables hasta 20) después del acuerdo con el gobierno de Pedro Sánchez, por 6,5 millones de euros anuales (130 millones en dos décadas y derecho a compra una vez se agote el plazo). Ningún experto del Ministerio de Cultura ha valorado la colección que el exministro José Manuel Rodríguez-Uribes decidió alquilar hace un año y que Miquel Iceta firmará este miércoles.

En 2002, en una entrevista con ABC, Francesca Thyssen-Bornemisza definió la colección de Cervera como “desigual”. “Y creo que es una opinión que comparte la comunidad artística”, añadió la hija del barón en el momento de asumir uno de los asientos del patronato del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Si ambas colecciones llegan a fusionarse como un discurso único —sin estridencias icónicas posimpresionistas—, se cerrará la colección que empezó el abuelo de Heini hace un siglo, amante de la escultura de Rodin, y que continuó su padre con los maestros antiguos.

El viaje del arte

En abril de 1992 la mayor parte de la colección privada más importante del mundo cruzó en varios días las carreteras que separan Suiza de España, en camiones cargados con las casi 800 obras embaladas en cajas especiales contra las vibraciones y los golpes, hechas a medida, desde Villa Favorita, en Lugano, a Villahermosa, en el Paseo del Prado de Madrid. Fue el mayor movimiento de obras de arte realizado en Europa desde la II Guerra Mundial. En octubre de ese año se inaugura el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

En 1999, seis años después de la compra de la colección del barón, Mariano Rajoy, entonces ministro de Cultura, anuncia un preacuerdo con Tita para que ceda su colección. La cesión definitiva sucede en 2002, cuando la herencia del barón se resuelve definitivamente en el Pacto de Basilea, tras 120 millones de dólares gastados en 20 abogados que estipulan el reparto de los bienes entre los cuatro hijos y Cervera. Pero Rajoy firmó un acuerdo de cesión por 11 años con Cervera. El que será presidente del Gobierno se compromete entonces a comprar dos palacios adyacentes (por 44 millones de euros) para hacer de ellos las salas donde exponer las obras alojadas en paraísos fiscales de Tita, que pueden sacar del museo en cualquier momento. Rajoy también se compromete a alojar, asegurar, custodiar y conservar —además de exponer una parte— la colección personal de Cervera. Pero es un contrato de urgencia que no concreta el futuro de las piezas una vez se cumpla el plazo. Ocurrió en 2010 y desde entonces, guerra sin cuartel.

Tita nunca pierde

La ministra Ángeles González-Sinde —que junto con Pilar del Castillo han sido las únicas en plantar cara a la baronesa— le ofrece un alquiler que Cervera rechaza inexplicablemente. Y la cesión se prolonga durante otra década, con sus constantes amenazas de vender o marcharse con todo y dejar vacía la parte del museo preparada para ella. Esa capacidad suya para doblegar a todo el que se oponga a sus intereses, sea ministro o alcalde, se hizo pública el 5 de mayo de 2007, a las doce de la mañana, en el Paseo del Prado madrileño. La viuda del barón Thyssen-Bornemisza convocó a los medios de comunicación al jardín de entrada del museo que lleva los apellidos de su marido fallecido. Allí llegaron los periodistas que informaban de cultura y los que se dedicaban a la vida íntima de las celebridades. Una mezcla en las noticias que solo es capaz de aglutinar Carmen Cervera, y cuyo eco la convierte en una de las mujeres más influyentes del país.

“No se van a talar, ¡bueno es que primero me van a talar a mi un brazo!”, advirtió ante las cámaras al alcalde Alberto Ruiz-Gallardón, que pretendía arrasar con el bulevar verde para reordenar los carriles de los coches en su proyecto de remodelación del eje Prado-Recoletos. Parecía encadenada a uno de los plataneros, pero solo llevaba una cadenita a modo de chal sobre sus hombros, vestida de un impecable blanco primaveral, con bolso Chanel y perlas. Paró la tala y ese día nació una fuerza política indestructible superior a la O'Hara.

El arte de la venta

En 2012 vende la joya de su conjunto de pinturas, La esclusa (1819-1825), de John Constable (1776-1837) por 28 millones de euros, en una subasta en Christie's Londres. Heini había adquirido el cuadro en 1990, por 13 millones de euros. En 2019 sacó el increíble Charing Cross (1899), de Claude Monet (1840-1926), del museo y elDiario.es lo descubrió en 2021 colgado en el Louvre de Abu Dabi, ya en poder de una colección privada de los Emiratos Árabes Unidos. El precio de la venta rondaría los 20 millones de euros. La mitad de lo que podría obtener por Mata Mua (1892) de Paul Gauguin (1848-1903), que Tita ha convertido en el rehén con el que ha forzado al Gobierno a la firma del alquiler de algo más de 300 pinturas, después de que lo sacara del museo en junio de 2020.

Los planes que tiene para el lienzo posimpresionista se centran en arrebatarle el protagonismo de la obra favorita de su marido e icono del museo público hasta ahora: el Retrato de Giovanna Tornabuoni (1488), de Domenico Ghirlandaio (1448-1494). Carmen Cervera, Carmen Thyssen y Tita es una y trina y además la vicepresidenta vitalicia de la fundación que gestiona el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza. Los conflictos de intereses tampoco existen en su contra, por eso ha decidido desplazar de la planta capital la colección del Estado español para colocar la suya.

No hemos citado completa la frase de Scarlett O'Hara y la parte previa es esencial en esta historia: “Sobreviviré y cuando todo haya pasado, nunca volveré a pasar hambre, ni yo ni ninguno de los míos”. Tita aprendió de Heini a perpetuar los privilegios a través del comercio del patrimonio artístico y es lo que ahora reivindica con el alquiler: “Estoy muy feliz y sobre todo muy tranquila porque la colección se queda en España y por el futuro de mis herederos”, declaró en una entrevista reciente en ¡Hola!. La ciudadana suiza que reside en Andorra y no tributa en España, ha hecho de este país su mejor cliente desde que conoció a su marido en 1981.